En 2010, Nev Schulman protagonizó uno de los documentales más exitosos y polémicos del año. Nev es fotógrafo y un día recibe en su Facebook una versión en cuadro de una de sus fotografías. La autora del cuadro es Abby, una niña de ocho años con la que Nev empieza a entablar amistad, fascinado por su talento. A partir de ahí, conoce a la hermana de Abby, Megan, con la que empieza una relación especial que acabará muy diferente a como Nev esperaba.
Todo esto es captado, por casualidad y en principio sin objetivo claro, por las cámaras de sus compañeros de piso, imágenes que acabarían convirtiéndose en ‘Catfish’, documental cuya autenticidad muchos han cuestionado. Real o no, su éxito llevó a MTV a producir un reality que siguiese el mismo patrón, que se estrenó hace unos meses en la cadena con gran éxito de audiencia en demográficos y ya ha obtenido la renovación para una segunda temporada.
Catfish, the TV show
El pasado jueves, la franquicia española de la cadena no-musical estrenó esta versión televisiva, en la que el propio Nev y otros de los implicados en la realización de la película, se pone en contacto con personas que han entablado relación con alguien a través de internet. Estos protagonistas requieren la ayuda de Nev para investigar sobre sus parejas virtuales y de paso obtener algo de apoyo emocional para enfrentarse a la realidad.Esta realidad es una bola de nieve creada por ellos mismos: conocen a alguien, conectan, intentan conocerle pero siempre hay alguna excusa que evita que esto ocurra y acaban en su propio círculo vicioso de autoengaño y de evitar enfrentarse a lo que saben que es la realidad, que hay -pez- gato encerrado.
El formato
Si ‘Catfish, mentiras en la red’ tiene un gran problema, es el formato. A pesar de ser episodios de apenas media hora, el contenido abusa de mucha y evidente paja para rellenar minutos. Vemos cómo se desperezan por las mañanas los dos presentadores, cómo van a echar gasolina y hacen un par de chistes… Insertos que dificultan mucho la tarea de extraer lo que realmente importa porque sí, hay elementos muy interesantes aquí. Pero el ego de Nev es mucho más grande que las mentiras que ayuda a desvelar.
El otro gran problema del formato es empeñarse en mostrar constantemente al equipo de realización, especialmente a Max, el compañero de Nev y co-presentador en la práctica, pero aparece casi siempre cámara en mano. Este intento de subrayar la autenticidad y el factor documental de este reality es realmente molesto y cansino. Esto es en parte heredado por las características del documental en el que se basa, donde Nev y compañía sí eran protagonistas y víctimas en la historia, y donde hasta esos momentos cotidianos que sobran en la adaptación tenían más sentido.
Puede que la película de ‘Catfish’ pueda ser acusada de falso documental, pero funciona. Su relato es interesante y se percibe 100% natural. En ‘Catfish, mentiras en la red’ depende mucho del caso de cada episodio (yo he visto cuatro distintos), pero el hecho de que ciertas situaciones en algunos parezcan evidentemente preparadas o forzadas, hace que te cuestiones muchas que no lo parecen. De hecho, ha habido algunas acusaciones de manipulación con respecto a cómo se muestran los hechos.
Las cámaras tienen un efecto en la gente, y quiero pensar que las reacciones de alguna de las víctimas están aplacadas por la constante conciencia de la presencia del espectador, pero escama mucho la forma de tomarse algunas revelaciones que tienen lugar durante el programa.
La psicología y el reflejo de una sociedad
A pesar de todos los aspectos que no funcionan en este reality, el producto final resulta bastante interesante gracias al contenido y a lo que se puede extraer de sus historias. Sus protagonistas nos pueden resultar extremadamente panolis o inocentes, pero ‘Catfish, mentiras en la red’ refleja una realidad social que está ahí de la que conocemos historias reales igual o más complejas que éstas.
En más o menos grado, todos podríamos identificar algún caso de engaño a través de las redes sociales o blogs tras los que muchos se escudan fingiendo ser lo que no son. Y lo que pone ‘Catfish’ en evidencia es cómo ciertos perfiles psicológicos son especialmente sensibles a caer en las redes de la red, valga la redundancia.
Y es que lo más interesante es descubrir qué inseguridades y situaciones personales han llevado a estas personas a crear una identidad falsa y arrastrar a alguien a ella, y también que motivos sociales y psicológicos han impulsado a las víctimas a caer en unas mentiras que el programa hace ver lo fácilmente demostrables e identificables que son. Los episodios revelan la verdad cuando aún queda tiempo suficiente para entender motivos, conflictos y cualidades que han provocado esta situación.
El programa no juzga, pero da todas las herramientas al espectador para darse cuenta de que una gran falta de autoestima y continuados rechazos han llevado a una chica gordita a inventarse a una Barbie rubia (sus palabras, que también dicen mucho) y que es esta imagen distinta a la que el chico se había creado lo que le hace rechazarla (a pesar de que las fotos reales de ella sí estaban en su perfil, aunque ya sabéis, desde arriba y con mucha teta).
Es un ejemplo de tantos en un programa que a pesar de sus fallos consigue poner sobre la mesa todos los problemas y peligros de un asunto cada día más habitual de lo que podemos imaginar, un reality que acaba resultando mucho más educativo e ilustrativo que morboso, y lo que cuenta es tan relevante que incluso podríamos perdonar esas acusaciones de falsedad en un programa dedicado a destapar mentiras. Pena que sus problemas de ritmo lo conviertan algo tedioso de ver a ratos.
En ¡Vaya Tele! | 'Catfish: mentiras en la red', tráiler del próximo factual de MTV
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