Nicholas Ray fue el director de películas que no necesitan ningún tipo de presentación para vosotros, como por ejemplo 'Rebelde sin Causa' (probablemente su film más famoso) o la imprescindible 'Johnny Guitar'. Un servidor siempre ha preferido los films de su primera época como 'Llamad a Cualquier Puerta' (que contiene el discurso más inútil de toda la historia del cine) o 'En un Lugar Solitario' con mi admirada y soñada Gloria Grahame. Poco a poco se fue concentrando en un tipo de cine más grandilocuente, por decirlo de alguna forma, y acabó con superproducciones al estilo de '55 Días en Pekín' o 'Rey de Reyes'.
'Sangre Caliente' la realizó justo después del título protagonizado por James Dean, y antes del intenso melodrama 'Más Poderoso que la Vida' con un James Mason sensacional. Su historia se centra en un clan gitano en la ciudad de Nueva York, cuyo jefe, conocedor de una enfermedad que acabará pronto con él, pone todos los medios para encontrar un sucesor y casarle con una joven gitana de una pequeña familia. Sin embargo las cosas no serán tan fáciles pues el futuro marido es un vividor de mucho cuidado y no quiere atrase a nada ni nadie.
La película no deja de ser una anécdota, uno de esos films pequeños y amables que no hacen daño a nadie, pero que tampoco suponen maravilla alguna, aunque en algunos momentos pueda apreciarse la mano maestra de Ray. Cabría citar al respecto los números musicales, interpretados por asombrosos bailarines, que por supuesto sustituyen a los verdaderos actores, a los que sólo les ve claramente en primeros planos en los que no necesitamos ver sus dotes para el baile. Lo cierto es que canta un poco ese cambio. Evidentemente eran otros tiempos, no había ordenador que arreglara este defecto, pero aún así, es impresionante ver los bailes. Y también destaca algo insólito en el cine de Ray: su sentido del humor. Los films de Ray suelen ser melodramas duros y sin concesiones al espectador, en ocasiones bastante difíciles de ver por su extrema dureza, pero curiosamente aquí, el tono del film es el de una comedia, aderezada por supuesto con unas pizcas de drama. La mezcla a veces no termina de funcionar del todo, pero merecen especial mención algunos de los gags que protagoniza algún secundario.
En cuanto al reparto, encontramos también alguna pega. Cornel Wilde, actor que más o menos sabía moverse, por decirlo así, pero mediocre en general, no era el adecuado para el personaje principal, y es que uno no termina de creérselo ni de gitano ni de ligón empedernido. A quien sí le creemos lo que sea es a una impresionantemente preciosa Jane Russell, que como casi siempre sale con un generoso y peligroso escote. Ella sí está perfecta en su personaje, y por supuesto se come a Wilde cuando ambos comparten escena. El televisivo Luther Adler, en un papel que era para Edward G. Robinson, está también bastante bien como el jefe del clan, preocupándose para que todo salga como él ha pensado, aunque sus enfrentamientos con el personaje de Wilde entran dentro de lo previsible y típico.
Una correcta película que desde luego no se encuentra entre lo mejor de Ray, ese animal cinematográfico que fue capaz de adentrarse en pasiones ocultas y miserias varias como pocos lo hicieron, aunque éste no haya sido el caso. Sirve en todo caso, para ver a un Ray en otro terreno, aunque una vez más tuvo problemas con la productora quien impuso algunas cosas, y no le dejaron a Ray total libertad (una de las constantes de su carrera). El resultado es entre torpe y agradable, y fácilmente olvidable. Otra de esas películas no editadas en dvd, ya me entendéis.
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