Dejábamos la semana pasada el especial de Jerry Goldsmith con una cinta de corte bélico y lo retomamos hoy, pocos días después y en el mismo año, 1965, con otro filme que al igual que 'El coronel Von Ryan' ('Von Ryan's Express', Mark Robson, 1965) es una rareza dentro del marco del género en el que se inscribe.
Y si lo es, es debido a que 'Morituri' (id, Bernhard Wicki, 1965) es una producción estadounidense que se aproxima a una historia de la Segunda Guerra Mundial, no acercándose a un intrépido grupo de héroes en una misión imposible o poniendo en pie alguna de las muchas historias del bando aliado que generó la contienda, sino narrando en clave de thriller un relato protagonizado por alemanes.
'Morituri', tensión en alta mar
Contando tras las cámaras con el muy eficaz trabajo del que había sido encargado de filmar la parte alemana de 'El día más largo' ('The Longest Day', VVAA, 1962), 'Morituri' —que extrae su título de la célebre frase que los gladiadores pronunciaban en la arena antes de enfrentarse a muerte— gira en torno a la operación que el ejército británico pone en marcha para hacerse con la carga de goma que transporta un navío alemán rumbo a Europa desde Japón.
Para conseguirlo, y evitar que el capitán del navío —encarnado con su usual convicción y vehemencia por Yul Brynner— destruya la embarcación al mínimo indicio del enemigo, los británicos convencen mediante arteras mañas al alemán al que da vida Marlon Brando para que, haciéndose pasar por un oficial de las SS, se embarque en el buque, desactive todas las cargas que lo harían volar por los aires y espere a que el mercante sea interceptado por los aliados en alta mar.
Esa es, a grandes rasgos, la base de partida sobre la que se apoyan las dos horas de metraje de 'Morituri' para mantener en vilo al espectador. Y a fe mía que lo consiguen. Primero, por lo muy efectivo de un reparto que oscila entre la citada vehemencia de Brynner y lo poco afectado e igualmente espléndido de Brando como ese falso oficial de la Schutzstaffel y que, en sus secundarios, encuentra la justa medida del necesario realismo con el que apoyar el discurrir de la acción.
Segundo, en lo bien dosificada que está en aquélla todo lo que va sucediendo a bordo del barco —escenario de la cinta durante un 95% del metraje— y en el ajuste con el que el guión va avanzando lentamente dejando respirar a la creciente tensión que se crea entre los camarotes y diferentes estancias del navío, aumentada, no cabe duda, por la claustrofóbica sensación que dimana de la dirección.
Y tercero, y en mejor posición, por lo que a ésta última se refiere. El aprovechamiento que hace Wicki del limitado espacio que le proporciona el barco es tan brillante como la forma en la que se plantean algunos instantes sueltos —el falso zafarrancho de combate, por ejemplo— y el pulso que su trabajo plantea con el espectador desde el momento en que el filme "se hace a la mar" convierte a 'Morituri' en una pequeña joya a descubrir.
'Morituri', la música
Desafortunadamente, no es la composición de Jerry Goldsmith un valor a considerar a la hora de hablar de lo mejor que nos deja el descubrimiento de 'Morituri'; al menos, no más allá de un tema principal que, eso sí, es perfecta muestra de la extrema habilidad del maestro para evocar con precisión el ambiente del filme incluso sin saber en torno a qué gira éste.
De talante misterioso e inquietante y con el gran protagonismo de la cítara, el 'Main Title' de la cinta comporta al mismo tiempo cierta amargura —muy apropiada para el personaje de Brynner— y el traslado inmediato del espectador a la Europa del Este, evocando pues desde el inconsciente a los alemanes que son eje sobre el que se mueve el filme.
Pero, como decía, dejando dicho tema a un lado lo que nos reserva el score publicado en su totalidad por FSM en 2001 —anteriormente había sido Tsunami la que había recogido once cortes junto a 'Primera victoria' ('In Harm's Way', Otto Preminger, 1965)— es un ejemplo más, ni mejor ni peor que los que ya hemos visto hasta ahora, de esos años durante los que Goldsmith transitó desde sus trabajos televisivos hasta la plena formulación del muy reconocible sonido que terminaría asociándose a su nombre.
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