Anoche se estrenó en Antena 3 Aeropuertos, un docu-show presentado por Juan y Medio que se suma a la oferta de la cadena en lo que se refiere a lágrimas, emociones y gente anónima. Tres variables que están dándole a Antena 3 más de una alegría y que están consiguiendo una especialización de la cadena en un género que no goza de prestigio entre una parte de la audiencia. Ellos sabrán qué hacen.
La presencia de Juan y Medio acotaba ya de por sí el público objetivo y el horario, de ocho a nueve de la noche, confirmó que la aspiración del programa se limitaba a llegar a una audiencia muy concreta. Las historias escogidas confirmaron esa presunción y la media de edad de los protagonistas fue más bien alta.
Que nadie se lleve a engaño, en Aeropuertos hay lágrimas y alegrías, gente contando sus intimidades, encuentros y desencuentros. Es como El diario de Patricia pero sin el corsé de un plató. Desde mi punto de vista, las historias son demasiado breves, concluyen rápido y no permiten una identificación plena del espectador con el personaje.
Tras cada historia, un clip de música ñoña e imágenes a cámara lenta busca desatar las lágrimas y poner los pelos de punta, un recurso fácil que no hacía sino recordarme una y otra vez al final de Love actually, esa comedia coral de 2003 con la que sólo tiene esto en común.
Juan y Medio es efectivo y se desenvuelve muy bien ante las historias. Es capaz de parecer preocupado cuando tiene que estarlo y de sacar lo gracioso de una historia, como en la entrevista a las monjas. También es elegante en su forma de revolver en la miseria de los demás, como cuando consiguió que un señor confesase su homosexualidad. Tiene tablas y eso se nota.
Sin lugar a dudas, el peor momento del programa fue cuando estaban contando la historia de un niño que había presenciado el asesinato a tiros de su hermano. La historia de por sí ya era bastante macabra pero tuvieron la desfachatez de culminarla con un primer plano del niño con la cara emborronada para proteger su identidad. Un recurso dramático, efectista y del todo innecesario. Rastrero, diría yo, porque no aportaba ninguna información, sobre todo porque la identidad de la madre del niño no la protegieron en ningún momento.
Lo bueno del programa es que duró una hora, con publicidad incluida, y que una vez cumplida mi máxima de darle una oportunidad a todo, ya no volveré a verlo. A esa hora hacen cosas mejores en otras cadenas.
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