La expectativa y la actitud con las que nos acercamos a los programas como espectadores son determinantes para cómo los acabaremos percibiendo o valorando. La promoción de una producción en concreto, la idea preconcebida que tenemos de sus creadores o de la cadena donde se emite y la apariencia general del producto determinan, ya antes de verlo, en qué lado de la balanza nos encontraremos. Desde qué prisma arrancará nuestro juico de ese programa.
La superioridad moral con la que la audiencia se asoma a cierto tipo de estrenos es algo con lo que los propios creadores juegan a la hora de elaborar y desarrollar ciertas producciones. Esto ha sido el gran acierto de programas como ‘Quién quiere casarse con mi hijo’, que se preparan y producen de tal forma que esa autoconsciencia defina el tono.
En ‘Quien quiere casarse con mi hijo’ la intención es evidente y se ve reforzada por una brillante y gamberra post-producción de los episodios. En EEUU, la sensación de este verano en cuanto a realities trash se refiere, ha sido ‘Here Comes Honey Boo Boo'; dejadme que os lo presente.
‘Toddlers and Tiaras’ es un programa que sigue a niñas de 4 a los 10 años que participan en concursos de belleza cuyo contenido bien podría servir como prueba ante un juez para quitar la custodia a ciertas madres. En este programa, al igual que en ‘Dance Moms’, la producción no juzga. Expone y deja que el espectador sea el juez. No juega a alimentar ni buscar la superioridad moral del espectador como parte de su entretenimiento, deja ese papel a la audiencia.
¿La neutralidad es posible?
‘Here Comes Honey Boo Boo’ es un spin-off de ‘Toddles and Tiaras’ que sigue a Alana Thompson, una de esas niñas de los pageants. Alana tiene 6 años, una personalidad espídica y una familia modélica del white trash, sureña hasta el punto de emitirse con subtítulos en inglés y orgullosamente redneck. El americano urbano medio se entretiene y divierte ante las excentricidades de esta familia, desde su posición de superioridad moral.
Sin embargo, el programa tiene un gran porcentaje de espectadores que sienten admiración por la autenticidad y naturalidad de los Thompson. Son conscientes de lo que son, ellos mismos son incluso los que incitan la burla. Es el propio objeto de mofa el que asume la superioridad moral de algunos espectadores sin importarle lo más mínimo, acercándose así a la población que se siente identificada con ellos. Dos públicos por el precio de uno.
Por supuesto, la edición del programa juega en ocasiones a la dinámica del reírse de, pero no abusa; porque no le hace falta. Es consciente de que la rutina de esa familia habla por sí misma y ha visto cómo aprovecharse de la diversidad de audiencia y de cómo cada espectador, con su nivel cultural, social y económico, tomar su propia actitud a la hora de juzgar; no la decide por él.
Volviendo a esa decisión consciente del espectador de cómo acercarse a una producción televisiva, quería hablar de esa práctica que tan de moda está últimamente: el hate-watching.
Hate-watching, no guilty pleasure
El visiodiando consiste en tomar una actitud deliberadamente negativa y de burla hacia el programa; seguir una serie episodio a episodio con el propósito de buscar, señalar y mofarse de cada detalle. Buscarle tres pies al gato constante y deliberadamente.
Como se puede suponer de mis palabras, es una práctica que no comparto ni comprendo. Aclaro que no me quiero referir a ese popular “es tan malo que es bueno”. Ver una serie cutre y mala porque nos divierte es parecido a ver esa televisión relalitera trash de la que hablaba antes. Eso disfrutar de algo porque es malo, no verlo para odiarlo.
Hay series que no son para mí; que no sigo porque no me gustan sus personajes, porque no me interesa su historia o no me engancha. Aquellas que me decepcionan o que se convierten en una carga, las abandono. ¿Qué sentido tiene seguir semanalmente y durante tanto tiempo algo con el único objetivo de criticarlo hasta el extremo y subrayar constantemente cuánto lo odiamos?
Pero no escribo sobre esto para condenarlo. Aunque no lo entienda, vivimos en un mundo seriéfilo libre y me consta que muchos se divierten hatewatcheando. Sin embargo, realmente quería poner el hate-watching sobre la mesa para volver a eso de la actitud previa del espectador.
Si queremos que no nos guste, no nos gustará. Si queremos cachondearnos de una película junto a los colegas, encontraremos la forma de cachondearnos. Y la pena es que muchas veces esta actitud es prácticamente inevitable con tanto exceso de información.
Posters, trailers, teasers de los trailers, featturetes, ficha técnica detallada con anteriores trabajos, críticas, hype, la cadena donde se emite o incluso el simple hecho de pertenecer a un género concreto, todo contribuye a crearnos esta idea preconcebida que marcará la actitud que tomamos ante algo nuevo.
Para las series, películas, libros, obras de teatro, musicales, conciertos o cualquier forma de ocio y entretenimiento es muy difícil sobrevivir a una audiencia cuya actitud inicial sea estar predispuesto a la decepción o al aburrimiento.
Para acabar con una sonrisa, y que de paso veáis la dimensión de Honey Boo Boo en EEUU (aunque me da que ya habréis encontrado más de una referencia si seguís sitcoms actuales o SNL), os dejo con un vídeo en el que Colin Farrell, Sam Rockwell y Christopher Walken leen un par de conversaciones de los Thompson. La película que presentan es 'Seven Psychopaths', por cierto, y os la recomiendo. Gamberra, divertida, paródica y también autoconsciente.
En ¡Vaya Tele! | Cinco razones que explican el éxito de 'Quien quiere casarse con mi hijo'
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