Es curioso como, por una película, puede cambiar totalmente tu punto de vista respecto a un actor. Debo reconocer que hasta que no vi 'Al Rojo Vivo', el bueno de James Cagney no acababa de convencerme, de, por decirlo de alguna forma, caerme simpático; desde entonces, no puedo dejar de admirarle. Sí, antes me había divertido su personaje de 'Uno, Dos, Tres', pero no llegué a creerme en ningún momento su composición en 'Los Violentos Años 20', por poner un ejemplo. Sin embargo, su trabajo en 'White Heat' me cautivó desde el principio. Es evidente que gente como Martin Scorsese o Brian De Palma se han empapado del magnífico personaje de Cagney en este film de Raoul Walsh; estamos ante un psicópata que es capaz de matar a sangre fría, sin despeinarse, para luego abrazar a su madre de la forma más tierna posible.
La sinopsis de 'Al Rojo Vivo' ('White Heat', 1949) es la siguiente: Arthur 'Cody' Jarrett y su banda asaltan un tren, llevándose un suculento botín y asesinando a los conductores. Poco después, la policía comienza a perseguir a Jarrett, convencidos de que él es el autor del asalto. Viendo que la escapatoria se le complica, Jarrett prepara una coartada y se entrega a la policía por un crimen menor, por el que es condenado a sólo dos años de prisión. Sin embargo, los federales saben que todo es una farsa y tratarán de tenderle una trampa: infiltrar a uno de sus agentes en prisión y que éste consiga la confesión de Jarrett.
Si bien puede decirse que la película tiene dos protagonistas, el "malo" que encarna James Cagney y el "bueno" que interpreta Edmond O'Brien, es el primero el que se adueña de la función de principio a fin. De hecho, por mucho que Jarrett sea un bastardo asesino, llegas a simpatizar con él y no quieres que el honrado poli consiga su propósito de tenderle una trampa. No se trata sólo del sólido guión de Ivan Goff y Ben Roberts, es un inmenso Cagney el que logra que queramos que se salga con la suya. Como decía antes, resulta increíble que el actor esté igual de convincente, creíble, tanto cuando aparece disparando a matar, fríamente, sin inmutarse, como cuando se muestra tan cariñoso con su amada madre (tan loca como él, dicho sea de paso). En este sentido, hay un momento glorioso justo después que nos enteremos de los problemas de salud del personaje de Cagney. Tras recuperarse, a solas con su madre, ambos se funden en un tierno abrazo. Y te olvidas que ese tío acaba de disparar en el estómago a un pobre hombre. Alucinante pero cierto.
Por supuesto, el mítico Raoul Walsh tiene también su fundamental parte de culpa. A una puesta en escena sencillamente de manual, hay que añadir un impresionante sentido del ritmo que hace que las casi dos horas se pasen volando, siempre sin despegarse de la pantalla. Walsh va subiendo y bajando la intensidad de la narración de forma perfecta, dependiendo del tono de cada situación, trepidante cuando hay acción y calmado cuando prima la intimidad. Para el recuerdo, aparte de la escena ya mencionada, queda la secuencia final, un prodigio en todos los sentidos, coronada por un momento literalmente explosivo (con esa impresionante frase dedicada a su madre). Por cierto, otro referente más, y muy claro, para el señor Quentin Tarantino y sus perros con nombres de colores, traicionados por un infiltrado.
Infiltrado que en esta obra cumbre del cine negro está interpretado por un Edmond O'Brien que realiza un estupendo trabajo. De nuevo gracias al ejemplar guión, su personaje no es unidimensional y aunque sea el típico policía que siempre va a cumplir su deber, no deja de resultar evidente que llega a sentirse unido al criminal. Otro momento memorable del gran desenlace en la fábrica de 'Al Rojo Vivo' es cuando O'Brien queda al descubierto y Cagney rompe a reír a carcajadas; la traición le ha destrozado y no sabe ni cómo reaccionar, todo carece ya de sentido. Del resto del reparto, destacar a las dos mujeres de Cody Jarret, Virginia Mayo y Margaret Wycherly. La primera es su chica, a la que debería amar pero que sólo es una preciada propiedad más, y la segunda es su madre, tan dura como él, y a la que ama por encima de cualquier otra cosa. De antología la reacción que tiene Cagney cuando se entera, mientras cumple condena, que ella ha muerto.
Definitivamente, 'Al Rojo Vivo' es un título imprescindible, para disfrutar del mejor cine negro, de la enérgica cámara de Walsh y de un mito como Cagney. Si no la tenéis aún en vuestra estantería favorita, corred a por ella, está a un precio ridículo y la edición no está nada mal, la Warner está cuidando sus clásicos.
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