Ya revisada en su momento por mi compañero Mikel, que tuvo la ocasión de verla en la última edición del SyFy en Madrid, la segunda entrada de hoy correspondiente al especial de Cómic en cine se da la mano con el ciclo de ciencia-ficción que os solemos traer los sábados para ofreceros mis impresiones acerca de 'Rompenieves' ('Snowpiercer', Bong Joon-ho, 2013), el último filme del cineasta coreano responsable de la interesante 'The Host' ('Gwoemul', 2006) y, vaya por delante, uno de los mejores filmes que podréis ver, da igual el género, durante este 2014 que casi toca a su mitad.
Precisamente por el hecho de los más de seis meses que todavía quedan de año, mi afirmación puede parecer revestida de cierta componente de exageración, mas os puedo asegurar, antes de entrar en materia, que el visionado de 'Rompenieves' ha sido una de las experiencias más intensas —desde el punto de vista cinematográfico, claro está— vividas por el que esto suscribe en los últimos 127 días. Tanto es así, que de haber sido visionada el pasado año, habría corrido presto a señalar a este impresionante pulso narrativo con el espectador como uno de los mejores filmes de 2013.
'El rompenieves', clásico de la BD
Publicada como 'Transglacial' en la mítica revista TOTEM allá por mediados de los ochenta, y rescatada hace ocho años por la editorial Bang! ya con el nombre de 'Rompenieves', resulta cuanto menos curioso que un título francés con dos décadas a sus espaldas haya terminado llegando a la gran pantalla de manos de un cineasta coreano y protagonizado por actores angloparlantes. Detrás de circunstancias tan azarosas se encuentra el fortuito descubrimiento por parte de Joon-ho en su librería de cómics habitual del volumen de 'Le transpierceneige', título original de la obra que Casterman publicaba a Jacques Lob y Jean-Marc Rochette hace más de tres décadas.
Yendo a parar a manos del director coreano mientras se encontraba en plena pre-producción de 'The Host', 'El rompenieves' encandiló a Joon-ho hasta tal punto de convencer a Park Chan-wok para que terminara convirtiéndose en productor de la adaptación de este relato de ciencia-ficción de ambientación post-apocalíptica y corte claramente distópico que se desarrolla por completo a bordo del tren que le da nombre. Como reza en algunas de las páginas del cómic 'Era el rompenieves, el tren de los mil y un vagones...el último bastión de la humanidad".
A tan ominosa descripción se ajusta una historia que tiene como marco el lugar a bordo del cual se encuentran los últimos seres humanos vivos de una Tierra arrasada y sometida a un período de glaciación. Vehículo para una crítica social nada velada, el relato ideado por Lob acusa en no pocos momentos el paso del tiempo —esa forzada relación amorosa tan propia de la época—, pero ello no quita para que la descripción de esa última sociedad estratificada y perfectamente jerarquizada desde el vagón de cola a la locomotora del Rompenieves sea una metáfora precisa de la especie humana y sus más miserables cualidades.
Ayudado por el espléndido dibujo de Rochette, que se descubre aquí como un artista tremendamente elocuente a la hora de transmitir una constante sensación de opresión, no es de extrañar que Joon-ho admitiera haberse leído de una sentada las ciento veintidós páginas que componen 'El rompenieves' delante de la estantería de la tienda de cómics donde lo encontró. Como tampoco lo es el que, con tan sólido material de partida, el director coreano haya podido construir un filme de la soberbia solidez que ostenta 'Rompenieves'.
Poesía visual para el fin del mundo
Antes de adentrarnos en las varias disquisiciones que abordaremos sobre el guión, creo necesario comenzar hablando de 'Rompenieves' haciendo referencia a su bellísima componente visual. Con una fotografía perfectamente ajustada a las necesidades de cada momento —ora es natural y cálida, ora artificiosa y gélida—, unos efectos digitales puestos completamente al servicio de la historia que destacan por la inusitada belleza de los paisajes gélidos plagados de edificios en ruinas, y una espectacular dirección artística, la realización de Joon-ho ofrece un recital de buen hacer narrativo en el que de todo hay para cautivar al espectador.
Llamando la atención sobre sí mismo por los asombrosos planteamientos con los que se hilvanan las secuencias de acción —casi se podría afirmar que todo el metraje es una extensa secuencia de acción con pequeñas paradas—, resulta evidente que es en ellas donde 'Rompenieves' encuentra aquellos momentos llamados a permanecer en la memoria cinéfila, ya sea por lo efectivista de su montaje, caso del asalto de las fuerzas especiales, ya por lo muy imaginativo de su resolución, con el enfrentamiento a balazos mientras el tren toma una inmensa curva como mejor ejemplo de esta faceta del filme.
Y en medio de todo ello un Bong Joon-ho que no me había convencido del todo con 'The Host' —una cinta que me veo obligado a revisionar a la luz de lo que ésta que hoy nos ocupa ha sido capaz de ofrecer— pero que aquí conjuga nervio narrativo con claridad expositiva manteniendo un pulso constante con el espectador, ya en los muchos momentos en los que la acción parece que va a dar el salto hacia nuestro lado de la pantalla, ya en aquellos destinados a servir como necesario refuerzo dramático y de desarrollo de personajes.
'Rompenieves', soberbia
Jugando con el mismo hilo argumental que el que se puede leer en las páginas originales, todo aquello que se aparta en 'Rompenieves' de lo concretado por Lob, redunda sobremanera en mejorar una historia que aquí funciona en términos mucho más efectivos que en el cómic del que proviene. Y si lo hace —y creedme que lo hace— es tanto por mor de unos personajes definidos de forma más precisa, como gracias a que las pequeñas variaciones sobre el planteamiento del relato aviñetado abundan en hacer más ostensibles las lecturas sociológicas que de la cinta se derivan.
Que dichas lecturas lleguen al espectador con la intensidad que lo hacen se debe tanto a esos añadidos que efectúa Joon-ho como al incondicional apoyo que el cineasta encuentra en el espléndido reparto encabezado por un sólido Chris Evans —que de un plumazo se desprende del halo del Capitán América— y del que, como siempre, caben destacar las intervenciones de John Hurt y Ed Harris. Y si de éstos dos últimos poco más habría que decir que no se haya afirmado en alguna ocasión, en lo que a Evans respecta es digno de encomio y alabanza la forma en la que el actor carga sobre sus hombros gran parte del metraje, resultando escalofriante —por veraz— su monólogo cerca del clímax de la acción.
Un clímax que mi compañero Mikel no veía con buenos ojos pero que a servidor le parece la rúbrica perfecta a un guión prácticamente sin fisuras. Una conclusión que habla de la esperanza ante la más adversas de las situaciones y que sirve como perfecto contrapunto al espíritu hasta cierto punto nihilista que instantes antes ha hecho presa de la acción. Un filme, en definitiva, que con el tiempo está llamado a convertirse, no ya en objeto de culto por parte de los aficionados, sino en clásico indiscutible de la ciencia-ficción de comienzos del siglo XXI. Al tiempo.
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