Estaba claro que en Netflix no iban a dejar escapar al dúo formado por Baran bo Odar y Jantje Friese tras el éxito cosechado con 'Dark', como también lo estaba que iban a tenerlo muy difícil para no defraudar a los seguidores de aquella con '1899', una de las producciones originales de la plataforma más esperada de este 2022 y que finalmente se estrenó el jueves 17 de noviembre.
Hace unos días que compartí con vosotros mis primeras impresiones sobre '1899', pero ahora ya he tenido la oportunidad de verla íntegra. Mi primer aviso es que no esperéis que sea una miniserie y todos los misterios se resuelvan con estos ocho episodios, pero también que llega un punto en el que no está del todo claro si se trata de una genialidad o una tomadura de pelo.
Luces y sombras
Un detalle que resulta más evidente a medida que pasan los episodios es que el protagonismo va concentrándose cada vez más en un personaje -no diré cuál para no desvelar más de la cuenta-. De entrada todo resulta mucho más coral, siendo uno de sus mayores aciertos la capacidad de presentarnos a infinidad de personajes y que cada una tengan su propio drama dentro del gran misterio que plantea '1899', pero llega un punto en el que toca ir encarrilándolo todo, siendo seguramente el quinto episodio en el que todo empieza a saltar por los aires.
Eso supone que '1899' va dando respuestas alrededor de todos los extraños acontecimientos que se van sucediendo en el interior de ese barco, lo cual lleva a que el componente de ciencia ficción pase a primer plano. Llega un punto en el que uno ha de dar constantes saltos de fe para que las piezas del rompecabezas puedan encajar, pero también es justo destacar que en ningún momento deja sensación de enigma azaroso, sino de que detrás hay un plan maestro en el que todo tiene un motivo. Y no faltan pistas bien pronto que cobran sentido más adelante.
Además, la serie mezcla con soltura lo enigmático con lo emocional, algo ya presente durante sus primeros episodios, pero que va a más cuando toca centrarse en una única línea narrativa y dando explicaciones. Ya mediada la temporada se introduce un elemento totalmente disruptivo y podéis tener claro que los episodios posteriores van construyéndose alrededor de eso, dejándonos por el camino un trabajo de ambientación impresionante. Y eso que se ha rodado con la misma tecnología utilizada en 'The Mandalorian', pero es que han hecho un gran uso de la misma.
Por mi parte, uno de los problemas que tengo con la apuesta de Baran bo Odar y Jantje Friese es que esos dramas paralelos pasen a un segundo plano o queden completamente dejados de lado cuando una de las claves para que la serie se sostuviera hasta entonces estaba precisamente en esa variedad de estímulos. Claro que no todos enganchaban por igual, pero si existía un curioso equilibrio que te hacía estar siempre alerta y evitando posibles señales de fatiga narrativa.
Estirando el chicle
Y es que lo más desconcertante de '1899' es que crea muchas dudas cuando pone todas las cartas encima de la mesa. No tanto porque responda preguntas solamente para crear una incógnita aún más grande, sino porque no se siente como ese gran punto culminante que necesitaba todo lo planteado en capítulos anteriores, sino como una mera etapa de paso para dejarnos con uno de esos cliffhangers que poco menos que obligan a Netflix a hacer una segunda temporada si no quiere indignar a millones de espectadores.
De hecho, el verdadero problema es que al final todo ha sido una introducción muy extensa para llevarlo todo a un nuevo punto de partida. Eso resta en lo referente a esa tensión que los responsables de '1899' habían sabido ir alimentando tan bien desde el primer episodio para que quede la idea de que todos los personajes eran simplemente piezas en un tablero y no seres con voz propia.
Por ello, esa sobredosis de misterios puede pasar de lo fascinante a lo indigesto con mucha facilidad. Ojo, aquí no es todo una patada hacia delante como sí sucedía muchas veces con 'Perdidos', pero varios de ellos sí acaban perdiendo cualquier tipo de relevancia, lo cual deriva en una nunca bien recibida frustración. Y eso que sorprendente es, pero no vale con eso, sobre todo si la parte emocional también debería ser importante pero el único sentimiento que provoca es de cierta indiferencia.
Dicho esto, la auténtica clave de '1899' está en su futuro. ¿Podrán Baran bo Odar y Jantje Friese resignificarlo todo con acierto o acabará siendo un disparate con el maquillaje de ciencia ficción seria y ambiciosa? Porque por ahora domina la idea de que esto podía haberse cerrado en una única temporada. Quizá algo más larga, pero con eso debería haber sido suficiente.
En resumidas cuentas
'1899' acaba saturando con sus misterios, ya que llega un punto en el que toma un rumbo esclarecedor pero que puede resultar cargante. Ahí no pienso tanto en la sobredosis de información que luego queda un poco en nada como en el hecho de que casi parece que sus responsables quieren alargarlo más de la cuenta, intentando enmascarar ese dato con multitud de revelaciones para intentar adquirir una imagen de trascendencia que no llega a alcanzar.
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