¿Qué es peor, pensar que estás siendo paranoico, o saber que deberías estarlo?(Aaron)
En esta segunda entrega de la sección “críticas a la carta”, inaugurada por Alberto con ‘Las aventuras de Ford Farlaine’, vamos a hablar sobre ‘Primer’, el debut de Shane Carruth, convertido ya en un título de culto. En realidad, pasó a ser “de culto” desde que triunfó en el festival de Sundance, un fenómeno que se está extendiendo cada vez con más frecuencia (con ‘Enterrado’, de Rodrigo Cortés, ha ocurrido de nuevo). Duncan Jones, responsable de una de las mejores películas del año pasado, casualmente otra ópera prima con una historia de ciencia-ficción de bajo presupuesto (‘Moon’), se refería a este hecho con la palabra “marketing”. Y es que no puede ser otra cosa; que en poco tiempo se hable tanto de una producción barata que casi nadie ha visto, y se le cuelgue la etiqueta de obra de culto, sólo puede significar que se ha puesto en marcha una operación de marketing; humo, publicidad.
‘Primer’ se ha beneficiado de esta moda para alcanzar una popularidad que no se merece. Shane Carruth tuvo la suerte de lanzar el producto adecuado en el momento idóneo, y con eso no quiero decir que no hablemos de un tipo muy inteligente y muy hábil. Nacido en Myrtle Beach (Carolina del Sur, EE.UU.) hace treinta y ocho años, Carruth se graduó en matemáticas antes de escribir el guión de su primer largometraje, que posteriormente produjo, dirigió, protagonizó y montó; y como aún tenía tiempo y ahorraba costes, compuso también la música. Esto último no lo debió hacer, siendo, junto a la interpretación, la faceta en la que peor se desenvolvió, componiendo un simple y a ratos desesperante acompañamiento musical que no ayuda en nada al film, que llega a entorpecer la comprensión de los diálogos, el seguimiento de las conversaciones y la trama. Claro que puede que ésta fuera su verdadera intención, pues cuanto menos se entienda su película, más profundo va a parecer, y a más gente le va a gustar.
Perdiendo el tiempo explicando un hallazgo fantástico
El argumento de ‘Primer’ puede exponerse de una manera bastante sencilla, aunque no le convenga a su creador. Dos jóvenes amigos, ingenieros que sueñan con encontrar el negocio de sus vidas, trabajan a destajo en un garaje cuando, por casualidad, construyen una máquina que es capaz de hacer retroceder en el tiempo el objeto que esté en su interior. El siguiente paso es inevitable, fabricar dos cámaras iguales en las que puedan meterse ellos mismos y viajar al pasado. Comprenden que pueden hacerse millonarios, pero también que pueden alterar todo tipo de circunstancias, voluntaria o involuntariamente, lo que provocará cambios que habrá que corregir, retrocediendo constantemente.
Hay que reconocerle a Shane Carruth, antes de nada, que fue muy listo tapando las carencias de su primer film, que no son pocas. Para narrarnos la aventura de estos dos científicos, Aaron y Abe (interpretados por Carruth y David Sullivan), emplea el hombre unos escasos 75 minutos, una duración que en ‘Primer’ acaba resultando incluso excesiva, por lo poco que llega a contar. Se emplean hasta veinte minutos en llegar al prodigioso invento, rellenando metraje con planos vacíos (muchos de ellos desenfocados o sin un objetivo fijo, pues no sabe el director qué mostrar o dónde poner la cámara) mientras se explican de manera cansina los pasos que van dando los protagonistas, narrado por ellos mismos o por una voz en off cuya identidad se desvela al final.
Como estamos hablando de una máquina del tiempo, pura fantasía, así que es totalmente absurdo dedicar tanto tiempo a los pasos previos, a la consecución del invento, no sólo porque no se puede explicar, o porque al espectador le da igual, sino porque no sirve de nada, no tiene ninguna utilidad, ni que se tratara de un vídeo educativo para estudiantes de ingeniería. Carruth comete el error de olvidar (aunque siendo matemático en lugar de cineasta es muy comprensible) que una imagen puede valer más que mil palabras; todo ese tiempo perdido en explicaciones, conversaciones, discusiones y jerga técnica, que aburren a cualquiera, y que no es cine, cuando lo único que hacía falta para convencer al público de la fantasía era una escena, ésa en la que uno de los personajes se ve a sí mismo a través de unos prismáticos. No hacía falta más.
