La gestación de lo que terminaría tomando forma como el escueto sexto largometraje producido por Walt Disney —su duración no llega a los 45 minutos— comnezó en 1941 cuando el gobierno estadounidense solicitó del creador de la compañía por mano de Nelson Rockefeller que se convirtiera en embajador de buena voluntad viajando a varios países sudamericanos para estrechar lazos con sus respectivos gobiernos. Con dicha visita, el gobierno estadounidense se proponía tomar la temperatura de forma directa a ciertos mandatarios que habían expresado una peligrosa afinidad con los postulados nazis y fascistas, conjugándose esta pretensión con la clara apertura que el contacto con el mercado iberoamericano podía suponer para los estudios de animación.
Y así, a bordo de un viejo DC-3, el matrimonio Disney y dieciocho miembros de la compañía entre los que se contaban animadores, músicos y guionistas, pusieron rumbo a un viaje que se prolongaría durante doce semanas en las que se visitarían Brasil, Argentina, Bolivia y Chile y en las que los profesionales rodaroían grandes cantidades de material documental, tomando infinidad de apuntes de las costumbres populares, sus danzas, vestimentas y modos de vivir, generándose en el viaje de vuelta varias ideas que terminarían cuajando en guiones de cortometrajes que, hilados entre sí, serían aprovechados por Disney para montar no uno, sino dos títulos.
A fin de cuentas, costear la producción de una cinta elaborada a partir de varios cortos era muchísimo más económico —y por supuesto más rápido— que los esfuerzos que habían de invertirse, y de hecho se habían invertido, en los largometrajes que habían cimentado hasta aquél momento la fama de la compañía y que, como ya hemos visto en entregas anteriores de este especial dedicado a los estudios Disney, no habían terminado reportando los significativos beneficios que su visionario creador esperaba de ellos.
Con esta idea en mente, y utilizando como hilo conductor de la cinta parte del metraje de imagen real rodado en su estancia en los citados países sudamericanos, se ponía en marcha 'Saludos amigos' (id, VVDD, 1943), una cinta que si bien fue todo un éxito comercial —sólo costó 280.00 dólares y terminó recaudando casi 1.300.000 en suelo estadounidense— abre un período de las producciones de la casa de Mickey Mouse que trufará el resto de la década de los cuarenta con filmes hilvanados a base de cortos con poca o ninguna relación entre ellos, abandonando el "tío Walt" los cuentos que habían supuesto sus mayores logros artísticos hasta el momento por filmes de rápida ejecución y cuestionable calidad media.
En el caso que nos ocupa, cuatro son los episodios que, unidos como decíamos con imágenes del folclore y la cultura de cada uno de los países que Disney y sus empleados visitaron, vertebran el irregular visionado que es 'Saludos amigos': 'Lake Titicaca', 'Pedro', 'El Gaucho Goofy' y 'Aquarela do Brasil'. Aprovechando el momento de estrellato que atravesaba el pato Donald —que en aquellos tiempos había superado momentáneamente en popularidad nacional a Mickey—, Disney decidió que el gruñón ánade abriera y cerrara la proyección con dos cortos que, hasta cierto punto, no abandonan la ensayadísima estructura que podemos ver en cualquiera de los episodios que el personaje protagonizaba en su propia serie, mezclándose estos con la idiosincrasia de los 'Goofy How To...', aquellos en los que el patoso personaje nos enseñaba de niños cómo se hacían las cosas...más o menos.
Con el protagonismo de Donald marcando así el comienzo de la cinta, los dos cortos intermedios están dedicados a un pequeño avión cartero dotado de vida y a cómo se las apaña el cowboy Goofy en plena pampa argentina. Simpáticos y tontorrones, los tres episodios dan paso a un cierre que, sin duda alguna, es lo más brillante de la función si atendemos a argumentaciones visuales y artísticas, siendo el de mayor complejidad animada —aunque ésta quede en general lejísimo de lo que habíamos visto en anteriores productos Disney— y volviendo a basar su efectividad en el uso de los "dibujitos" al compás de la música, con el 'Brazil' de Ari Barroso marcando el ritmo al son del que se mueven las acuarelas que se van dibujando ante nuestros ojos y al que menean plumaje tanto Donald como una nueva creación de la compañía, el papagayo José Carioca.
Con poco más que destacar de un filme con tan limitadas aspiraciones al que, dada su duración, al menos no le cuesta entretener al espectador, abrimos aquí pues un largo transitar que nos llevará a través de seis títulos hasta el comienzo de la década de los cincuenta; un puñado de cintas con indudables momentos a destacar que, no obstante, no suelen formar parte de ninguna selección que se haga de lo más granado de la compañía. Por algo será.
P.D: por cierto, aprovecho aquí para apuntar que, como quiera que ya aclaré en su momento que este especial está pensado únicamente para repasar las cintas de animación de la compañía, ni 'Canción del sur' ('Song of South', Harve Foster, 1946) ni 'So Dear to My Heart' (id, Harold Schuster, 1948) formarán parte de los títulos de los años 40 que vean la luz por estas líneas. Espero sepáis disculpar dichas ausencias.
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