'The Walking Dead' es una serie cuyo enorme éxito la ha hecho imperturbable a los cambios en la dirección creativa. En las cinco temporadas que lleva en antena ha tenido tres showrunners diferentes (Frank Darabont, Glenn Mazzara y el actual, Scott Gimple), y sus audiencias se han mantenido entre las más altas de la televisión estadounidense. Sin embargo, esos cambios sí se han notado en el aspecto creativo, sobre todo desde que Gimple está al mando.
No sólo es que el guionista continuó la rehabilitación de los personajes que inició Mazzara, dedicándose a dibujarlos mucho mejor de lo que la serie había hecho hasta ese momento, sino que se ha atrevido a arriesgar formalmente en algunos capítulos. En el arranque de la quinta temporada se llevó un paso más allá la exploración de la separación del grupo que se había mostrado en la mitad final de la cuarta entrega, dedicando un episodio a cada facción y entrelazando poco a poco todas sus tramas hasta el clímax de vuelta en Atlanta.
¿Merece la pena sobrevivir?
Uno de los ejemplos más recientes de este nuevo enfoque narrativo de la serie, y de cómo el protagonismo se va repartiendo entre los personajes, se vio recientemente en el capítulo dedicado por entero a Tyreese. Veíamos ese nuevo mundo a través de sus ojos, filtrado a través de sus experiencias personales y de su pasado, y así se le daba un poco de frescura a temas que 'The Walking Dead' maneja desde su inicio, y a los que parecía que ya no podía extraer más jugo.
La vieja discusión de si hay que hacer lo que sea necesario para sobrevivir, o si hay que merecer esa supervivencia, se ha visto bastante revigorizada en esta quinta temporada. El grupo de Rick toca fondo emocional y psicológicamente después de lo que sufre en ese hospital de Atlanta, y es invevitable que se plantee si realmente merece la pena continuar peleando por vivir en ese mundo de muertos que caminan. Es muy curioso, por cierto, que 'The Walking Dead' haya esperado cinco entregas para hacer que Rick dé un discurso que explicita el mensaje detrás del título.
Además, este reparto de la atención entre más personajes que no sean el propio Rick ayuda también a dar un peso mucho más notable a las muertes. Es un truco televisivo muy viejo el de centrar una trama en un personaje sólo para matarlo después, pero ayuda a que los espectadores entiendan mejor el efecto que dicha muerte produce en el grupo. Preocuparse por un retrato mejor de sus personajes (como se ha hecho con la evolución de Carol, por ejemplo) ayuda a dar nuevo sentido a caminos que la serie ya ha transitado muchas veces con anterioridad.
La esperanza en 'The Walking Dead'
La posibilidad de que sus protagonistas alberguen cierta esperanza, de que encuentren algo de luz para seguir adelante con sus vidas parece ser el tema de esta segunda tanda de capítulos de la quinta temporada, una luz que todavía da la sensación de estar más o menos representada por la idea de Washington. El foco de la serie está ya situado firmemente en las relaciones entre los supervivientes, más que en sus peleas contra los zombies, y es en esas relaciones de confianza y recelo donde se están asentando estos episodios.
Gimple está aprovechando todavía más los silencios y potenciando los secretos que los personajes guardan de los demás. Sí, los diálogos siguen sin ser especialmente maravillosos, pero las aventuras narrativas que 'The Walking Dead' hace de vez en cuando, como dándose cuenta de repente de que comparte cadena con 'Mad Men', son un bienvenido intento de impedir que la serie se estanque, de que se sienta tan deprimida como lo estaba el grupo de Rick en el arranque de este tramo final de la temporada. Y diversificar el foco de atención, que no recaiga casi todo en Rick, también está siendo una estrategia que está funcionando bien.
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