‘Il terzo occhio’ (id, Mino Guerrini, 1966) es una de las grandes películas desconocidas, olvidadas, que entrarían sin pensármelo dos veces en ese grupo de films a recomendar cuando alguien me pide algo tan pesado y difícil como eso. Dejando a un lado los títulos míticos en la historia del cine, pertenecientes a cualquier cinematografía, a todo aquel que tenga un mínimo de interés o inquietud, nunca me cansaré de recomendar el período años 60/70 del cine italiano, en el que se produjo una verdadera eclosión de géneros y estilos, provocando el mayor número de producciones jamás realizado.
Mino Guerrini es uno de esos directores con bastantes películas en su haber pero cuya filmografía es completamente desconocida incluso a día de hoy. De hecho su labor más conocida es el haber colaborado en el guión de la espléndida ‘La muchacha que sabía demasiado’ (‘La ragazza che sapeva troppo’, Mario Bava, 1963), perteneciente a esa época en la que el gótico italiano derivó hacia el giallo. Ambas cintas suponen ejemplos perfectos de esa transición formal y temática, aunque en el caso de Guerrini conserva numerosos elementos de ambos géneros.
‘Il terzo occhio’ narra la historia de varias obsesiones, Mino Alberti —un Franco Nero absolutamente insólito— vive con su madre −Olga Solbelli en un papel caramelo y de un muy curioso parecido con Ethel Barrymore− , prometida y criada en un viejo caserón. Enseguida Guerrini, con un marcado sentido atmosférico opresivo nos ofrece un diabólico juego de envidias y celos en medio de amores fraternales y de pareja. Decadencia malsana, corrupción mental y corporal se darán la mano tras la muerte de dos de los personajes a los que Mino amaba.
El popular film de Alfred Hitchcock, ‘Psicosis’ (‘Psycho’, 1960) navega por las imágenes de ‘Il terzo occhio’ –el tercer ojo en italiano−, al menos en lo que corresponde a la relación enfermiza con su madre, posesiva hasta límites insospechados. Guerrini realiza un juego muy interesante de puesta en escena para mostrar la presencia de la madre, espectral, durante el resto del relato. En una de las secuencias iniciales aquella espía a su hijo con su prometida por un agujero que tiene en la pared. Guerrini coloca la cámara en un plano superior, para más tarde repetir la operación en determinados momentos.
Perversión de la mente humana
Alcanza ese juego su máxima cuando aparece la hermana gemela de la novia fallecida en un accidente de coche –retazos de otro film de Hitchcock, con Kim Novak− y Guerrine realiza un travelling hacia atrás y elevando la cámara para terminare enfocando el sol que se oculta entre dos árboles, cual ojo inquisidor que observa todo. De ahí se pasa al placer de matar, como sustituto de la impotencia sexual, detalle que deriva en interpretaciones nada sanas y muy atrevidas, al igual que el trabajo del protagonista sea taxidermista, que le permite al director hacer inteligentes elipisis, con las que además dibuja el carácter enfermizo de Mino.
Puede achacarse a ‘Il terzo occhio’ cierto atropellamiento, sobre todo en estos tiempos en los que las películas deben durar tres horas casi por obligación –uno de los males heredados de la nociva percepción del público con respecto a la televisión actual, herencia malsana donde las haya−, pero su poder de fascinación por lo malsano, los recovecos más oscuros de la mente humana, no tiene desperdicio, y llama la atención ese largo clímax final, lejos de la atmósfera opresiva de la vieja casa con oscuros secretos que saldrán a la luz, provocando la derivación hacia el cine policiaco.
Esa salida de Guerrini del lugar, que no parece otra cosa que el recuerdo vivo de una madre obsesionada con su hijo y con que nadie le amara, simula un golpe de efecto por parte del director de lo más interesante. Lejos de ese ambiente, cada vez más opresivo y malvado, saca la verdad a relucir, la realidad, el mundo al fin y al cabo. Su desenlace también recuerda a la citada obra maestra de Hitchcock, pero sin explicaciones, sólo la expresión de un policía que lo sabe todo y actúa en consecuencia al hablar con alguien que sin duda está loco.
Prodigiosa música de Francesco de Masi, que mezcla lo lírico, de una poderosa belleza, con piezas jazzísticas, libres e insinuosas. Años más tarde, el inefable Joe D’Amato realizaría una especie de remake titulado ‘Demencia’ (‘Buio Omega’, 1979).
Ver 4 comentarios