'Gett: el divorcio de Viviane Amsalem' ('Gett: Le procès de Viviane Ansalem', 2014) es el cierre de la trilogía empezada por los hermanos Ronit y Shlomi Elkabetz sobre la independencia -o más bien escasez de ella- en Israel. Aunque funcionan de forma independiente, las tres películas -‘To take a wife‘ (2004), 'Los siete días' (2008) y esta- siguen los pasos de una única mujer Viviane Amsalem, para convertirla en el retrato universal de la mujer israelí actual y de su vida en una sociedad en la que no les dejan avanzar.
Tras su paso de la Quincena de los Realizadores del Festival de Cine de Cannes en 2014, por el Festival de Toronto del mismo año, su trayectoria festivalera se culminó recibiendo el Premio Otra Mirada que premia películas dirigida y/o centradas en la mujer y siendo la película candidata al Oscar de Habla No Inglesa por Israel. Combinando un poco comedia por la absuridad de la situación con el drama que supone la injusticia más absoluta ante el poco entendimiento, 'Gett: el divorcio de Viviane Amsalem' es una película que abre horizontes y absolutamente necesaria.
La mujer israelí

Viviane Amsalem quiere divorciarse, pero no puede. Y es que en Israel no existe el matrimonio civil, y por lo tanto, ni el divorcio civil. Sólo los rabinos pueden legitimar un matrimonio o su disolución y únicamente, si el marido lo aprueba, teniendo mucho más poder que un juez. Tras más de una década de matrimonio y dos hijos en común, Viviane Amsalem lleva tres años solicitando el divorcio y su marido, Elisha no quiere concedérselo. Viviane quiere ser libre a toda costa y eso, a Elisha le aterroriza. Tres años de un proceso en el que el ambiguo poder de los jueces en Israel en un proceso de divorcio resalta la absurdidad del asunto, dejando salir a la luz todos los problemas de un matrimonio y una sociedad retrógada.
Rodada en un único espacio -el juzgado y su sala de espera-, 'Gett: el divorcio de Viviane Amsalem' es directa, punzante y hasta dolorosa, aunque el conservadurismo de alguno de sus personajes llegue a resultar tan rídiculo y absurdo que haga que se le escape una carcajada al espectador. De puesta en escena elegante y sobria -desde los decorados hasta el vestuario siempre negro y blanco-, la cinta de los hermanos Elkabetz quiere poner de manifiesto la falta de derechos y libertades de la mujer en Israel y cómo la religión y el miedo dominan a los hombres, impidiendo cambiar esta situación.
La fuerza de Ronit Elkabetz

La co-directora, Ronit Elkabetz se reserva el personaje protagonista, del que seguimos su sufrimiento. Siempre con el pelo recogido y vestida de negro, Viviane Amsalem se muestra casi siempre serena y de mirada cansada, resignada y triste pero aún con energía por conseguir la libertad que considera justa. Ronit Elkabetz se convierte, con una fuerza extraordinaria, en el reflejo de la mujer que se atreve a luchar por unos derechos que en una sociedad como la israelí: una mujer moderna que sabe que puede ser libre y va a luchar con ella cueste lo que le cueste.
Junto a ella, un grupo de actores como Simon Abkarian, Menashe Noy, Sasson Gabai o Gabi Amrani, dando vida a marido, juez y rabino. Hombres que no conciben la libertad de la mujer y se acaban caricaturizando hasta el rídiculo y que lamentablemente tienen el poder dedecidir sobre el destino de Viviane. De diálogos elocuentes y rápidos , la película de los hermanos Elkabetz es dura y necesaria y sobre todo, impacta por la serenidad exhausta de la mujer israelí que aún tiene fuerzas por luchar y es que tiene muy poco que perder y mucho que ganar: su libertad.
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2 comentarios
loula2
La verdad es que, en general, son más conocidos los problemas de las mujeres en los países islamistas que los de las de la comunidad judía. Así que resulta una película necesaria en ese sentido.
pepe perez
Lucía, tu artículo necesita algunas puntualizaciones, no sobre el comentario que haces a la película en sí, sino a los comentarios sobre la situación legal en Israel; me refiero a los procedimientos de divorcio en Israel.
En primer lugar, sí existe el matrimonio civil en ese país. Israel ha firmado Convenios Internacionales que le obligan a reconocer (y reconoce) matrimonios civiles celebrados en terceros países por contrayentes israelíes; por supuesto, reconoce sin mayor problema el matrimonio civil celerbado en esos otros países entre contrayentes de otras nacionalidades. De hecho, muchas parejas israelíes viajan al extranjero con el exclusivo fin de contrater matrimonio. Pero, eso sí, el divorcio de esas parejas de nacionalidad israelí se someterá a las normas religiosas.
La segunda aclaración es la siguiente: a pesar de la historia que nos cuenta la película, no es tan sencillo para el marido oponerse a conceder el divorcio solictado por la esposa. Es lo que allí llaman el "marido recalcitrante" que, de mantenerse en su cabezonería, puede acabar en la cárcel si niega de forma contumaz la concesión del divorcio.
Conclusión: es cierto que, desde el punto de vista procedimental, el marido debe conceder su consentimiento para que el tribunal religioso decrete el divorcio de la pareja. No es menos cierto que los propios tribunales religiosos israelíes tienen medios muy contundentes para "convencer" a ese marido cabezón de que debe dar por finalizada su relación de pareja. Parece ser que un buen número de hombres terminan en la cárcel por negarse a conceder el divorcio. Es decir, ellas también tienen sus derechos....
Por lo demás, como toda película que habla de procesos absurdos y hasta kafkianos, se debe tomar con mucha cautela y no recomendarla como si fuera un memento procesal que hay que leer o visionar para enterarse de qué es lo que ocurre en tal o cual país desde la perspectiva de su sistema judicial.
Y, ya de paso, decir que bastante tenemos con nuestros dramas familiares como para ir a ver los de otros países.