Cuando estuve hace un par de años en el Festival de Cine de Locarno, pude ver el estreno de 'Las chicas de la lencería' ('Die herbstzeitlosen') y la verdad es que, como dije sobre 'Corrupción en Miami', mejor que la película fue el marco incomparable en el que se proyectó.
El film se ha estrenado en nuestras pantallas, acontecimiento con el que no contaba, pues es correcto y entrañable, pero no me pareció que pasase de ser el típico producto que emociona a los habitantes de un país que no tiene demasiada producción cinematográfica sólo por el hecho de ser suyo. Llegaron incluso a presentarlo a los Oscar y, aunque dije que 'Los falsificadores' no era para tanto, evidentemente las diferencias son inmensas. Pero al parecer, 'Las chicas de la lencería' está teniendo éxito porque hay un determinado sector del público –ése al que le cuesta un euro ir al cine los martes— al que le hacían falta historias de este tipo con las que identificarse y pasar un rato entretenido.
'Las chicas de la lencería' está dirigida por Bettina Oberli e interpretada por Annemarie Düringer, Hanspeter Müller-Drossaart, Bettina Oberli y Heidi Maria Glössner.
'Las chicas de la lencería' nos habla de Martha, una viuda ya mayor cuya vida todo el mundo da por hecho que ya no tiene más sentido que el de esperar que termine de la forma más resignada posible. Pero de esa manera casual que no sé si ocurre sólo en las películas o si también en EE. UU., descubre que tenía un talento que no había trabajado jamás: la capacidad para confeccionar lencería erótica de alta calidad y sumamente imaginativa. El hijo de Martha, aunque sea mucho más joven que ella y que sus amigas, será el primero que se escandalice ante semejante empresa, pero a ella no la detendrán ni la mirada censora de quienes la rodean ni las adversidades.
Como se puede imaginar, esta trama da pie a una colección de escenas que tienen bastante humor. Son todas aquellas en las que las viejecillas entran en sex-shops sin el más mínimo problema y se ponen a comentar la falta de calidad de las prendas que se encuentran a la venta en ellos o aquellas en las que las mujeres del pueblo se prueban picardías y se encuentran arrebatadoras. El choque contra las mentes más conservadoras de la aldea también provoca momentos divertidos que insuflan en el espectador una especie de optimismo por los proyectos que se pueden emprender en el otoño de la vida. Como comenté sobre la recientemente estrenada 'Mi novio es un ladrón', el mejor aspecto de 'Las chicas de la lencería' son esos metafóricos puñetazos en las narices que recibe el hijo de la protagonista que considera que su progenitora no puede tener otra cosa en mente que cuidar de él y echar de menos al padre muerto. Es graciosa también la imaginería patriótica de la región del Emmental, que aquí sólo nos suena por el queso.
Como también se puede imaginar por el tráiler y la sinopsis, todos los demás aspectos del film son sumamente tópicos y previsibles, entre ellos esa unión de los habitantes a favor de la protagonista que siempre que se hace lleva la etiqueta de "estilo Capra". Pero incluso lo de siempre hay que saber hacerlo para que funcione. Y en esta película conjuga muy bien esos elementos que pueden llegar a emocionar y, como si se tratase de una de las comedias de la Ealing antiguas, deja un buen sabor de boca porque está llena de encanto y simpatía. La experiencia es muy similar a la de 'Las chicas del calendario' y sospecho que la elección del título español, 'Las chicas de la lencería', se hizo para que recordase aún más al film protagonizado por Helen Mirren.