A estas alturas, todos estaréis ya al tanto de The CW ha renovado por una segunda temporada a 'The Carrie Diaries', su precuela de 'Sexo en Nueva York', basada en el libro del mismo título de Candace Bushnell, que se estrenó en midseason con unas audiencias no demasiado boyantes y una polémica absurda por no incluir las Torres Gemelas en sus tomas del skyline de Manhattan (la serie se ambienta en 1984, no lo olvidemos). Desde entonces, sus trece episodios inaugurales parecen haber pasado más bien desapercibidos para buena parte del mundo interneteril, excepto por los estilismos locos no ya de Carrie, si no de Larissa Loughlin, el personaje que interpreta Freema Agyeman con unas chaquetas de colores neón absolutamente míticas, y lo cierto es que es un ninguneo que la serie no merece.
Recordemos primero que 'The Carrie Diaries' nos lleva hasta la adolescencia de Carrie Bradshaw en un pueblo de Connecticut. Su madre ha muerto algunos meses antes de que arranque el piloto y ella vive con su padre y su hermana pequeña. Empezamos a seguirla en el primer día de instituto después del verano, y también el primer día en el que empieza a trabajar como becaria en un bufete de abogados en Nueva York, un trabajo que le consigue su padre. Sin embargo, por casualidad, Carrie se topa en la ciudad con Larissa, editora de moda en la revista Interview, a la que le gusta el bolso customizado que lleva y que le ofrece trabajar para ella. Ya tenemos el punto de partida de la serie, y de la evolución de Carrie para acabar escribiendo columnas sobre sexo en su portátil, tirada en la cama de su apartamento en el Upper East Side.
Carrie y sus amigos
Evidentemente, Carrie es el centro de la serie (que para algo lleva su nombre), y todo el resto de personajes se mueven a su alrededor. La clave para que todo funcionara medianamente bien era conseguir una actriz que pudiera llevar buena parte del peso de la serie, que nos hiciera creer que Carrie Bradshaw podía ser así cuando tenía 16 años, y que resultara además una presencia agradable e interesante. No era una tarea fácil, pero la jovencísima AnnaSophia Robb, de sólo 19 años, la supera con creces. Hasta en esa voz en off inevitable ha ido mejorando y transmitiendo cierto encanto y corazón que se ha contagiado a toda la serie. Ese encanto se veía en el piloto, y al final ha terminado confirmándose que 'The Carrie Diaries' tiene un algo particular, un aire de serie teen de las de siempre que la hace muy entretenida.
En ese aspecto, la trama del instituto ha funcionado siempre bastante mejor que la de Manhattan. El grupo de amigos de Carrie tiene una buena dinámica y cada una de ellas ha ido evolucionando por su cuenta y adquiriendo personalidad propia, desde las inseguridades de Maggie a la pugna de Walt por aceptarse como es, a la hipercompetitividad de Mouse. Las conversaciones en el diner del pueblo, además de dejar algunos de los mejores guiños a 'Sexo en Nueva York', se veían siempre muy naturales y simpáticas. El añadido de Sebastian, el a priori chico malo que luego no lo es tanto, también ha terminado teniendo su interés, sobre todo porque ponía a Carrie en no pocos dilemas sobre si prefería escogerlo a él o a su incipiente trabajo como periodista. Que en bastantes ocasiones se decantara por esto último era una opción que ayudaba a ir construyendo la evolución de Carrie.
En Manhattan
La parte que no siempre ha cuajado igual de bien que la del instituto era la del trabajo de la joven Bradshaw en Nueva York. Era la trama que se veía más repleta de clichés y referencias ochenteras demasiado obvias, de Madonna a las fiestas secretas de Andy Warhol (y con los estilismos más locos, claro), pero hacia el final de la serie fue asentándose también un poco. Larissa se ha quedado como el personaje alocado que pone notas de humor con sus excentricidades pasadas de rosca, pero que también ha ofrecido a Carrie algunos consejos que deben encaminarla hacia el camino que todos sabemos que seguirá (es el problema que tienen las precuelas; que se lo digan también a 'Bates Motel'). La trama de Nueva York ha permitido también el crecimiento de Walt, cuya aceptación de su homosexualidad ha sido una de las líneas mejor llevadas de la serie.
La serie no se ha olvidado de la familia Bradshaw, por supuesto, preocupándose no sólo por desarrollar algo mejor a su hermana pequeña en los últimos episodios, sino por darle tramas más o menos sustanciales a su padre. Las discusiones entre éste y Carrie por su trabajo en Interview eran a veces demasiado convencionales, pero una vez que llegan a un acuerdo al respecto, la segunda temporada promete ser bastante entretenida y, tal vez, hasta una mejor integración de las historias en Nueva York y las del instituto. La Carrie adolescente nunca llega a ser cargante, con un entusiasmo contagioso por pasar, por ejemplo, el verano en Manhattan y empezar a probarse como escritora. En ese aspecto, su relación con Larissa dejó algún buen momento hacia el final, y tendrán que trabajarla algo más en la segunda temporada.
'The Carrie Diaries' ha demostrado tener un encanto que ha mantenido desde el piloto, personificado en una protagonista que transmite toda la anticipación, la inseguridad, la preocupación y la alegría de su personaje ante cada nueva etapa que se abre en su vida. Además, su mejor hallazgo han sido Mouse, Maggie y Walt, sus amigos del instituto, con los que teníamos una serie juvenil con cierto aire retro (las películas de instituto de los 80 tenían un encanto muy especial que 'The Carrie Diaries' recupera en gran parte), y que cuidaba bastante a sus personajes femeninos. Carrie es una buena protagonista, Mouse ha terminado siendo bastante entrañable y las aristas de Maggie le dan interés. Su renovación ha sido casi una sorpresa ante sus audiencias discretas, por decir algo, y el giro hacia la ciencia ficción young adult que parece estar dando The CW de cara al año que viene. Nunca está de más tener en las parrillas un título de instituto digno heredero de los que hacía The WB.
En ¡Vaya Tele! | 'The Carrie Diaries', aquellos locos ochenta
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