El pasado Viernes se estrenó entre nosotros 'Pequeña Miss Sunshine', una "pequeña" película independiente que se ha paseado por festivales tan prestigiosos como el de Sundance, y también ha recibido el premio del público en el pasado Festival de San Sebastián. Una de dos, o la gente sólo vio esa película o muy malas tenían que ser las demás, porque lo que aquí tenemos es la típica producción independiente de esas que nos llegan a patadas de Hollywood, con la intención de triunfar en cuántos más sitios mejor para que sus noveles directores sean contratados por una major y nunca más vuelvan a realizar películas de este estilo. Eso sí, los resultados de 'Pequeña Miss Sunshine' son mejores que los de las últimas películas de esta "clase" que nos han llegado. En todas ellas hay un mismo patrón: peculiar familia con personajes peculiares, alguno de los cuales lleva todo el peso de la narración y les hace ver la "luz" a los demás miembros de la familia. Curiosamente, y salvo excepciones, son films en los que los actores suelen lucirse y ofrecernos unas más que dignas interpretaciones. En el caso de 'Pequeña Miss Sunshine' todos están muy bien, afortunadamente.
La historia del film sigue el patrón antes mencionado. En este caso se trata de una familia compuesta por una ama de casa, el personaje más normal de todos; un adolescente que lleva meses haciendo voto de silencio, su hermana que se presentará a un concurso infantil de misses, el abuelo de ambos expulsado del asilo por esnifar heroína, el padre, un fracasado que sólo habla de ser un ganador en la vida, y el hermano de éste, un gay deprimido que ha intentado suicidarse porque no es correspondido por el hombre de quién se ha enamorado. Todos ellos viajarán en una camioneta destartalada para que la pequeña del hogar se presente a ese concurso infantil.
La película también podría incluirse dentro del subgénero de las road movies, y como tal nos ofrece no sólo un viaje físico sino también emocional, a través de los sentimientos, dudas y sueños de todos sus personajes. Sin lugar a dudas, éstos son el punto fuerte del film, pero no porque el guión los haya retratado excelentemente, que no es el caso, sino por las interpretaciones de todo su elenco. Toni Collette está muy bien como la madre que no es capaz de superar o controlar algunas cosas. Greg Kinnear a mí siempre me ha parecido un excelente actor, y no entiendo como no está protagonizando películas de mayor envergadura, no entiendo cómo no es una estrella superfamosa, porque tiene todos los ingredientes para caer bien al público, además de una enorme versatilidad para interpretar cualquier tipo de papel. Aquí está fantástico como el patriarca de la familia, transmitiendo una mezcla de alegría y patetismo.
Alan Arkin interpreta al abuelo cascarrabias y drogadicto y también nos ofrece una sensacional interpretación. Paul Dano podríamos decir que interpreta al raro del grupo, y por primera vez un personaje de esta calaña cae bien, ya que el actor es capaz de conectar enseguida con el público ganándose su afecto. Abigail Breslin interpreta a la más pequeña de la familia, y la niña está francamente bien desprendiendo una enorme simpatía y naturalidad. La sorpresa del casting es el cómico Steve Carrell con supersonaje de gay deprimido. Carrel está muy conviencente y para quién esto suscribe esto no deja de ser una sorpresa.
Lamentablemente todo lo bueno que la película tiene en cuanto a su reparto se refiere se pierde en un guión que explora lugares comunes de una forma en la que ya nos lo han contado mil veces y lo cierto es que empieza a cansar un poco. No obstante, me ha llamado la atención el hecho de que el film combine momentos inspirados con otros que no lo son tanto. Por ejemplo, lo que le ocurre al personaje de Carrel durante el trayecto es de una coincidencia que no se la cree nadie y además no quiere decir nada, no soluciona ni estropea nada, sobra. Al igual que las motivaciones del personaje de Paul Deno son un poco incompresibles y al final no es para tanto. La relación entre Kinnear y Collette no está bien definida y el personaje del abuelo parace que sólo está para ocultar un detalle de guión de forma genial y que nos es revelado al final.
Todos estos elementos se combian con algunos aciertos verdaderamente interesantes. Como el hecho de usar una camioneta estropeada como metáfora de la vida: vivir es tan difícil como subirse a una camioneta vieja en marcha. Tan sencillo como grandioso. Una pena que el film no tenga ese tono durante toda su duración. Y al final hay una secuencia que depende de cómo te pille te puede parecer irritante o estupenda. A mí me pareció lo segundo a pesar de alguna salida de tono. Pero es que me dieron ganas de levantarme de mi butaca para hacer lo que ya sabeis qué aquellos que ya la habeis visto.
Un film pasable, agradable de ver, pero que desaprovecha en parte muchas de sus posibilidades, aparte de no dejar bien atados ciertos aspectos de sus personajes. Los directores del evento, Jonathan Dayton y Valerie Faris, hasta ahora directores de videoclips de gente famosa, seguro que volverán a probar suerte en esto del largometraje y probablemente tengan más cosas que contarnos ahora que ya se han fijado en ellos.
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