La existencia de las series de televisión en RTVE se ha caracterizado por la agonía a la hora de anunciar sus renovaciones durante estos últimos años. Mucho ruido se está haciendo alrededor de ‘El ministerio del tiempo’ -y, por desgracia, todo apunta a que la cosa aún va para largo-, pero lo cierto es que es algo que ha asolado a la gran mayoría de ficciones que se emiten en el ente público y no tiene pinta que eso vaya a cambiar.
‘Olmos y Robles’ tiene la suerte de ser uno de los títulos que menos afectado se vio por ello, ya que “sólo” pasaron algo más de cinco meses hasta que se anunció su segunda temporada, la cual se estrenó finalmente ayer 12 de septiembre, prácticamente un año después de la emisión de su primer episodio. Su regreso no es que fuera magnífico, pero sí recuperó su simpatía característica para ir calentando motores de cara a lo que no espera.
Un pequeño aperitivo
Una de las cosas más evidentes de ‘Las dos caras de Ezcaray’ ha sido que se ha preocupado mucho más de devolvernos a la rutina del pueblo y, de paso, se han introducido algunos de los cambios que llegan con la segunda temporada. Quizá por ello se haya apostado por elevar la tensión y el nivel de amenaza por mucho que estaba claro que sus consecuencias no iban a ir más allá de lo visto a lo largo del episodio.
Todo eso ha desembocado en la necesidad de equilibrar ese toque costumbrista sobre el que se asienta la serie con un peligro quizá algo exagerado sobre el papel, sobre todo si tenemos en cuenta la muy escasa presencia de Robles en el episodio. Por suerte, el guion supo lidiar con dos realidades contrapuestas para que el entretenimiento nunca decayera, pero también para que ninguna de esas dos vertientes destrozase a la otra.
Para ello ayudó que los villanos dieran por sentado que los habitantes de Ezcaray fueran unos inútiles que no iban a darles el más mínimo problema, algo que de por sí podría haber sido cierto en otros casos, tal y como demuestra la investigación que realizan después para intentar encontrar al informante. Ahí estuvo el primer acierto del episodio, ya que era tan creíble lo uno –que descubrieran lo que sucedía- como lo otro. Encanto con argumento, un cóctel que siempre se agradece.
¿Qué está por venir?
También está claro que la escasa presencia de Robles -al menos Rubén Cortada tuvo un momento de lo más simpático cuando habla de las dificultades de Olmos para pasar desapercibido por su físico resultón- no fue más que una excusa para no ir entrando ya en materia en el misterio que sembró Alcides al final de la primera temporada. Sólo espero que a partir de ahora sepan integrarlo bien en la trama para que evolucione de alguna forma en cada uno de los nueves episodios restantes de segunda temporada.
Por lo demás, Claudio y Braulio volvieron a ser los que me sacaron más sonrisas, pero tampoco me olvido del egoísmo del alcalde -a priori me daría pereza que se mantuviera el enfrentamiento con Cata, pero eso de que ella pueda presentarse como alcaldesa suena bastante bien- o del “celestineo” de Domi. Todo son pequeños detalles -el error sería potenciar en demasía a cualquiera de ellos- que ayudan a que se costumbrismo peculiar por el que apuesta la serie funcione.
Sí que es verdad que no terminé de cogerle el punto al personaje de Alfonso Lara, aunque imagino que eso se corregirá cuando regrese Enrique Villén, y que habrá que ver qué aporta exactamente Elisa Mouilaá además de rellenar el hueco de chica joven atractiva que ha quedado con la marcha de Andrea Duro, pero ‘Olmos y Robles’ ha vuelto fiel a lo que fue en su primera temporada y ahora sólo queda saber sí dará un paso adelante o si se limitará a sentirse demasiado cómoda y quizá eso pueda volverse en su contra.
Por mi parte, que cuenten conmigo para seguir viéndola, que nunca será la serie de mi vida, pero sí es un pasatiempo más que digno.
En ¡Vaya Tele! | 'Olmos y Robles' cierra con buen pie una disfrutable primera temporada
Ver 4 comentarios