Secuestro de niños, antisemitismo y guerra de poder entre la Iglesia y las fuerzas de Garibaldi en la Italia del Risorgimento: vuelve la rabia del maestro Marco Bellocchio en el Festival de Cannes

Secuestro de niños, antisemitismo y guerra de poder entre la Iglesia y las fuerzas de Garibaldi en la Italia del Risorgimento: vuelve la rabia del maestro Marco Bellocchio en el Festival de Cannes

'Rapito' demuestra que el cineasta italiano sigue con una energía cinematográfica envidiable.

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Rapito Bellocchio

Cuando en 2009 Marco Bellocchio cumplió 70 años acababa de estrenar la magnífica 'Vincere', ficción asfixiante sobre Mussolini. Desde antes incluso de esa película, lejos de retirarse o regodearse en ficciones autocomplacientes, el director de la Piacenza sigue igual o más combativo que entonces. E igual de prolífico. 'Rapito', a concurso en el Festival de Cannes 2023, confirma que no ha perdido ni un ápice de energía cinematográfica ni de compromiso político.

Con 'Rapito' concursa por la Palma de Oro con la historia real de Edgardo Mortara, un sacerdote italiano de origen judío que cuando apenas tenía seis años fue secuestrado por las fuerzas del Papa Pío IX. Al parecer, habría sido bautizado en secreto cuando era un bebé.

El origen de la trama nos traslada a la noche de 23 de junio de 1858 en Bolonia, cuando los gendarmes de los Estados Pontificios se presentan en la casa de los Mortara reclamando la potestad del niño, en tanto que cristiano. Para entonces, Bolonia formaba parte de los fronteras de la autoridad papal, ya que las fuerzas de Garibaldi todavía no habían unificado el país que vendría a denominarse Italia y el Vaticano poseía más territorio.

Estamos en los albores del Risorgimento, el movimiento político burgués-nacionalista que ayudaría a cohesionar democráticamente el país y, con ello a eliminar las estructuras aristocráticas de la élite de entonces. Con ese magma narrativo, y por si no te lo has imaginado todavía, lo que sigue a continuación en 'Rapito' te horrorizará.

'Rapito': una película repleta de fuerza y rabia

Alegando que el niño es cristiano, las autoridades eclesiásticas separan al pequeño de su familia y lo trasladan al Vaticano, donde recibe una educación católica supervisada por el propio Pío IX con el objetivo de abrazar el dogma y transformarse en "soldado de Cristo". Los padres del pequeño, mientras tanto, remueven Roma con Santiago para poder recuperar a su hijo, en una lucha que Bellocchio filma como una auténtica pesadilla.

Rapito 2

Mediante una narración clásica, Bellocchio sigue a todos los personajes fijándose en los motivos y decisiones que los acompañan y envolviendo algunos de los momentos más tensos por la música de unos violines exacerbados y repletos de virulencia.

Aunque esa rabia tan insistente pueda ser objeto de crítica –está claro cuál es el lado de la Historia en el que se sitúa el cineasta: solo hace falta ver el retrato gran guiñolesco que realiza de Pío IX (Paolo Pierobon)–, lo cierto es que esa postura no solo es coherente con el pensamiento de Bellocchio, sino que puede entenderse como un acto de justicia poética ante unos hechos terribles impuestos por mandato divino.

En este sentido, la película arroja una pregunta nada baladí: ¿cuáles son los resortes políticos, económicos y sociales que permitieron que el Papa, el máximo representante del catolicismo en el mundo cristiano, secuestrara a un niño pequeño y lo apartara para siempre de su familia?

Impugnación a la Historia

Como en muchas obras previas, de 'Buenas giorno notte' a 'El traidor', por citar de las más conocidas de entre las recientes, Bellocchio se sirve de la ficción de de un hecho para impugnar a la Historia. 'Rapito' no solo expone el pasado siniestro de la institución católica, una diana habitual en su cine, sino también el profundo antisemitismo ya entonces arraigado en toda Europa.

Rapito

La presión ejercida sobre Edgardo Mortara (y sobre otros niños judíos) fue tan fuerte y tan sutil el condicionamiento al que fue sometido, que el protagonista, ya de adulto, intentó que su familia se convirtiera al catolicismo. La manera en que Bellocchio aborda ese pasaje es absolutamente espeluznante, y denota, sin miedo al subrayado, la falta de escrúpulos de una institución cuyos privilegios estaban empezando a ser cuestionados.

La misión de Bellocchio al recuperar esos momentos oscuros de la Historia también señala los peligros de la fe, el dogma a la que se aferra la Iglesia católica y que jamás cuestiona su visión del mundo. Ese fanatismo tiene en Mortara, nos dice el cineasta, uno de sus verdugos más terroríficos y una de sus víctimas más terribles. El sacerdote continuó haciendo proselitismo a favor de la Santa Iglesia Romana hasta su muerte en el monasterio de los Canónigos Regulares de Bouhay, Bélgica, en 1940.

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