Suele decirse, en libros varios, que la película que inició “oficialmente” el cine negro, Film Noir para los franceses –suena mucho mejor− fue la tercera adaptación de la novela de Dashiell Hammett ‘El halcón maltés’, dirigida por John Huston en 1941. Marcar el verdadero inicio del cine negro americano es algo realmente difícil, pues teniendo en cuenta sus principales elementos, muchos de ellos ya se daban en el cine mudo y los años treinta, en los que el cine de gánsteres proliferaba mucho más y gozaba de gran éxito.
‘El desconocido del tercer piso’ (‘Stranger on the Third Floor’, Boris Ingster, 1940) suele ser citada como el primer Film Noir por excelencia. Curiosamente, en ésta y en la de Huston participa el actor Peter Lorre, que había alcanzado la fama por su perversa composición en el clásico ‘M, el vampiro de Düsseldorf’ (‘M’, Fritz Lang, 1931), en la que también podemos encontrar elementos del género, sobre todo en lo que respecta a la iluminación. Lorre participó en la ópera prima de Ingster porque por contrato debía dos días a la RKO. El film, poco conocido hoy día, es una pequeña maravilla.
La película de tan sólo una hora y cuatro minutos de duración –eran tiempos de una cosa llamada síntesis, que hoy día no se practica tanto− se recuerda sobre todo por su tramo central, una auténtica pesadilla sufrida por su protagonista, de claros tintes expresionistas, herencia directa de algunos de los films silentes alemanes más característicos de los años veinte firmados por Robert Wienne o F.W. Murnau. Sólo por ese tramo, en el que los claro-oscuros se adueñan de la función, el film ya merece un reconocimiento.
El trabajo de fotografía del veterano Nicholas Musuraca, con un currículum extraordinario —hace poco hablábamos de ‘La 7ª víctima’ (‘The 7th Victim’, Mark Robson, 1943)—, se adapta a la perfección a una película realmente extraña. El inicio es un juicio donde se acusa de asesinato a un pobre hombre –el carismático Elisha Cook Jr.− que asegura ser inocente. Con un juez despistado y un jurado que prácticamente se duerme, Ingster se burla de la mal llamada justicia. Todo por condenar a un hombre basándose simplemente en que un testigo lo vio junto al cadáver.
Una pesadilla expresionista inolvidable
Ese testigo, el periodista Mike Ward –John McGuire en su papel más recordado−, es precisamente el protagonista central de la película. Tras el juicio, en el que el acusado no se harta de gritar a todos que es inocente, Ward se preguntará si dice la verdad y están condenando a un hombre inocente. Su conciencia le remorderá de tal forma que, de regreso a casa, verá a un sospechoso hombre (Peter Lorre) en su edifico, el cual escapa de su mirada sin decirle nada. En su habitación tendrá un sueño en el que es condenado por el asesinato de un muy molesto vecino.
La pesadilla, repito, la parte más fascinante del film, tanto que funcionaría como una película por sí sola, se convierte en premonición. Asustado Ward intentará irse de la ciudad –decisión de lo más forzada−, pero revelará al fiscal la existencia del sospechoso. Ingster vuelve a poner en tela de juicio al sistema judicial, valga la redundancia, y únicamente la novia de Ward –Margaret Tallichet, que al año siguiente dejó de interpretar, aunque estuvo casada con William Wyler durante el resto de su vida− buscará al hombre que nadie parece haber visto.
Además de la fotografía, excepcional, ‘El desconocido del tercer piso’ destaca por la breve e intensa interpretación de Peter Lorre, que apenas aparece diez minutos, pero su sola presencia llega para impresionar. Con claros parecidos con su rol en el mítico film de Lang, el actor hace gala de un excelente control de los gestos, y su voz acentúa aún más el carácter insano de su personaje, un desconocido cualquiera.
Tal vez el film peca de un final demasiado complaciente, y la casualidad –el Film Noir la llamaría fatalidad− está demasiado presente. Sin embargo, gracias a sus interpretaciones, todas perfectas, y su puesta en escena, ‘El desconocido del tercer piso’ es todo un descubrimiento que aún sorprende más de setenta años después.
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