Lo único bueno de que termine el verano es el reencuentro con los viejos amigos de los que te despediste al final del curso. Y aunque sí, este inpass es ideal para conocer nuevas (series) personas y dejar a un lado la rutina, después de cuatro meses no podemos evitar echar de menos esas viejas caras conocidas. Por eso a finales de septiembre estaba deseando volver a ver a Ted y saber de su aventura con Victoria, reencontrarme con Robin y entender por qué llevaba ese vestido; saber cómo le va al recién llegado Marvin Wait-for-it Ericksen o si gracias a él Lily aceptará definitivamente a su padre. Y eso a pesar de que, aunque tuvo grandes momentos (y capítulos), la séptima temporada dejó cierta estela de decepción a su paso. Pero a los buenos amigos se lo perdonamos (casi) todo.
Volver a lo grande
En su season premiere, ‘Cómo conocí a vuestra madre’ trata de reubicarnos, después de 22 capítulos dando vueltas en círculo y saltando de una boda a otra hasta darle respuesta a aquel enigma que se planteó al comienzo. Tras descubrir que Robin era la misteriosa (para algunos no tanto) portadora del vestido, que Quinn tenía los días contados (algo que ya nos espoilearon con la noticia del fichaje de Becki Newton para ‘The Googwin Games’) y que Victoria aún tenía papel en la serie, alejando más aún en el tiempo la llegada de la madre, había muchas explicaciones que dar. Y nos merecíamos un regalo como Farhampton. Porque si algo bueno tiene ‘Cómo conocía a vuestra madre’ es que, por muchos giros (equivocados o no) que pueda dar, siempre acaba volviendo sobre sus pasos.
Del capítulo me quedo sin duda con Ted. Si con su huida a lo ‘Thelma y Louise’ se reafirma la idiosincrasia de su personaje, con este nuevo comienzo demuestra que no sólo sigue siendo él mismo, sino que la fórmula funciona. Después de haberse cuestionado si merecía la pena seguir siendo un soñador y no sería mejor abrazar el realismo, decide apostar por el Mosbysmo y seguir viviendo la vida como a él le gusta: con un punto de drama, exageradamente romántica y con tendencia al enrevesamiento. Pero también vuelve a ser ese Mosby encantador, a ratos histriónicamente Ted, más cómico que nunca y dando lo mejor de si mismo. Aunque va mal encaminado con Victoria; ella no es su lebenslangerschicksalsschatz y la auténtica Sra. Mosby está más cerca que nunca. Del tobillo y el paragüas pasamos ya a un plano completo, a tan sólo unos metros de Ted. Megaguiño.
Pero el momento legendario lo protagoniza, cómo no, Barney, que logra condensar siete temporadas de tramas en sólo 52 segundos de magistral monólogo para explicarle a Quinn la historia de cómo acabó saliendo con Robin, todo un autohomenaje que se marca la serie.
Un gran reparto que crece
Uno de los grandes aciertos de esta octava temporada es, en mi opinión, la incorporación del padre de Lily, Mickey, como personaje fijo tras sus idas y venidas en la serie. Con su particular sentido de la paternidad y el surrealismo en el que siempre se ve envuelto su personaje a menudo recuerda a otros célebres padres de familia como Peter Griffin, por lo que aporta una buena dosis de humor dadaísta y forma un estupendo tándem con Marshall y Lily ahora que ya sabemos que será él quien haga de nanny de Marvin Wait-for-it (no me canso de escribirlo).
Victoria y Nick, las parejas que protagonizan “el verano del amor” y “el otoño de las rupturas”, hacen lo que pueden teniendo en cuenta que ya se ha anticipado cómo acabaran las dos historias, así que su presencia es, de momento, anecdótica. Uno de los platos fuertes parece ser retomar a Barney en modo soltero. Y aunque ya sabemos que más adelante volverá a caer en el sentimentalismo con Robin, su talón de aquiles, de momento vuelve a recuperar su libro de jugadas, aunque le vemos algo perdido, después de Quinn. Lo del sexo con la octogenaria Sra. Buckminster ha sido un gran ‘WTF?’; personalmente, me parece excesivo hasta para un personaje como Barney.
Otros grandes momentos cómicos de estas primeras entregas los están aportando las intervenciones de fantásticos secundarios, como el jefe de Barney, traumatizado por la pérdida de la custodia de su perro, Klaus, el novio al que Victoria planta en el altar y acaba de okupa nudista en el sofá de Ted o el profesor Infosaurus. Parece que, de momento, ‘Cómo conocí a vuestra madre’ apuesta por dejar a un lado el drama y explotar su vis cómica, con sorpresas como el concurso ¿Quién quiere ser Padrino? (¿un homenaje a ‘Friends’?) del capítulo de ayer. Pero eso sí, sin prescindir de esos momentos de emotividad y de reivindicación de la amistad. Al fin y al cabo, es el motor que mueve esta serie y no la dichosa madre.
En ¡Vaya Tele! | La CBS empieza a negociar el futuro de ‘Cómo conocí a vuestra madre’
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