Pero es que después de que los amigos den con el hallazgo pasan otros veinte minutos, aproximadamente, en los que se nos muestra cómo funciona todo, cómo se realiza un “viaje”, el procedimiento y la rutina para que no falle nada y puedan volver al pasado con valiosa información financiera. De nuevo, Carruth se toma más tiempo del necesario para contar algo que se podía despachar en pocos minutos, pero en lugar de eso, se empeña en rodear los hechos importantes con escenas gratuitas o redundantes; hay que ver a los protagonistas conduciendo, haciendo cosas tan apasionantes como lanzar bolas de papel, esperar aburridos a que sea la hora de marcharse (como el espectador) o contar un sueño fascinante que consiste en que un personaje ha pensado que estaba junto al mar. Tremendo.
Buscando el final sorpresa a toda costa
Hasta que no ha transcurrido media película, no empieza lo más interesante de ‘Primer’, esto es, los conflictos derivados del invento; ver a los dos amigos planteándose la posibilidad de volver atrás y solucionar hechos ya ocurridos, qué hacer con ese “poder” recién descubierto, actuando a espaldas del otro, fingiendo, perdiendo el control y finalmente desconfiando de su mejor amigo. Todo esto que podría abarcar más minutos, se va narrando sin embargo con prisas, a saltos, omitiendo información, con la burda intención de despistar al espectador, desorientarle, y presentarle luego una resolución sorprendente, un giro final que resuelve todos los cabos sueltos. No es por falta de presupuesto que Carruth no dedique más tiempo a esta parte, él mismo ha reconocido que tenía muy claro desde el principio lo que iba a rodar y lo que no, diseñando cuidados storyboards de cada escena; la expone de manera apresurada para confundir, para que no se vea el truco.
Ahí está el motivo principal por el que este film está tan sobrevalorado, en esa estructura mareante, excesivamente retorcida, de la segunda mitad, diseñada para ocultar una información que se reserva para el final sorpresa, esa cosa que tanto valoran algunos (sobre todo, los que han visto menos cine). Shane Carruth se aprovecha claramente de lo vago que se está volviendo el espectador, poco dado a reflexionar sobre lo que está viendo, cómodo con la idea de que si no lo entiende a la primera, es que el guión es de una complejidad inhumana, y no merece un mayor análisis. En pocas palabras, muchos de los que han visto ‘Primer’, y no la han comprendido, dan por hecho que es porque la película ha sido creada por una mente superior, un formidable talento creativo que ha logrado un rompecabezas genial.
Esta facilona teoría, más propia de los publicistas, se viene abajo cuando uno empieza a destripar lo que ocurre realmente en la película y se da cuenta de que lo que esconde el lioso montaje es mucho más sencillo de lo que parece (una vez que se entiende el funcionamiento de la máquina y las intenciones de cada uno, lo demás es ruido, puro despiste). Pero también queda de manifiesto que este cineasta no goza de un desbordante talento cuando se comprueba que no ha filmado nada más en cuatro años. Desde que acabó y presentó ‘Primer’ en 2004, Carruth no ha creado nada, no ha escrito ningún guión ni ha dirigido ninguna película más. ¿Cómo puede ser que este tipo tan brillante se haya quedado bloqueado? Quizá haya optado por dedicarse a la ingeniería, al fin y al cabo va a ganar más dinero que haciendo películas, eso seguro.
El mayor problema de ‘Primer’ es que una vez que descubres el juego, no sirve de nada, lo mismo que un crucigrama que ya has resuelto. Tampoco conviene tirar por lo fácil y decir que esto es una soberana memez bien disfrazada. Hay buenas ideas en la película (el plano en el que los pedazos de papel parecen volar), los espacios están muy bien aprovechados (recuerda a los inicios de Cronenberg, aislando a los personajes), Sullivan no actúa nada mal (Carruth sí, en absoluto se mete en la piel de un tipo casado y aburrido con su trabajo que encuentra la oportunidad de su vida), y no deja de ser un pequeño milagro, sin duda alguna, sacar adelante un largometraje con apenas 7.000 dólares y convertirlo en un título popular, aunque te sonría la fortuna y te aproveches de la ingenuidad de la gente, tiene mucho mérito. Podemos concluir afirmando que ‘Primer’ es algo así como una variante fantástica de ‘Memento’ más barata y más torpe, pero similar en su arriesgada propuesta, en su intento de retorcer la narración habitual para ofrecer un producto diferente, atípico.
PD: Ya sabéis cómo funciona esta sección. Os toca pedir la siguiente crítica en los comentarios. No seáis muy malos.
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