En este momento, y ya desde hace mucho, Michael Caine es razón más que suficiente para ver una película, aunque la misma a priori no sea demasiado interesante, o nada en ella invite a verla. Sin duda, uno de los más grandes actores que ha tenido nunca el cine, y que en el presente parece haber sido adoptado por directores mainstream de la talla de Christopher Nolan. ‘Mi amigo Mr. Morgan’ (‘Mr. Morgan’s Last Love’, Sandra Nettlebeck, 2013) se aleja completamente de ese tipo de cine y ofrece una portentosa interpretación del actor, de lejos lo mejor de una cinta que va desinflándose a pasos agigantados a partir de su primer tercio.
Se trata de la última película dirigida por Sandra Nettlebeck, directora alemana que tiene en su haber un film tan disfrutable como ‘Deliciosa Martha’ (‘Bella Martha’, 2001) —recomiendo huir de su remake estadounidense—, film de tono amable y sincero que parece repetirse aquí, con la garantía añadida de un actor extraordinario capaz de hacer suyo todo tipo de personajes. El film, un pequeño drama sobre la soledad y el amor recuerda, salvando mucho las distancias, a ‘Amor’ (‘Amour’, Michael Haneke, 2012).
Caine da vida a Matthew Morgan, reciente viudo que ha vivido al lado de su esposa en París durante buena parte de su vida, ciudad que no piensa abandonar porque supondría enterrar en el olvido a la compañera de su vida. De tendencias suicidas pronto tendrá una alegría en su solitaria existencia, al conocer a una simpática y muy amable chica —personaje a cargo de una muy natural Clémence Poésy— que será como un soplo de aire fresco en la vida de Morgan, aburrido de vivir sin el amor de su vida, al que evoca de vez en cuando, con desoladora mirada nostálgica.
Un globo que se desincha
El primer tercio de ‘Mi amigo Mr. Morgan’ es casi admirable. Tempo lento pero intenso, disertaciones de lo más certeras sobre el amor cuando tu pareja fallece, y que alcanza su cenit en la conversación de la cafetería, detalles tan maravillosos como el de Morgan paseando por la calle y agarrando de forma imaginaria la mano de su eterna compañera. Detalles sutiles, momentos en los que no se abusa siquiera de la “bonita” banda sonora de Hans Zimmer, y que todo se va al traste en cuanto entran en escena los hijos de Morgan —Justin Kirk y Gillian Anderson—.
A partir de ahí, el film pierde enteros en todos sus frentes. El drama deviene en algo tópico, aburrido y sin fuerza. Diferencias generacionales, historia de amor más que previsible, sin ningún tipo de justificación, diálogos absurdos y errores de continuidad. Es como si Nettlebeck se hiciese cargo de otro film completamente distinto, incluso en tono, volviéndose una película tan amable que termina por resultar intrascendente y vacía. ‘Mi amigo Mr. Morgan’ se vuelve ñoña, y desperdicia por completo todos sus planteamientos iniciales, siendo sólo disfrutable por presencia el recital de Caine.
Un recital asombroso que demuestra la grandeza antes citada de un actor que parece hacer fácil lo difícil. En este caso hablamos de un hombre bastante mayor, inglés, con el típico orgullo británico, cansado en cierto modo de la vida, la cual parece no sorprenderle lo más mínimo, salvo por la aparición de su nueva amiga, que le devolverá algo de la ilusión perdida. El actor domina todos y cada uno de sus gestos, de sus expresiones, haciendo de la naturalidad su mayor baza. Toda una lección actoral, cuyo mayor desastre es el estar en un film que termina diluyéndose por completo, a pesar de sus buenas intenciones.
Si no fuera por la inmensidad de un actor como Caine, el visionado de ‘Mi amigo Mr. Morgan’ —título en español realmente poco atinado— puede ser de lo más terrible. Todo el dramatismo inicial, tan bien medido, se pierde por completo, y el desenlace, que debería ser de una emoción sin parangón, se queda en un subrayado innecesario. Una pena.
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