Hace siete días comentábamos en este mismo especial la fascinante y compleja 'Freud, pasión secreta' (id, John Huston, 1962), una cinta que servía para poner en contacto al compositor en desarrollo que todavía era Jerry Goldsmith con uno de los directores más importantes de la historia del séptimo arte. Y muy contento debió quedar Huston con el atonal trabajo que el músico realizó para su acercamiento al padre del psicoanálisis cuando volvió a contar con él para poner sonoridad a su siguiente producción, un divertimento muy alejado de los sesudos parámetros en los que se había movido el biopic interpretado por Montgomery Clift.
Demostrando, como lo hizo una y otra vez a lo largo de sus casi cincuenta filmes como realizador, que era un artista capaz de aproximarse a cualquier género, Huston tomaba la novela homónima escrita en 1959 por Philip MacDonald para construir un thriller tremendamente entretenido en el que, al margen de la trama que sigue las pesquisas de George C.Scott, un antiguo agente del MI5 —el Servicio de Seguridad del gobierno británico—, mientras trata de resolver unos misteriosos asesinatos, planteaba un curioso de ¿quién es quién? a los espectadores de hace cinco décadas.
'El último de la lista', adivina quién asesina esta noche
Anunciado en el propio cartel de la producción, cinco amigos del director —bueno, cuatro, que uno de ello sí tiene un papel de relevancia en los acontecimientos— se prestaban a una pequeña broma que nada tiene que ver con la novela en la que se basa la cinta y que consistía en que el respetable de la época averiguara bajo qué personajes se escondían Tony Curtis, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Robert Mitchum y Frank Sinatra, todos ellos ocultos por el maquillaje al que los sometía John Chambers, el mítico profesional responsable de haber creado las orejas de Spock y los monos de 'El planeta de los simios' ('Planet of the Apes', Franklin J.Schaffner, 1968) y sus secuelas.
Quizás mucho más evidente hoy en día que hace cinco décadas, lo cierto es que dicho juego es sólo eso, una pequeña broma de Huston para distraernos mientras se va desplegando la trama en la que se ven envueltos George C.Scott y Clive Brook, cuando el Adrian Messenger del título original fallece en una extraña explosión de avión. Nada compleja, para qué engañarnos, el despliegue de la acción detectivesca de los dos protagonistas masculinos termina convirtiendo a 'El último de la lista' en una suerte de homenaje al universo de Sherlock Holmes, actuando Scott como el sabueso de Baker Street y Brook como un Doctor Watson puesto ahí para aclarar de forma puntual la investigación.
Visto así, el filme podría parecer uno de tantos que ha copiado de forma indiscriminada a la inmortal de Sir Arthur Conan Doyle, pero lo cierto es que Huston y Anthony Veiller —escritor que ya había colaborado con el cineasta en dos ocasiones anteriores— se las apañan para evitar que así nos lo parezca, y en que el filme no termine siendo contemplado con ojos cínicos como un mero plagio enmascarado de uno de los personajes que más adaptaciones cinematográficas ha conocido en la historia del cine trabajan con igual efectividad realizador, guionista y el sólido plantel de actores.
En términos de lo que el primero consigue, no cabe duda de que estamos ante un filme menor del patriarca de la saga Huston si lo comparamos su ópera prima, cualquiera de las incursiones que hizo en el noir o el western o, por supuesto, sus magníficas aproximaciones al cine de aventuras. Pero un título menor de John Huston aún sirve para dar lecciones de planificación, ejecución y narración, y 'El último de la lista' no es una excepción con noventa y ocho minutos que son todo un ejemplo de espléndido ritmo, acertadísima elección de actores e incuestionable solvencia acerca de cómo construir un entretenimiento de primera calidad.
'El último de la lista', la música
Aunque dentro de la personalidad bromista del filme, Goldsmith se permita un chiste privado con las primeras notas que abren el score y parezca que nos vamos a encontrar una partitura que vuelve a apuntar a lo dodecafónico de 'Freud', lo cierto es que el tono de la banda sonora de 'El último de la lista' no podría ser más opuesto a lo oscuro y profundamente complejo de la anterior composición del músico. De hecho, sólo hay que atender al burlesco motivo principal, ejecutado en los metales, para apercibirse de por dónde van a discurrir las intenciones musicales de la producción.
Juguetona al igual que las imágenes a las que acompaña, el trabajo de Goldsmith para 'El último de la lista' es, más allá de su tema principal —que, huelga decir, es versionado a placer por las diferentes secciones de la orquesta—, uno que tira de los lugares que el compositor ha recorrido hasta el momento en su corta trayectoria cinematográfica, y poco hay que destacar de un score que Varese Sarabande recogía en su totalidad el año pasado para deleite de completistas impenitentes, esos que sólo son —somos— felices teniendo hasta el último resquicio de música compuesta para la gran pantalla por nuestro músico favorito.