El 23 de septiembre se estrenó ‘No habrá paz para los malvados’, que se convirtió fulminantemente en un fenómeno de la crítica y, sin embargo, tuvo una aceptación más tibia por parte del público, no en cuanto a su asistencia, pero sí en cuanto a sus reacciones. Por mi parte, tardé considerablemente en ver esta película, no por falta de ganas, sino por no encontrar el momento y a eso se debe la consecuente tardanza en traeros esta opinión.
Tras ‘La vida mancha’, ‘La caja 507’ y otras, Enrique Urbizu nos presenta una cinta de acción y violencia en la que un policía de actitudes reprobables sigue por su cuenta una pista que al mismo tiempo y de forma oficial están investigando un inspector y una juez. Jose Coronado da vida a este protagonista, mientras que Juanjo Artero y Helena Miquel interpretan a los otros dos investigadores. Rodolfo Sancho, Pedro María Sánchez y Nadia Casado completan el reparto.
La acometida de partida impacta e intriga al presentar en acción, sin explicaciones ni preámbulos, a un personaje del cual lo ignoramos todo. La caracterización de este hombre, llevada a cabo tanto por estilismo y peluquería como por el propio Coronado en sus ademanes y forma de hablar resulta muy enérgica. Tenemos ante nosotros a un personaje cuestionable y matizado, a uno de esos protagonistas creados con valentía: no hay miedo por que sean más negativos que los antagonistas y no hay interés por pintarlo de rosa, guapo, amable, bondadoso y perfecto, como tantos protagonistas odiosos por culpa de la intención de que caigan bien. A Coronado incluso se lo afea para presentarle al espectador un pulso por ver si aguanta a su lado, empatizando con él a costa de todo, o si se rinde y lo abandona.
El mismo mérito encuentro a la atmósfera envolvente y enrarecida en la que transcurre el film, que contagia la inquietud. No existe la complacencia ni la dulcificación de un mundo que, cuando presenta su cara amable, lo hace para dar fe de la inestabilidad en la que esta se sostiene. La fotografía oscura, la predominancia de la noche como si fuese un lugar en el que rodar y algunos encuadres cargados de intención nos adentran en esos bajos fondos que habitualmente ignoramos, pero que la cinta nos hace ver que están más cerca de lo que desearíamos.
En los primeros minutos, la falta de información juega a favor del interés hacia la película porque despierta curiosidad y crea una cierta incomodidad que amplifica la inquietud que se intenta que transmitan el protagonista y la ambientación. Pasado el tiempo en el que ese recurso se suele explotar prudencialmente, los autores del guion, Urbizu y Michel Gaztambide, deciden mantener la información bajo mínimos y, a partir de aquí, en lugar de en incógnitas que favorezcan el enganche, esto se traduce en cierta confusión.
Todo esto convierte a ‘No habrá paz para los malvados’ en una película imprecisa o, como mínimo, críptica, ya que esa falta de precisión puede estar elegida por los autores. Entre el exceso de explicaciones o el didacticismo empleado con la intención de que ningún espectador, ni el más despistado, se pierda –en los que se cae muy a menudo y que nunca defenderé– y esta elección de atarlo todo con hilos demasiado transparentes, se puede hallar un término medio, que yo habría considerado más efectivo. Por otra parte, será cortedad mía, pero me cuesta adivinar qué debo extraer de la historia y de la manera en la que este antihéroe se convierte en héroe –no concreto para no desvelar nada a quienes no hayan visto el film–, basándome solo en lo que contiene la película. Se impone echar mano de entrevistas o declaraciones y, a pesar de que esto se esté extendiendo o imponiendo para facilitar la labor crítica, creo que cuando sucede no es buena señal.
No solo en ocasiones se echa en falta cierta información, sino que cuando sí se ofrece, se proporciona de forma reiterativa –Chacón y Leiva van pisándole los talones a Santos Trinidad y lo que vemos con ellos lo hemos visto antes, sin que su presencia nos añada nada nuevo– o poco cinematográfica. Habría sido preferible que el espectador viese por sí mismo la justificación del personaje de Santos, que en su lugar se transmite a través de un diálogo excesivamente largo. Esto puede estar originado por una rebaja en el presupuesto para filmar, pero en la película se observan algunas decisiones de la sala de montaje que no colaboran con un fluir idóneo de la narración.
En conclusión, ‘No habrá paz para los malvados’ destaca gracias a haber creado a un gran personaje y una lograr con habilidad la atmósfera buscada. Sin embargo, el film de Urbizu adolece de cierta cojera en el guion, quizá por causa de los recortes presupuestarios o quizá por una excesiva ambición de mantener la sutileza. En cualquier caso, el conjunto se habría beneficiado, desde mi punto de vista, de una mayor definición en lo que se cuenta, aunque solo fuese para que no me resultase tan difícil adivinar el propósito de narrar esta historia, búsqueda que yo siempre haré, como si fuese una manía mía personal, aunque para muchos espectadores resulte innecesario hallar esa conclusión.
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