'No se aceptan devoluciones', azucarero con trampas

'No se aceptan devoluciones', azucarero con trampas
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‘No se aceptan devoluciones’(Eugenio Derbez, 2013) es la película mexicana más taquillera de la historia en los Estados Unidos, como si eso le importase a alguien o fuera suficiente para establecer la calidad de un film manipulador hasta la médula, que parte de una premisa más que sobada, y sigue punto por punto los esquemas típicos de las comedias hollywoodienses, sobre todo aquellas que hablan de la responsabilidad de ser padre y las prioridades en la única vida que nos ha tocado vivir.

Todo muy bonito, muy pastelero, muy pretencioso incluso, y según pasan los días, mi mente de cinéfilo se revuelve cuando le da por posarse en una película que podría haber estado mucho mejor de lo que nos quieren hacer creer. Sin embargo, y he ahí uno de los secretos de su éxito, juega sus cartas sin disimular su influencia clarísima del culebrón, ganando sin esfuerzo al público acostumbrado a los seriales televisivos con carga dramática. Otra cosa son los cinéfilos.

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Manipulación emocional

Una de las películas que vienen a la memoria al visionar el trabajo dirigido, escrito y protagonizado por Eugenio Derbez es, sin duda, ‘La vida es bella’ (La vita è bela’, Roberto Begnini, 1998) en el sentido en que un padre oculta a su hijo, en este caso hija, la verdadera realidad, creando todo un mundo de fantasía a su alrededor para hacerle la existencia ya no placentera, sino de color rosa. Si el trabajo de Benigni corría el peligro de mezclar el horror con la fábula, el de Derbez cae en la manipulación emocional del espectador con giros de guión absurdos y utilización de la música o la puesta en escena verdaderamente vergonzosos.

De acuerdo totalmente en el feeling más que sobrado entre Eugenio Derbez, que recuerda en su humanidad al célebre Cantinflas, salvando las distancias evidentemente, y la pequeña Loreto Peralta, cuya simpatía y rostro llegan para ganarse el corazón del espectador, sin necesidad de hondura dramática. Ambos intérpretes se prestan a un juego tan entretenido —la película realmente no aburre, eso es cierto— como peligroso, sumando a la película elementos televisivos, sobre todo de guión, con las consabidas trampas, que en una serie habrían quedado mejor disimuladas.

Pero que en su tramo final se atrevan a traicionar el punto de vista —un mal que en el cine actual está a la orden del día, sin duda, heredado de la influencia televisiva, que se rige por otros patrones— con hasta tres cambios bruscos de guión, es algo hasta cierto punto insultante. A los miles de filtros puestos delante de la cámara para escenas de spot televisivo con atardeceres gloriosos, hay que sumar la ocultación de un importante secreto, y que por motivos obvios, no funciona argumentalmente cuando es expuesto ante el espectador.

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Malas influencias

Si habláramos de uno de esos culebrones mexicanos con infinitos episodios, la carambola final tendría su gracia, incluso su justificación. En una película (CINE) acumular tantos cambios en tan poco tiempo, sólo contradice lo visto en lugar de complementarlo y expone errores de enfoque. Poner todas las cartas sobre la mesa no es sorprender al espectador con giros ilógicos que acentúan además una crueldad innecesaria en la trama. El tan manido truco televisivo no funciona en cine al menos en este caso.

En cualquier caso ‘No se aceptan devoluciones’, película cuyo segundo visionado evidencia aún más sus trampas —el cine es tramposo por naturaleza, una mentira, pero cuando se hace bien, segundos visionados elevan la obra aún más en muchos casos—, puede cautivar en ciertos instantes, aunque el humor sea un poco ramplón, desaprovechando muchas ideas, y si lo hace sin duda es por sus actores, que están magníficos.

Pero no me quedo con su mensaje —peligroso si lo pensamos bien, la vida no es así—, ni con sus falsa emotividad al provocar las lágrimas por la combinación de sus elementos —elemento dramático metido a calzador, música bonita y fotografía espectacular— y no del drama en sí como reflejo de la verdad. Para eso me veo una película de Marvel y no un drama con el azúcar gratuito como arma defensiva. Malditas series.

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