No nos hacemos una idea del erial que va a ser el verano cinematográfico (y seriéfilo) de 2024. En total, Hollywood marca ya 178 días sin que se vuelva a rodar a pleno rendimiento, y los retrasos empiezan a parecerse a los de la era del Covid, uno tras otro. Cuando los guionistas firmaron su acuerdo con la AMPTP todos creímos que los actores iban a seguirles sin mucha dificultad, pero lo cierto es que la cosa se está liando más de lo que debería: ¿Qué está pasando realmente? ¿Por qué aún no han llegado a un acuerdo? Vamos a verlo.
Ni huelga ni huelgo
El 2 de octubre, solo seis días después del final de la huelga de guionistas, el SAG-AFTRA volvió a reunirse con la AMPTP, que llevaba meses negándoles la palabra. De hecho, no se habían sentado a hablar desde el 14 de julio, y la cosa prometía porque, con los guionistas funcionando, los actores podrían entrar a los rodajes y aún se podría salvar media temporada de series. Todos estaban interesados en que funcionase... pero no fue así.
La presencia de David Zaslav, Ted Sarandos y Bob Iger en las negociaciones no asustó a los representantes de los actores, que siguieron presionando hasta romper la mesa de diálogo el 11 de octubre. ¿Qué es lo que había pasado? Pues depende a quién le preguntes. Los productores afirmaban que el SAG-AFTRA quería poner una tasa inadmisible por cada suscriptor, y los actores que las tácticas de la AMPTP eran abusivas.
Quince días después, el 26 de octubre (o sea, ayer) volvieron a juntarse para hablar, esta vez con ofertas y contraofertas más o menos sólidas. Los productores, siempre sabiendo leer la habitación, amenazan con que, si no se soluciona rápido, no volverán a sentarse hasta enero y darán por perdida la temporada. Los actores, en una carta firmada por más de 4000 miembros del sindicato, han dicho que no han llegado hasta aquí para no seguir luchando, y que no van a dejarse amedrentar. Si el acuerdo que proponen no es correcto, ya nos veremos después del turrón. Y es que esto hace tiempo que dejó de ser una lucha puramente monetaria y se ha convertido en una batalla por quién tiene el verdadero poder en la industria.
Los actores siguen pidiendo 57 céntimos por cada suscripción a un servicio de streaming, unos 500 millones de dólares al año, mientras que los estudios han tratado de contrarrestarlo ofreciendo un bonus por las series y películas que funcionen bien que les costaría... 20 millones. 480 millones de dólares de diferencia. Sin duda, aún queda mucho por luchar, pero el rayo de esperanza es que ambas partes han dicho que los acercamientos de estos días están siendo positivos.
¿Van a llegar a un acuerdo antes de Halloween? La cosa parece difusa, y a día de hoy puede pasar cualquier cosa. Esta lucha de David contra Goliat va a afectar -y mucho- a nuestro panorama audiovisual, máxime cuando 2023 ha cambiado todo lo que creíamos sobre el cine mainstream. Si alguna vez hemos soñado con un cambio de paradigma en Hollywood, tiene que ser este año. Habrá que ver si las amenazas de los productores y las ansias de los actores pueden llegar a un punto medio... o fastidiamos también la Navidad de 2024.
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