La aparición de dos veteranos como Dustin Hoffman y Emma Thompson invita cuanto menos a esperar lo mejor de ‘Nunca es tarde para enamorarse’ en el plano interpretativo. Sus carreras les avalan y su gancho es obvio para esta historia que mezcla romance, drama y comedia al más puro estilo de Hollywood, escrita y dirigida por Joel Hopkins.
Y al menos en el apartado interpretativo no decepciona. Lo mejor de la cinta es la pareja protagonista, tanto por el dibujo de sus respectivos personajes, nada fáciles, pero que resultan enormemente realistas y humanos, como por la química sincera que destilan en pantalla.
Hoffman convence con su papel de pianista de segunda. Un músico de jazz frustrado que acude a Londres a la boda de su hija de la que siente distanciado, para vivir un infierno frente a su ex esposa, el marido de ésta y un evento al que acude sin convicción, y que se acaba convirtiendo en el escenario para redimir las culpas y errores del pasado. Fruto de la casualidad se topa con una mujer introvertida, también desubicada como él con la que intenta, casi de forma desesperada, encontrar alguien que escuche sus penas.
A su vez, Thompson resulta sobresaliente en su trabajo de una mujer madura, solitaria, absorbida por su madre, con un fuerte espíritu de decepción (acude a clases de escritura con el sueño de dedicarse a escribir algún día), demabula por la vida con un punto de amargura y cierto hermetismo hacia los hombres, que encuentra en el maduro músico a la persona que le puede comprender y, sobre todo, capaz de hacerle sonreír con sinceridad, además de compartir esos momentos de deshinibición necesarios para sentirse plenamente humana.
Ambos comparten en ‘Nunca es tarde para enamorarse’ momentos de sinceridad, de labrar un incipiente amor honesto y verdadero, de compartir similitudes y vivencias a través de paseos por románticos rincones de Londres, que supone el escenario romántico de fondo. La convergencia de ambos personajes, la química que desprenden y la sincera relación de ambos es el mayor acierto de un guión, que en el resto flojea en exceso, con tramas secundarias muy forzadas, convencionales y, sobre todo, por buscar sin convicción un tono de comedia que no logra alcanzar.
Muchas similitudes con otras comedias románticas como ‘Serendipity’ o incluso ‘Antes del amanecer’, pero con dos personajes que son dos perdedores que denotan una soledad cercana al patetismo y que se complementan, a la vez que se sinceran. En ese proceso de conocimiento de mutuo se tocan aspectos de la vida de ambos que sirven para estrechar los lazos de unión, y se dicen verdades que casi hacen tanto daño como logran despertar ese sentimiento romántico que ambos comparten. Hopkins filma un romance timorato, precavido pero sobre todo reflexivo, auténtico y con la suficiente espontaneidad para convencer.
Como digo, Joel Hopkins yerra en la búsqueda de la comedia, con gags absurdos y con situaciones forzadas, añadiendo elementos que no sirven de verdadero contraste con la historia principal. Escenas que más bien distraen (con secundarios de escasa presencia y poca aportación) y disipan el tono logrado con los dos protagonistas, con momentos forzados, encorsetados y escasamente originales que hacen flojear el resultado global. Sin embargo, acierta en la presentación de los dos personajes, en un montaje inicial que consigue introducir con cierta brillantez al espectador en los mismos y en una propuesta honesta con una historia romántica muy realista, que deja algunos brillantes diálogos y un ápice de esperanza para el amor en una etapa de la vida en la que la falta del mismo se hace especialmente dramático.
‘Nunca es tarde para enamorarse’ supone el reencuentro de dos actores a los que les hacía falta una película donde volver a ser protagonistas (a sus edades Hollywood los aparta del primer plano) y demostrar el gran talento que se les supone. Ambos cumplen y resultan lo más destacado del conjunto, alcanzando una sincera química que funciona a la perfección para este retrato de amor en la madurez que no está edulcorado en exceso.
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