Una de las cosas que más valoro de las miniseries es, precisamente, que sean mini. Tres horas y a otra cosa, como esa cena únicamente de ensalada que te tomas los días que has tenido una comida copiosa. En este sentido siempre es de agradecer que BBC aproveche días muertos para presentar series cortas y contundentes como 'La casa de las miniaturas' ('The miniaturist') que estrena este martes Filmin.
'La casa de las miniaturas' es una miniserie de tres episodios basada en el libro homónimo de Jessie Burton, que a su vez estuvo inspirado por la casa de muñecas de Petronella Oortman, una mujer de la alta sociedad de Ámsterdam. La adaptación ha sido llevada a cabo por John Brownlow en el guion y Guillem Morales en la dirección.
Estamos en la segunda mitad del s. XVII cuando la joven Nella (Anya Taylor-Joy) llega a su nuevo hogar en el barrio más prestigioso de Ámsterdam tras casarse con un reputado comerciante, Johannes Brandt (Alex Hassell). Sin embargo, al llegar él no está y es recibida por su hermana Marin (Romola Garai), una mujer pía y asceta con un profundo celo respecto a las cosas de la familia y la casa.
Las continuas ausencias y falta de "atención marital" de Johannes hará que entable más relación con los sirvientes de la casa mientras intenta desentrañar el misterio en torno a la casa de muñecas que le ha regalado su marido y las inquietantemente realistas y precognitivas figuras y miniaturas que le van llegando sin saber realmente de quién.
Ya desde el primer plano Guillem Morales ('Los ojos de Julia') demuestra su intención de jugar con la idea de la miniatura. De que al igual que Nella coloca sus piezas en la casa, él mismo maneja el movimiento de los personajes perfilados por Brownlow. Hay cierta limpieza y pulcritud en la fotografía y en la composición de la imagen, como si en vez de ante un decorado esa calle acanalada de Ámsterdam fuese una miniatura en sí.
Sensación apoyada también en cómo es la mansión a la que llega la protagonista: sin lujos ni ostentaciones innecesarias y con las apariencias justas. Es Marin la que advierte en todo momento a Nella de que, como familia rica y de la alta sociedad, son observados y hay que corresponder mostrándose. Su fachada es un mostrador y las cortinas corridas dan de qué hablar.
Todo esto en un momento en el que la sociedad de Ámsterdam está en plena expansión tras convertirse en un importante núcleo del mercado y en el que el calvinismo era la religión que la moldeaba. En 'La casa de las miniaturas' gran parte del peso lo tiene esa lucha entre la vida en la casa y la vida pública y cómo las rencillas y secretos pueden salir a la luz de los peores modos posibles.
Sin que la historia abuse de los giros y las revelaciones (las cuales reservan al final de cada episodios, con ese viejo truco para hacer que le des al play para ver al siguiente ipso facto), en el fondo es un drama costumbrista al uso. Aquí es donde hay que reconocer la magnífica labor de Brownlow (y de la autora del libro, claro) al lograr, junto a Morales, meternos de lleno en la historia de esta joven y su nueva familia.
Quizás es que 'La casa de las miniaturas' es, al igual que la mansión de los Brandt, una muestra de austeridad. No necesita de grandes alardes, de grandes interpretaciones ni de escenarios y efectos majestuosos para contar con una efectividad apasionante una historia que fascina en forma de una buena serie.
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