'El Clan de Hierro' es la película de deportes más triste desde 'Million Dollar Baby'. Una implacable tragedia familiar en el mundo del wrestling con un deslumbrante Zac Efron

'El Clan de Hierro' es la película de deportes más triste desde 'Million Dollar Baby'. Una implacable tragedia familiar en el mundo del wrestling con un deslumbrante Zac Efron

Se estrena la última película de A24, una historia real alrededor de "La maldición de los Von Erich"

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Como muchos espectadores casuales de 'El clan de hierro' —que debería haberse titulado 'La garra de hierro' para tener algún sentido—, entré a ver la película sin tener ni idea de la historia real de los luchadores de la familia Von Erich, tampoco los adelantos de la productora que había visto me habían preparado para lo que venía. Pensaba que era un drama deportivo en el singular mundo de la lucha libre profesional, que como muchos otros dejé de ver en los 90.

Tras pasar la fase de Pressing Catch en Telecinco, en la que la mayoría de niños nos hicimos fans de Hulk Hogan, el último guerrero o el enterrador, olvidamos profundizar en ese mundo quizá hasta la llegada de ‘El luchador’ de Darren Aronofsky, que comparte la fascinación por las figuras musculosas que protagonizan el espectáculo y el drama asociado al coste que conlleva mantener la relevancia en un trabajo que depende del físico, una especie de versión del género hagsploitation para deportistas masculinos, en vez de actrices del viejo Hollywood.

A24 ha producido una película devastadora, tremendamente melancólica y oscura que funciona como cara B de todo el género de “hazañas deportivas”, en especial de películas de lucha. Si funciona así es porque realmente el deporte aquí solo es un tema de fondo sobre la historia de un padre autoritario que presionaba a sus hijos para que sobresalieran a cualquier precio, por lo que el arco narrativo sigue a los hermanos Von Erich en su intento de hacerse un nombre un deporte que tiene algo también de teatro.

La gran anti-película deportiva

Pronto, ‘El clan de hierro’ pasa a ser un compendio de múltiples tragedias en las que Kevin (Zac Efron), David (Harris Dickinson), Kerry (Jeremy Allen White) y Mike (Stanley Simons) pasan por el mundo lucha libre profesional, bajo la presencia omnipresente de la sombra del fracaso de su padre, Fritz (Holt McCallany), un luchador que desarrolló lo que se convertiría en su movimiento característico: la Garra de Hierro, un movimiento consistía en agarrar la cabeza del otro luchador y apretar. Pero nunca ganó un campeonato mundial.

La película de Sean Durkin trata de desmitificar la "maldición Von Erich" con la que se acabaría conociendo toda la serie de desgracias de la familia a lo largo de los años. Y lo hace uniéndolo de forma inequívoca a la ambición del patriarca y las diferentes ramificaciones de su frustración en la vida de una familia aparentemente feliz, que alberga un mal enquistado, una trampa en el camino esperando a hacer su efecto tras una educación codificada tras la obsesión.

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El ansia de la percepción pública, las raíces de la fijación con el éxito en la cultura Norteamericana, la necesidad de encajar en un estatus irreal, el molde de una masculinidad asociada al poder físico, definen de forma casi determinista la mala fortuna de la familia, casi como una versión ‘La suerte de los Logan’ sin ápice de comedia, pero no muy distinta en su dibujo de una nación cuya ideología alrededor del triunfo genera una víctima propiciatoria perfecta en la escala más pobre y rural, el círculo que se ha acabado asociando con lo redneck y hillbilly.

Determinismo programado por la exigencia

No puede dejar de verse la historia de los Von Erich como una consecuencia terrible de las expectativas irreales de un irresponsable, pero más allá de la consecución de los sucesos, vemos cómo Kevin escapa del destino que más teme fracasando en su mayor anhelo, que es ser capaz de complacer los deseos de su padre. Zac Efron por fin hace efectivo ese cambio de imagen que lleva buscando años con un papel que va más allá del cambio físico radical que ha experimentado, retratando el dolor de un hombre que no ha acabado nunca de crecer al margen de la exigencia irreal con la que se ha construido su universo.

Hay algo bonito en su historia, pese a la desolación que acaba rodeando su vida, de superación de sus propios miedos, no de los deportivos, sino del vínculo con su propia disfunción familiar provocada por la disciplina irracional. Sí hay que destacar que hay cierto punto de mirada elitista a los personajes, con cierta fascinación por el individuo white trash observado como desde el otro lado de una vitrina, algo que se hace más patente con la reciente obsesión por los personajes musculados de forma excesiva de A24, refrendada por la próxima ‘Sangre en los labios’.

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Con todo, ‘La garra de hierro’ consigue funcionar como relato cautelar y, entre su exposición de la toxicidad de la exigencia transmitida en la crianza, consigue hacer un sincero homenaje al grupo de hermanos que acaba siendo emocionante en última instancia, pese a que para muchos entrar al cine sin saber lo que se va a encontrar puede significar una experiencia dura, especialmente si las circunstancias personales pueden convertir sus dos horas en una caída al abismo de una tristeza difícil de transmitir y asimilar.

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