'El oficial y el Espía', el nuevo trabajo de Roman Polanski trata sobre el famoso caso Dreyfuss, cuando a finales del siglo XIX, el antisemitismo profundamente arraigado en la sociedad francesa condujo a la condena injusta del oficial de artillería francés Alfred Dreyfuss por traición. La película cubre estos sucesos y los intentos posteriores del gobierno de encubrir las malas artes empleadas. Todo está contado, principalmente, desde la perspectiva del oficial de policía convertido en jefe de inteligencia Georges Picquart.
No es la primera vez que la historia de Alfred Dreyfus es llevada a la pantalla. George Méliès, marcó la primera con un cortometraje mudo titulado ‘The Affaire Dreyfus’ (1899). El primer largometraje fue realizado en 1958 por José Ferrer y luego, después de otras versiones para cine y televisión, llegó a ‘Prisioneros del Honor’ (Prisoners of Honor, 1991), dirigida por Ken Russell en 1991 e interpretado por casualidad por el casi homónimo Richard Dreyfuss, un americano de cultura judía.
La investigación del militar de la nueva versión es una dramatización sólida, informativa e incluso oportuna del asunto Dreyfuss, un infame escándalo político que acabó convirtiéndose en una historia sobre injusticia que inspiró incluso a los intelectuales del movimiento sionista. El título original de la película ‘J’Accuse’, es una referencia a la carta abierta de Émile Zola en la que el escritor —que aparece en la película— acusó al gobierno francés de antisemitismo con nombres y apellidos, creando un auténtico seísmo en la opinión pública francesa.
Yo acuso
La resonancia de su acto, uno de los casos más famosos de una prensa libre que dice la verdad al poder, sorprende por cómo contrasta con la reciente película de otro viejo director clásico, la ‘Richard Jewell’ de Clint Eastwood, que apunta el dedo hacia la prensa como instrumento de la acusación y juicio paralelo, pese a que ambas tratan los mismos temas de heroísmo, traición al estado y corrupción sistemática de este. La lucha de Picquart contra el sistema para limpiar el nombre de Dreyfuss tiene paralelismos a la del abogado interpretado por Sam Rockwell.
Y como Eastwood, a sus ochenta y muchos, Polanski todavía tiene sus habilidades narrativas entonadas, y el complicado entramado del espionaje, las evidencias falsificadas, el juego de testigos y el proceso judicial se desarrollan con fluidez y precisión, dejando que, a medida que la trama se complica, los sentimientos y las alianzas cambien de lado, aunque hay cierta frialdad en todo el proceso que impide que el desarrollo sea todo lo emocionante que podría ser.
También hay ciertos parecidos con ‘La tragedia de Peterloo’ (Peterloo, 2018) en la que Mike Leigh trató la injusticia social del siglo XIX, y desarrollaba con rigor, las fechas y las personas involucradas, como hace esta ‘El oficial y el espía’ antes de poner todos los nombres y personajes dispuestos para el último acto. Detalles como la fotografía clásica y elegante de Pawel Edelman y el convincente diseño de producción de Jean Rabasse dan un aspecto lavado de texturas tenues similar a estampas de la época.
Una opresiva persecución en silencio
Las partitura opaca, a menudo sorprendente, del ganador del Óscar Alexandre Desplat surge para romper los silencios y subrayar la indignación tácita creando un tono deliberado que se mimetiza con la época retratada, menos cacofónica y vertiginosa que la actual. Cómplice del escenógrafo Jean Rabasse, Polanski juega hábilmente con espacios cerrados, cajones, cajas fuertes, llaves y cerraduras en una búsqueda de espacios angostos y seguros donde pueda protegerse de los juicios y el peligro de los propios compañeros, llegando casi a lo kafkiano.
‘El oficial y el espía’ es un drama inteligente con un desarrollo lento pero seguro en una sucesión paciente de pequeñas escenas pausadas y reflexivas que agregan un interés a la trama principal y van elevando el largometraje. Alguna subtrama como la de Emmanuelle Seigner interpretando a la amante casada de Picquet, no es tan robusta como otras y permite que el movimiento se diluya. En el resto del reparto, Alfred Dreyfus es interpretado por un sorprendente Louis Garrel, que encarna a la perfección el sufrimiento de su personaje.
George Picquart, el hombre responsable de tirar del hilo del que finalmente se deshizo el escándalo de Dreyfus tiene la cara del ganador del Óscar Jean Dujardin, aquí apuesto caballero de mostacho, muy contenido en sus emociones en una actuación serena y llena de significados en su mirada. Toda ‘El oficial y el espía’ cuenta con claridad expositiva y detalles una historia conocida pero menos divulgada de lo que parece en la que Polanski se ajusta a hechos reales como en ‘El pianista’ (The Pianist, 2002) para relatar sus obsesiones.
Describiendo la claustrofobia, el confinamiento y la imposibilidad de mantener secretos y pensamientos bajo llave, deja fluir levemente algunos impulsos emocionales de los eventos más turbios de su vida, que, pese a no tener tanto que ver, sí que** sirven de reflejo de su punto de vista**. Y es en este punto en donde el film cambia la relevancia del presente por la autoría, también una prisión para el espectador, condenado a apreciar la palabra de un acusado que, a diferencia del protagonista, no es un judío inocente.
Ver 5 comentarios