Para salir airoso de una tarea tan compleja como es rehacer una obra ya existente, uno de los requisitos indispensables que debería cumplir todo buen remake que se precie, al menos, a mi juicio, es desvincularse lo máximo posible del original para, aprovechando sus bases, ofrecer nuevas lecturas, aproximaciones temáticas y experiencias acordes a las sensibilidades del director responsable.
'El rey león' no es —ni será— el primero ni el último de una larga ristra de esos remakes fotocopia, a los que pertenecen rarezas como la 'Psicosis' de Gus Van Sant o la 'Funny Games' de Michael Haneke. Dos ejemplos en los que, al igual que en el caso que nos ocupa, se dedican a fusilar plano a plano a sus referentes; aportando como único atractivo un reparto renovado y un refinamiento formal.
La gran diferencia entre el último live-action de Jon Favreau para Disney tras la notable 'El libro de la selva' y las cintas mencionadas, es que su arrollador despliegue visual se revela como un arma de doble filo. Un caramelo envenenado que, siendo el mayor reclamo y la mayor virtud del largometraje, supone un palo en la rueda insalvable que minimiza la emoción hasta quedar a años luz del clásico animado que reinterpreta.
La potencia, sin control...
Abrazar con una fidelidad casi enfermiza el filme de 1994, tanto en lo que respecta a la planificación como en lo referente a su historia, es una maniobre tan cobarde como astuta que permite a la nueva 'El rey león' apostar a caballo ganador. Porque si algo posee la obra de Roger Allers y Rob Minkoff, eso es una narrativa impecable que aguanta impertérrita el paso del tiempo y las revisiones.
Favreau, consciente de esto, altera mínimamente el material original —alargando alguna escena para especiar más la acción e incluyendo un par de canciones inéditas—, conservando el inapelable carisma de los personajes y la esencia del drama shakespeariano que envuelve el relato. Todo permanece inalterable veinticinco años después, pero potenciado por unos avances tecnológicos que convierten 'El rey león' en un hito en la industria.
Es imposible no quedarse boquiabierto con la descomunal exhibición de músculo generado por ordenador nada más arrancar la proyección, con una secuencia introductoria despampanante que pone la primera piedra de un espectáculo deslumbrante e hiperrealista en su tratamiento de escenarios y animales. Pero una vez superado el —enorme— impacto inicial, es cuando el CGI comienza a traslucir sus flaquezas.
Mientras la animación del clásico humanizó a las criaturas de la sabana, esta nueva versión opta por animalizarlas en un movimiento que, además de transformar el metraje en una producción digna de National Geographic —pese a la ausencia total de genitales—, merma la expresividad de los protagonistas y, junto a ella, el impacto emocional de algunos pasajes como la traumática muerte de Mufasa; ahora más inerte.
A excepción de los momentos encabezados por el dúo compuesto por Timón y Pumba, es precisamente en los momentos dramáticos, más sobrios, cuando 'El rey león' saca el mayor partido a su apuesta estilística —fantástico el número 'Be Prepared' e inmenso Chiwetel Ejiofor—. Por desgracia, el largo no termina de atreverse a explotar plenamente su cariz sombrío, lo cual, sumado al excesivo respeto por su fuente, impide que vuele con libertad y brinde un producto realmente novedoso y rompedor.
No seré yo quien niegue haber disfrutado como un crío de 'El rey león' de Jon Favreau, de su impresionante poderío audiovisual y del atractivo de su historia y personajes. Pero si por algo se ha caracterizado Disney a lo largo de su historia —al menos en lo que respecta a sus producciones de animación 2D—, es por emocionar al respetable hasta exprimir sus corazones; cosa que este aséptico remake, con su inenarrable perfección, es incapaz de lograr.
Ver 21 comentarios