En la gloriosa época del cine mudo comenzaron sus carreras una interminable lista de directores que dejaron algunas obras maestras necesarias para entender el cine. Tod Browning fué uno de esos directores; el autor de la obligada 'Freaks', dirigió en 1926 a su actor fetiche, uno de los grandes en el cine de terror, conocido como 'el hombre de las mil caras', Lon Chaney, en una película titulada 'Road to Mandalay', que aquí el individuo ese que traduce o dobla los títulos de las películas, y que ya por aquel entonces estaba vivo, la tituló 'La Sangre Manda'.
Es una de las menos conocidas que hicieron juntos Browning y Chaney, y narra cómo un hombre de mala vida, asesino y pirata, Singapur Joe, sólo vive para una cosa: que su hija, la cuál no sabe de la existencia de su padre, viva acomodada y feliz al cuidado de su tío, un sacerdote.
En apenas una hora que dura el film, asistimos a una historia de amor fraternal, de culpabilidad, y sobre todo de redención, que en manos de Browning cobra una fuerza impresionante, gracias a su poderoso uso de la cámara, con la que era capaz de captar y transmitir todo tipo de emociones.
Se le suma la extraordinaria interpretación de un extraordinario actor, Lon Chaney, que se especializó en transfiormarse físicamente al completo para los distintos personajes que interpretó a lo largo de su carrera, y que fué lo que le hizo famoso.
Pero es que además Chaney se metía en los papeles de forma asombrosa, tal y como demuestra con su personaje Singapur Joe, con el que a parte de maquillarse, pues sale desfigurado y sin un ojo, el actor transmite toda la angustia del personaje con sus solos gestos faciales, los cuales han pasado a la Historia por derecho propio.
Chaney era grande, Browning también, y esta película, a pesar de un par de elipsis muy mal empleadas, es muy buena. Cine añejo, del que no debe olvidarse.