'El padre' fue una de las sorpresas más grandes de la temporada pasada, un drama fabuloso sobre la demencia con un Anthony Hopkins impresionante. Era, pues, cuestión de tiempo que su director, Florian Zeller, quizá el nombre más conocido del teatro francés actual, hiciera una nueva adaptación de una de sus obras. Pero todo lo que funcionaba en su película anterior aquí se pasa de frenada. Y al final, 'El hijo' parece que no ha aprendido nada de 'El padre'.
Cuestión de familia
'El hijo' orbita de manera constante sobre el mismo tema: la depresión adolescente. Hemos visto a lo largo de los últimos años distintos acercamientos, pero siempre es interesante ver lo que un joven director que ya deslumbró al mundo una vez es capaz de contar (y cómo) para dar nueva luz sobre el problema. Pero Zeller nunca termina de acertar en su enfoque, que bascula entre el griterío constante, la obviedad, momentos de angustia adolescente y personajes simples que pretenden tratar una problemática excesivamente compleja. Por decirlo así, a Zeller se le queda grande.
Sabes que tienes un problema en tu película cuando ni Hugh Jackman, Laura Dern y Anthony Hopkins pueden levantarla. Los tres hacen lo que pueden pero el guion, que en teatro fue calificado como una de las mejores obras de la década, no funciona llevado a la pantalla. Todo parece exagerado y artificial, tratando de provocar el llanto continuo del público mientras les alecciona en un asunto que el propio director parece no controlar.
No hay que rascar mucho para ver qué es lo que Zeller quería hacer realmente en 'El hijo': un drama sobre los allegados de un adolescente con depresión y cómo se enfrentan a las trabas que este pone en el camino. Pero en su afán porque comprendamos todos los lados de este triángulo familiar no consigue explicar bien la idiosincrasia de sus personajes, que varían de actitud según el guion lo requiera: ahora soy muy duro, ahora soy juguetón, ahora soy un marido gritón, ahora un padre comprensivo. Este baile de personalidades hace que el producto final se resienta y termine en una tierra de nadie sentimental.
Pequeña Derncepción
'El hijo' se olvida de algo que debería haber sido esencial: a la hora de tratar una relación rota entre una pareja que tiene un hijo en común, no puedes hacer pasar al espectador más tiempo con uno de los dos y pretender que comprenda a ambos al final. La cinta se enamora de Hugh Jackman (con razón) y le sigue en un día a día terroríficamente aburrido, incluyendo un inicio de campaña política del que nada más se sabe y queda como una más de las tramas iniciadas (y jamás culminadas) de la película.
Pero mientras vemos a Jackman visitando a su padre, tratando de vivir una nueva vida con su novia y su bebé y arreglando con parches la relación destruida con su hijo adolescente, Laura Dern está desaparecida en combate. La equivalencia emocional queda totalmente rota cuando su drama se convierte en un mero acompañamiento del de él, a pesar de ser vital en la trama y en la relación con su hijo. Pasan demasiadas cosas en una película sobrecargada, pero todas le ocurren a un personaje que, lamentablemente, ni siquiera es interesante.
Con todo, las actuaciones de estos titanes se ven aguadas por la extraña decisión de confiar el papel más delicado a Zen McGrath, un actor australiano que funciona más como trasunto de Timothée Chalamet y que lamentablemente no termina nunca de hacerse con el personaje. Exagera, grita, llora y se desespera, pero nunca es capaz de dar unos matices más que necesarios que terminan por condenar la cinta cuando no se vuelve mas que un paripé recitativo. No hay emoción, no hay realidad, no hay ganas de crear algo más allá de lo que está escrito... Y se nota.
Salvados por la campana
Sin embargo, hay momentos de 'El hijo' en los que florece la película que podría haber sido con un poco más de mimo: la impecable conversación entre Hopkins y Jackman donde entendemos, en cinco minutos, más sobre su personaje que en el resto de la película; las miradas cómplices entre la ex pareja; los pocos momentos en los que Nicholas es capaz de expresar sus problemas sin frases hechas ni gritos exacerbados. Pero son pequeños oasis en lo que, por lo demás, no se aleja tanto de lo que hemos dado en llamar socialmente "peli de tarde de Antena 3".
La cinta tiene buenas intenciones, pero no basta con eso: la falta de personajes y el exceso de drama, sumado a unos diálogos imposibles terminan por destruir cualquier conato de verdad que pudiera existir en su guion. Tras la complejidad narrativa de 'El padre', que lograba crear un protagonista muy fuerte a base solo de recuerdos desordenados, 'El hijo' se siente como un tristísimo paso atrás: una película terriblemente convencional cuya mediocridad se da de bruces con el intento infructuoso de ser un "algo más" que nunca termina de rubricarse.
Es mejor que una cinta basada en una obra de teatro peque por su excesiva teatralidad a que lo haga por su falta de emociones reales. Zeller no ha acertado esta vez, dejando en duda su posible cierre de trilogía familiar con 'La madre'. Esperemos que no sea uno de esos ejemplos de directores que tras una ópera prima deslumbrante no han sabido retomar el rumbo de sus carreras. De momento, la depresión adolescente de 'El hijo' no es convincente ni desde el punto de vista argumental ni desde el emocional. Dos horas larguísimas (con un tercer acto interminable) que, al final, sirven como perfecta advertencia para utilizar siempre medidas anticonceptivas.
Ver 2 comentarios