El nombre de ‘Esfúmate Fred’ (Drop Dead Fred, 1991) no suena mucho entre los recados de la nostalgia de los niños españoles que crecieron en los 90, puesto que su distribución fue errática y se ha perdido en los abismos de un mundo streaming tímido en este tipo de cine. El estreno del film de amigo imaginario ‘Daniel no es real’ (Daniel Isn’t Real, 2019) ha vuelto a llamar la atención sobre esta comedia de fantasía con un desarrollo tremendamente similar, aunque un tono muy diferente.
Ambas se enmascaran en su género, una en comedia y otra en el terror, pero las dos tratan sobre el colapso mental. En su momento, la idea de ‘Esfúmate Fred’ parecía una mezcla entre ‘Mary Poppins’ (1964) y ‘Bitelchús’ (Beetlejuice, 1989), muy acorde con el tipo de comedia contracultural colorida y ácida que utilizaba la estética del cine dela época para plantear algunas ideas subversivas en un envoltorio de comedia juvenil de tono idiota, lo que podía llevar a una interpretación superficial de la película.
Para los niños que la vieron en su día, probablemente era demasiado para mayores, a pesar de las payasadas cómicas de Rik Mayall como un amigo imaginario gamberro y caótico, cuyo comportamiento anárquico tiene implicaciones diferentes cuando ves la película de adulto. El proyecto fue rechazado por Tim Burton y Robin Williams, pero los distribuidores de Polygram siguieron con el director Ate de Jong que creó infestó el film de violencia slapstick, comedia chabacana y rarezas psicológicas hasta aterrar a los productores, que trataton de venderlo a otro estudio en el último minuto.
'Fred no es real'
El director de TriStar, Mike Medavoy la definió como una película infantil con drogas, y es que su argumento tiene ya un punto estrafalario. Elizabeth (Lizzie) Cronin, es una niña traviesa y gamberra, que responde a su madre "¡Qué montón de mierda!" cuando no le parece bien el fondo de los cuentos de Hadas. 21 años después. Elizabeth (Phoebe Cates) se ha convertido en una adulta insatisfecha con su estado vital y la relación tensa con su madre dominante. Se divorció recientemente de su esposo, Charles (Tim Matheson), quien está enamorado de otra mujer llamada Annabella.
A pesar del apoyo de su mejor amiga Janie (Carrie Fisher) y llevarse bien con su amigo Mickey (Ron Eldard), Lizzie cree que lo único que puede hacerle feliz es reconciliarse con su esposo infiel Charles. En esta situación aparece un viejo amigo imaginario llamado Fred, que no parece contento con la vida adulta, pero le trata de ayudar a sobrellevar el caos de su vida durante el camino hacia la verdadera madurez de Lizzie. En el fondo, no deja de ser una versión doméstica y femenina de ‘El club de la lucha’ (Fight Club, 1999) solo que juega con que sabemos que Fred está verdaderamente en su cabeza, con lo que no existe la parte de fantasía.
Este detalle deja mucho espacio para que todo lo que ocurre se interprete sin la presencia del amigo imaginario, lo que convierte ‘Esfúmate Fred’ en una película mucho más oscura de lo que parece, llegando incluso en algunos momentos al reino del horror psicológico de la misma ‘Daniel no es real’. La casa de Lizzie es una cárcel porque lleva allí atrapada desde niña, por lo que la lucha por la emancipación se convierte en una liberación interior en la que Fred tiene un papel importante. Debe luchar contra su dependencia de Charles y el miedo a su madre.
Precedente de 'La máscara'
Fred es un bufón que representa su propio yo tratando de salir frente a sus inseguridades y todo lo que le hace aferrarse a relaciones perjudiciales. La libertad de ser ella misma y tomar sus propias decisiones, como lo hizo cuando era niña implica un espíritu caótico y problemático, pero los problemas que causa Fred con sus exabruptos son una expresión del desequilibrio al que llega por el terror a decepcionar a su madre o perder a Charles. Y todo este trasfondo del personaje, es una excusa para el espectáculo de gags.
Las apariciones de Fred tienen lógica de dibujo animado, con efectos especiales irreales con prótesis con formas extrañas, como la cabeza de nevera y distintas manifestaciones gomosas de su cuerpo, que van desde ojos saltones a lo Ted Avery a un cuerpo de plastilina según las situaciones. Algo que recordará a los muchos efectos de ‘La máscara’ (The Mask, 1994), otra película con una dualidad cómico-horrorífica de una persona disociada con cuerpo maleable al estilo de cartoons de la Warner.
‘Esfúmate Fred’ se adelanta en muchos aspectos a ‘La máscara’ pero lo que llama la atención es la interpretación histriónica y ácida de Rik Mayall, que imprime una velocidad maníaca a sus gestos que acaban no siendo muy graciosos, pero que juegan a favor del tono perturbador del conjunto. Resulta gracioso que, tras machacar a Mayall por su trabajo en esta, la crítica abrazó a Jim Carrey por hacer el mismo histrionismo irreal en unas cuantas películas comerciales que tampoco son mucho mejores que esta.
Una comedia entre dos mundos
El resto de interpretaciones van en la misma línea, con una Carrie Fisher sólida, y Phoebe Cates divina, como siempre, aunque en un registro muy exagerado para ella que sorprende por su vis cómica, alejada de la vecinita de al lado o la bomba sexual que había representado en otras ocasiones. Ella también fue criticada duramente y esto llevó a que el film no fuera un gran éxito de taquilla a lo que no ayudaba que se percibiera que su audiencia eran los niños, con lo que muchas madres se quejaban de que el film corrompía a sus hijos.
Desde luego, ‘Esfúmate Fred’ es un film en tierra de nadie, lo que lo convierte en refrescante y muy curioso. Trata sobre la superación del abuso emocional, pero pero se trata con colores chillones verde y amarillo, como una manifestación figurativa del lado rebelde reprimido de una mujer, como si fuera una fábula de empoderamiento con una metáfora tangible y literal dentro del mundo de la película, moviéndose entre el mundo de los niños y los adultos, algo que tiene mucho sentido tratando los temas que trata, pero es un tono difícil de vender.
Las bufonadas le cuestan a los adultos y los temas que trata son especialmente turbios e incluso complejos para los niños. Sin embargo el tono descerebrado de comedias contraculturales de la época, como ‘La disparatada parada de los monstruos’ (Freaked, 1993) o las aventuras de Bill & Ted o las locuras del mundo de Wayne, también compartían el tono chabacano de las bromas de Elizabeth y Fred, untando caca por las alfombras y preparando un banquete de barro, ilustrando el carácter psicótico de las gamberradas, casi como catársis contagiosa de toda una generación.
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