Con dos años de retraso y probablemente gracias al éxito de ‘Inside Job’, llegó el viernes pasado a las carteleras españolas, ‘La doctrina del shock’ (‘The Shock Doctrine’, 2009), un documental de Michael Winterbottom y Mat Whitecross, cuya idea central es demostrar, como ya lo hace el libro de Naomi Klein —la intérprete principal y guionista de esta película—, que los gobiernos han utilizado la doctrina del shock, un tratamiento psicológico de tortura, para hacer con sus pueblos lo que les convenía, más concretamente imponer un capitalismo desatado. En esos shocks que hemos estado viviendo en las últimas décadas entrarían tanto las guerras, ya fuesen frías o bélicas, como las crisis económicas y los atentados terroristas.
Una estructura muy sencilla y lineal, que expresa las ideas una total claridad, va uniendo imágenes de archivo bajo la voz de Kieran O’Brien, quien nos explica los hechos históricos que los mandatarios han aprovechado o bien provocado para someter a sus pueblos a los regímenes políticos y económicos que les eran propicios. Entre estas imágenes, rescatadas de documentos televisivos o cinematográficos, se articula una conferencia de Klein que sirve como pinceladas a lo que se nos va indicando en off.
El grado de manipulación de ‘La doctrina del shock’ es muy bajo o casi ausente. Es posible no estar de acuerdo en la interpretación de la señora Klein acerca de la explotación de los desastres para imponer el capitalismo, pero ninguno de los puntos concretos citados, ninguno de los datos, ninguna de las informaciones se puede rebatir o, siquiera, discutir. Con ello, por mucho que no se coincida en los métodos, parece no quedar duda sobre las malas artes puestas en marcha por los políticos que se reflejan en el documental y cuyas malas prácticas, todo hay que decirlo, no eran un secreto para nadie.
Recordar hechos como los ocurridos en los años ’70 en Chile y en Argentina llenan de lágrimas los ojos, aunque no se trate de nada que desconozcamos. Curiosamente, sucesos acaecidos más recientemente, habían quedado menos claros en nuestro entendimiento —al menos, en el mío—, como las maniobras de Yeltsin.
No parece que Naomi Klein haya descubierto nada que no supiésemos ya, pues ese refrán que utilizo en el titular, «a río revuelto, ganancia de pescadores», podría servir para simplificar y dejar en la esencia esta teoría: el caos y el desastre pueden servir a los poderosos para imponer sus condiciones y sacar tajada.
Lo que sí supone una ruptura es hacer ver que ese capitalismo que siempre se ha vendido como autorregulador, libre y utópico, casi nunca ha llegado de manera natural y espontánea, sino que ha sido impuesto de forma muy controladora por los gobiernos. Esa falta de injerencia que predicaban Milton Friedman y su escuela de Chicago no era real. Ni siquiera estamos hablando de que fuese necesaria una imposición forzosa al inicio para luego dejarlo volar solo con resultados positivos.
Diferente y complementaria a ‘Inside Job’
Comparada con ‘Inside Job’, ‘La doctrina del shock’ es una película más amplia históricamente, pues se remonta varias décadas para hablar de cómo se empezó a utilizar esta doctrina. Al mismo tiempo, es más limitada en cuanto la explicación de la crisis, pues se refiere únicamente a un aspecto y no a la globalidad de lo que nos ha llevado hasta aquí. No aspira a cubrirlo todo, sino a dar una vertiente, una faceta de esta situación.
Si en ‘Inside Job’ se entrevistaba a parte de los responsables del desplome financiero y se les dejaba en ridículo con claras intenciones, aquí no aparecen entrevistas de ningún tipo. Se incluyen declaraciones, pero hechas antes del documental, es decir, material de archivo. Y si Naomi Klein aparece hablando con personas es más que nada con víctimas.
Otra diferencia con ‘Inside Job’ es que sí da un mensaje final con el que poder ponerse en marcha. Klein invita a salir a la calle. En los dos años que han pasado desde que se hizo el documental, esto ya se ha puesto en práctica —en España tenemos movimientos como el 15M—, aunque no sé si de la forma que ella proclamaba, por lo que se podría decir que está más vigente que nunca o más obsoleta que nunca. Lo que parece quedar claro es que su conclusión de que el shock ya no hace efecto está obsoleta, pues se ha demostrado que el efecto se sigue produciendo tal cual y que reaccionamos a las crisis con resultados de pánico y desesperación, no similares, pero sí equivalentes a los de las décadas pasadas.
Conclusión
No sé si tiene sentido decir que es un documental necesario, comentario habitual ante este tipo de productos, ya que, como también comento siempre, estas cintas o libros predican al converso y su necesidad se pierde un poco cuando quienes lo ven son quienes ya están convencidos. Lo calificaría de necesario, como todos los otros documentales similares, si estuviésemos hablando de que lo fuese a ver alguien que forme parte del problema y no de la solución. Para quienes ya están de parte de Klein, puede ser un buen apunte que encienda un debate a la hora del café o un impulso más para salir a manifestarse. Cinematográficamente, me quedo con que es un film sencillo y lineal y gracias a ello muy claro, y que tiene la capacidad de emocionar en algún momento y de encender en casi todos.
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