Por si alguien lo dudaba, Ángel Llácer ha confirmado que el único momento de verdadero interés para la audiencia de OT durante la pasada edición del reality, las broncas entre Risto y el mundo, eran fruto del guión. Según Llácer, se les fueron de las manos, porque el publicista no supo ceñirse a su papel, pero aquello, en principio, estaba cocinado detrás de las cámaras.
Lo que está claro es que, una vez confirmadas las sospechas, todo el funcionamiento del concurso queda en el ojo del huracán para quien se haya sentido implicado en él como espectador. ¿Quién garantiza que su funcionamiento será limpio? Una vez que se han inventando determinadas historias para crear tensión, ¿qué les impide hacerlo con el resto? ¿Quién asegura a los que ven el programa que no habrá participantes dentro a los que los guionistas de OT les den también pautas sobre cómo comportarse o qué decir? Es más, ¿las broncas con los concursantes también fueron un apaño?
Está claro que todo en televisión debe tener un sentido narrativo y que sin conflictos nunca hay posibilidad de crear historias. El problema es cuando vendes algo como "lo real", pero, en realidad, no estás dando más que "ficciones". En cierto modo, es un fraude para las personas que te ven y que, además, se dejan su dinero porque creen en el funcionamiento limpio de un concurso que en ningún momento les avisó de que determinadas cosas que estaban viendo estaban pensadas de antemano. Para los que no nos lo creemos, da igual; pero OT confiesa ahora que basa su éxito en engañar a sus seguidores.
Es la cuestión eterna de los concursos: ¿hasta dónde puede intervenir el creador en su desarrollo sin que aquello sea un tongo flagrante?
Vía | Electroduende En ¡Vaya Tele! | Virgina gana OT: un final precocinado para un producto prefabricado, ¿Sería OT lo mismo sin Risto?
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