El próximo viernes se estrena entre nosostros la sexta parte de una saga protagonizada por uno de los boxeadores más famosos del celuloide, una saga que debió terminarse en el primer episodio, título sobrevalorado donde los haya, y no seguir dando el coñazo en otras entregas, absolutamente infumables, como es el caso de las detestables 'Rocky III' y 'Rocky IV'. Ahora que la carrera de Stallone necesita más que nunca ser relanzada para que la gente no se olvide de él, cosa que no sucedería ni aunque dejara de hacer cine, al fornido actor no se le ha ocurrido otra cosa que volver con uno de los personajes que le lanzó a la fama. Y por si las moscas, y la jugada le sale mal, ya se encuentra en plena producción de la cuarta parte de 'Rambo', o sea, que tendremos Stallone para rato. Sus fans no pueden estar más contentos.
Pero ¿Aporta algo esta sexta parte a la propia carrera de Stallone, al cine en general y al sufrido espectador en concreto? La respuesta es un rotundo no, a no ser, claro está, que se quiera pasar un rato recordando viejos tiempos y volviendo a los 70 y los 80 de la mano de un actor extremadamente limitado, pero que tiene los santos cojones de subirse a un ring con 60 años, y demostrale al mundo, y también a sí mismo, que todavía puede seguir dando guerra. No obstante, una cosa son las intenciones, y otra muy distinta los resultados.
El argumento es bien simple: Rocky es el dueño de un restaurante en el que vive contando viejas batallitas de sus combates de antaño, y al que la gente acude en masa para oir esas batallitas y sacarse fotos al lado de una leyenda. Su relación con su hijo no es todo lo buena que desearía, y para colmo le entra el gusanillo de querer volver a pelear profesionalmente, debido a cierta simulación digital que enfrenta a Rocky con el actual campeón del mundo, dando por claro vencedor a Rocky, cosa que dudan muchos profesionales. De esta forma, nuestro querido héroe volverá a ponerse los calzones e intentar dar el tipo encima de un ring.
Sylvester Stallone no ha mejorado ni como realizador, ni como guionista ni como actor, aunque en este último caso se le nota mucho más despreocupado, y le importa bien poco realizar o no una gran interprertación. O tal vez somos nosotros los que ya no nos volvemos tan exigentes, y conscientes de las grandes limitaciones que tiene como intérprete, no nos molesta verlo metido una vez más en lo de siempre. A su lado, el veterano Burt Young, haciendo también lo de siempre, y totalmente desaprovechado. Milo Ventimiglia interpreta al hijo del famoso boxeador, y es tan penoso en pantalla que casi podemos decir que es peor actor que Stallone, por lo menos en este film. Además, su personaje no aporta absolutamente nada a la historia, el tipico drama entre padre e hijo, mal contado y peor resuelto. Podríamos decir que la mejor del reparto es Geraldine Hugues, que es "la chica" de la película, aunque su rol se pierde en los momentos finales del film, en los que las escenas de lucha ahogan todo lo demás.
La película no pasa de ser el típico Estrenos TV de un domingo por la tarde, cosa que me ha sorpendido bastante. Esperaba más aspecto de película cinematográfica en esta nueva entrega. Quizá sea porque Stallone se empeña demasiado en rememorar viejos tiempos, con algunas secuencias nostálgicas, quizá demasiadas, en las que incluso llegamos a ver momentos del primer film. No voy a decir que dichas secuencias sean malas en sí, porque incluso recurre a fotografiarlas como antaño. Por lo tanto estamos hablando de revivir viejos tiempos, no sólo en lo temático, sino también en lo formal. Lo que sí está muy claro es que el director/guionista abusa demasiado de ese recurso, haciendo un film largo, a pesar de su corta duración, y que el espectador se aburra sobremanera. Para colmo, nada de lo propuesto argumentalmente en el film tiene demasiada coherencia. Todo está al servicio de un único propósito: que Stallone suba al ring a dar hostiazos. Podía habérselo currado un poco más, y no haberse dejado llevar por ese ataque de nostalgia, recreándose en unas escenas bonitas estéticamente, pero que están todas metidas a calzador. Escenas en las que lo facilón y convencional hace acto de presencia, siendo esto la principal tónica del film.
Cuando llega la parte deseada por todos, tanto por los fans como por los que no lo son, el aburrimiento ya ha hecho la mella suficiente en el espectador que asiste atónito a un cambio de forma por parte de Stallone. Las escenas de combate son malas de narices, adornadas con un montaje rápido de efectos de luz, montaje y sonido, en el que se permite el lujo de combinar blanco y negro con pocos colores, para representar por ejemplo, alguna gota de sangre. Para más inri, el combate dura menos de lo deseado, no tiene emoción alguna y carece de clímax final, en un cierre de film demasiado lógico, evidente y en el que nos importa bien poco lo que sucede. Podríamos decir lo mismo de la consabida secuencia de entrenamiento, resuelta de un plumazo, para ahorrarnos el martirio, y en la Stallone pasea por viejos lugares conocidos y sube viejas conocidas escaleras, acompañado, eso sí, de un simpático perro que no se queja ni lo más mínimo.
Una mala película, absurda en muchos momentos, aunque no es el bodrio que me esperaba. No ha sido el bombazo taquillero que algunos presagiábamos, pero desde luego está siendo un éxito allá donde se está estrenando, algo previsible por otro lado. De lo que tampoco cabe duda es de que era un film totalmente innecesario, aunque volviendo a lo comentado con anterioridad, si Stallone quería volver a ser noticia, no había mejor forma de hacerlo.