Anatole Litvak era un director procediente de lo que hoy conocemos como Ucrania, y que como muchos directores del viejo continente, realizaron sus mejores trabajos en suelo americano. La lista al respecto sería interminable, baste citar algunos nombres, como Alfred Hitchcok, Billy Wilder, Fritz Lang o Jean Renoir, entre otros muchos. Litvak no tuvo tanta popularidad como esos cuatro, pero firmó un buen puñado de películas de altísima calidad, como la presente, 'Ciudad de Conquista', que también fue dirigida por Jean Negulesco, uno de los reyes del melodrama clásico, quien no está acreditado en el film. De hecho, sería bastante difícil diferenciar qué escenas fueron dirigidas por Litvak y cuáles por Negulesco, aunque la mayor parte es de Litvak. En cualquier caso, el resultado es excelente.
La película narra el ascenso de un prometedor boxeador que simplemente acepta boxear entre los grandes para conseguir el dinero con el que su hermano, un músico extraordinario, pueda continuar sus estudios y llegar a ser alguien importante en la vida. Esa es la premisa argumental, que evidentemente se va complicando, y por el camino toca prácticamente todos los géneros. Podríamos definir a 'Ciudad de Conquista' como un drama de boxeo, como un melodrama, como cine negro, como musical, y en ningún caso estaríamos equivocados, ya que se consigue un perfecto equilibrio entre todos estos géneros, sin que la película quede descompensada.
Litvak acierta de lleno al narrar el film desde el punto de vista de un vagabundo, encarnado por Frank Craven, que aparece en varios momentos del film, el cual transcurre a lo largo de varios años, con lo que ese vagabundo sería una especie de metáfora del tiempo, bastante bien utilizada, sin ningún tipo de pedantería, y como intermediario entre el espectador y el film, una especie de apología sobre las grandes ciudades, mostrándonos sus pequeñas historias siempre llenas de amor. Porque al fin y al cabo, y a pesar de que la película navega por distintos géneros, es el amor el tema central de todos ellos, el amor entre hermanos, entre amigos, y por supuesto entre un hombre y una mujer.
En un argumento que abarca bastantes cosas, circulan un montón de actores bastante conocidos, y muy famosos en la época. Todos ellos capitaneados por un senacional, como siempre, James Cagney, quien compone un personaje muy querido por el público, ese boxeador que es capaz de sacrificarse por todos antes que por él mismo, un personaje que evoluciona sobre todo físicamente, permitiendo a Cagney el lucirse en más de un aspecto. A su lado Ann Sheridan, haciendo de la chica del prota, pero con sueños que van más allá de tener una pareja estable. Un personaje quizá demasiado convencional, pero perfectamente interpretado por Sheridan, quien se marca unos cuantos bailes al lado de un actor que por entonces empezaba, Anthony Quinn, quien interpreta a un ser despreciable y egoísta, y que curiosamente, todo lo que tiene que ver con él es solucionado en la película de forma precipitada y sin ninguna explicación.
Al respecto de las escenas de baile, sobre las que no se incide demasiado, decir que resulta curioso que Cagney no participara en ninguna de ellas, habiendo un par de momentos en los que podría haberlo hecho tranquilamente; Cagney fue un experto bailarín antes que actor, algo que demostó en aquella obra maestra de título 'Yanqui Dandy', del gran Michael Curtiz, por la que ganó un merecido Oscar, y cuyas escenas de baile dejarían con la boca abierta a los mismísimos Fred Astaire o Gene Kelly. Pero ya sabemos que la imagen que Cagney en el Cine fue otra totalmente distinta, y que desde luego nos vendió muy convincentemente.
En el grupo de secundarios, varios nombres conocidos, como Ward Bond, que no está acreditado y que aparece sólo en una escena haciendo de policía urbano. Arthur Kennedy, en la que era su primera película como intérprete, dando vida al hermano del protagonista. Y Elia Kazan, el grandioso director de films tan inolvidables como 'Al Este del Edén' o 'La Ley del Silencio', dando vida a un amigo de los dos hermanos, una especie de gángster con buenas intenciones, y que por supuesto protagoniza toda la parte de cine negro del film, con un final bastante inesperado, pero lógico. También tenemos al genial Donal Crisp (¿cómo olvidarnos de él en '¡Qué Verde era mi Valle!'?), que da vida a un representante de boxeadores, convirtiéndose en uno de los mejores amigos de nuestro protagonista.
Toda una delicia para los amentes del cine clásico, aunque sólo sea por el desfile de tantos actores, y algunos más que no he citado. Un film estupendo, que de no ser por esas cosas resueltas de un plumazo, estaríamos hablando de una obra maestra. No lo es, pero nos llega de sobra, un melodrama de altura, con escenas bastante emotivas, como era costumbre en aquellos años, en los que el melodrama estaba a la orden del día, cinematográficamente hablando. Litvak taradaría 8 años en filmar una de las cumbres del suspense y el cine negro, 'Voces de Muerte', que junto con ésta es de lo mejor de su filmografía.
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