Mis secuencias mágicas de cine: 'Monstruos S.A.', la montaña rusa de las puertas

Mis secuencias mágicas de cine: 'Monstruos S.A.', la montaña rusa de las puertas
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Toda serie tiene un final, o se lo determina su autor, por variados motivos, y a ésta, después de 27 entregas, más aquellas que comente en una línea alternativa a la que denominé las películas de mi vida, llega a su fin en blogdecine. Dado que el mundo de la animación ha sido uno de los temas que más me han llamado la atención en esta página, y en concreto Pixar, creo que debe ser una de sus películas quien marque el final de las misma. Cierto que el nombre que le dio notoriedad al estudio, durante un tiempo, fueron las dos películas de ‘Toy Story‘, y que el triunfo mundial vino con ‘Buscando a Nemo‘. Sin embargo, creo que el momento en el que Pixar demuestra todo lo que puede llegar a hacer sucede en ‘Monsters S.A.‘, y sobre todo en la espectacular secuencia de la montaña rusa de las puertas.

Pixar aprendió dos cosas con ‘Monsters, S.A’, que el éxito vendría acompañado de litigios, la película estuvo a punto de no ver la luz por problemas de plagio e infracción de derechos de autor, y que cada nueva película supondría un desafío tecnológico en cuanto a diseños y desarrollo de algoritmos para dar vida a lo que imaginaban las mentes claras de sus guionistas y animadores. Las pautas como se harían las futuras películas en Pixar tuvieron su climax aquí, sobre todo por el trabajo de storyboard: Sully empezó siendo Johnson, no habia un Mike Wachoski, y la niña fue un niño, luego una adolescente problemática, hasta llegar a la niña pequeña, encantadora e inocente, a la que se llegó desde su original nombre, Boo… Entre otras cosas, el monstruo de un solo ojo tuvo sentido, cuando se entendió que estaban ante una película de colegas, de esa “buddy movie” que tratan siempre de retratar, de contraste entre dos personajes diferentes, pero que se necesitan, y todo porque un animador se le ocurrió hablar del gordo y el flaco, y de Abbot y Costello, pero a su manera, con matices diferentes.

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Sully fue un personaje que dio mucho trabajo. Querían algo que diese la impresión de miedo, pero que mostrase el gran corazón que luego se muestra en la película. Los cuernos se mantuvieron desde el dibujo original, no así el colorido de su piel, ni el pelo. Aquí, tecnológicamente hablando vinieron parte de los problemas. Si uno se fija con detenimiento en los movimientos de Sully, comprueba que pese a su peso es ágil, y que su pelo tiene vida propia, de tal manera que se tuvo que diseñar cada uno de ellos de manera individual (sucedía, que dependiendo de su posición y de la luz, había partes de su cuerpo que debían estar iluminadas y parte aparecer en sombra, unos debían brillar y otros no a la vez, y no sólo eso, debían demostrar movimiento y vida, algo que a los programadores les llevó mucho tiempo). Ayudó al desarrollo del personaje, el hecho de que fuese John Goodman quien le pusiese voz, apuntando el mismo que a Sully se le debería ver como un jugador de fútbol profesional americano, con su misma agilidad de movimientos para alguien de tanto peso. De hecho, el equipo de trabajo en Monstruópolis funciona igual que lo que se puede ver en cualquier partido.

Se podrían enumerar más cosas del proyecto, pero todo dirige a un mismo punto a esa secuencia de las puertas a la que nos van preparando, pero que nos deja boquiabiertos cuando la vemos en todo su esplendor. Lasseter quería algo impactante, que mostrase el poder de Pixar frente a otros estudios de animación, Dreamworks atacaba ya con ‘Shrek’, y había que marcar distancias.

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Tenían claro que la forma de llegar a la habitación del niño era usando la metáfora del monstruo escondido en el armario, y que para eso era necesario una puerta. Durante toda la película sólo vemos el lugar de trabajo, un mecanismo de raíles que trasladan puertas, donde los monstruos entran y salen recogiendo energía. Sólo imaginamos qué sucede. Nuestra mente pensando en historias y sustos, preparando el camino para lo que viene, y es un riesgo que mal utilizado se le puede volver a uno en contra cuando las expectativas no se ven acompañadas.

No es el caso cuando se nos abre el universo de lo que hasta el momento en el que empieza la secuencia, que ya viene acompañada por el ritmo de una persecución se abre ante nuestros ojos: una montaña rusa de millones de puertas. Saltos, sorpresas, peligros… lo inesperado. Si intuíamos que Pixar podía ofrecernos algo que nos llevase a un mundo inimaginable, esta secuencia lo logra. Nadie se podía esperar una genialidad así. Entre todas las posibilidades, la montaña rusa era lo único que tenía cabida, poniéndose en la situación de aquellos niños, ahora adultos, que habían crecido con las atracciones de los disneyworld de turno. La montaña rusa es poner en imágenes, recuerdos de niños, como el sentimiento de la cercanía de la cúspide y el primer descenso, previo al descanso, y el oh! de exclamación al ver en un plano todo ese universo de puertas que se abre, inacabable, con que termina la primera parte de la secuencia.

Y no son puertas, se convierten en accesos a nuestra memoria selectiva, cuando se empieza el camino una vez se busca la primera escapatoria, y continúa la persecución, abriendo y entrando en toda una variedad de mundos y ciudades paralelas. El ritmo nos mantiene en vilo. Mike y Sully quieren proteger a Boo, y lo que representa, su inocencia y su vitalidad, la moneda de cambio que es la alegría de un niño frente a lo que provoca darles miedo… Esa es la metáfora, el poder corrompe y no vale si eso supone aprovecharse de los niños. Pero no hay descanso, como en la montaña rusa una vez que empieza la atracción, hasta que la fuerza acumulada se pierde y te frenas… No es el caso, porque la secuencia no para, ni cuando acaba la película y se sabe todo lo que ha pasado. Pixar nos mostró un camino, o nos abrió una puerta a su imaginario, para iniciar con ellos un acuerdo de compromiso fiel a su causa. Recupera el ideario del cine antiguo, de los clásicos por los que comenzamos a amar al séptimo arte… Una pregunta oculta planteó Pixar a los espectadores con esta película: ¿te subes a lo que te propongo? Yo lo hice y no me arrepiento. Un final grande para esta serie de secuencias que hoy dice un hasta luego con un punto y aparte.

Nota: Espero lo hayáis disfrutado, como yo escribiéndolas.

Más información | The Pixar Touch
En blogdecine | ‘El coche nuevo de Mike’, otro de los cortos de Pixar

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