El subgénero del cine político ha sido a lo largo y ancho de la historia del cine un manjar exquisito para que muchos realizadores, algunos grandes y otros no tanto, dejaran lo mejor de sí mismos con temas que muchas veces no captan la atención del gran público. Si volvemos la mirada muy atrás, John Ford, con su habitual lirismo y melancolía, nos dejaba la inolvidable ‘El último hurra’. Otto Preminger, especialista en cine negro, daba una lección de cine en ‘Tempestad sobre Washington’ (esta misma semana se edita en dvd en nuestro país). En los 70, gracias a films como ‘Todos los hombres del presidente’ (de la que os hablaré en breve) surgió toda una oleada de películas políticas, esta vez un poco más cercanas a la calle, al hombre corriente, y siempre recogiendo hechos y personajes reales.
En los 90, Oliver Stone tocó el cielo con su impresionante ‘J.F.K.’ y también nos lanzó el ladrillo ‘Nixon’ (inmenso Anthony Hopkins). El correcto Roger Donaldson firmó su mejor trabajo: ‘Trece días’, película injustamente olvidada cuando se trata de un vigoroso relato sobre la crisis de Cuba filmado con un nervio pocas veces visto en este tipo de películas. Precisamente, sobre el segundo trabajo mencionado de Stone, parece volver ahora el mediocre Ron Howard, centrando su objetivo en la famosa entrevista que Richard Nixon le concedió a David Frost.
‘El desafío: Frost contra Nixon’ narra, a través de un excelente guión de Peter Morgan (de quien hace un par de años disfrutamos de su impecable trabajo en la excelente ‘The Queen’), basado en su propia obra de teatro, los preparativos para uno de los enfrentamientos televisivos más sonados en la historia de la pequeña pantalla: el presentador británico David Frost frente a Richard Nixon, en el que el primero quiso obtener una confesión pública del segundo a causa del caso Watergate, del que había salido impune.
Ron Howard, de quien este año nos llegará el blockbuster ‘Ángeles y demonios’, filma la que es muy posiblemente su mejor película, Decir esto tal vez no sea decir demasiado. Howard ha sido siempre un realizador moviéndose por los senderos más comerciales y maisntream que uno se pueda echar a la cara, caracterizándose casi siempre por una puesta en escena impersonal y carente de fuerza. Films como ‘Willow’ o ‘Splash’ son films muy defendidos por un público poco exigente y fácil de contentar (a los que me uno irremediablemente defendiendo esa ñoñada de título ‘Cocoon’). Con ‘El desafío: Frost contra Nixon’ Howard parece entender por fin para que vale una cámara, usándola como testigo directo de unos hechos históricos impecablemente reproducidos en un trabajo fílmico impregnado con gotas de falso documental, que además de ofrecer una fidelidad histórica, ahonda en la figura de un Richard Nixon humano, penetrando en su imagen de ídolo herido y caído, enfrentándole con una figura mediática tan triste como él, o si cabe más: David Frost, el aparentemente feliz presentador tras cuya sonrisa de portada se esconde otro pobre desgraciado.
La cámara vivaz de Howard filma con mimo, con cariño, con inteligencia y casi sin que se note su presencia (algo realmente difícil de conseguir), a unos actores en verdadero estado de gracia, y que suponen uno de los pilares fundamentales de la película. Un elenco capitaneado por Frank Langella, actor que nunca me ha parecido nada del otro mundo, pero que en ‘El desafío: Frost contra Nixon’ realiza no sólo la que es, de lejos, su mejor interpretación (uno de esos trabajos que suponen el culmen a una carrera larga llena de buenos trabajos, incluso muchos de ellos injustamente olvidados, ¿alguien recuerda que Langella fue el Drácula por excelencia a finales de los 70?), sino también una de las mejores interpretaciones de los últimos años. Langella se apodera del personaje, haciéndolo suyo, y a través de sutiles gestos y miradas (todo ello perfectamente recogido por la cámara de Howard) convierte a Richard Nixon en un personaje fascinante y atrayente, que va más allá del monstruo público que todos quisieron ver. Un ser humano como otro cualquiera, que una vez fue un líder, y al día siguiente, por una serie de errores, cayó derrumbado sin posibilidad de volverse a levantar. Langella expresa todo eso y más con una sola mirada. Y sólo por ello merecería el Oscar.
Frente a él, nunca mejor dicho, Michael Sheen, descubriéndose como el excelente actor que es, algo que ya nos había quedado claro en películas como la mencionada ‘The Queen’, en la que dio vida a un convincente Tony Blair. Sheen también tiene su momento de gloria, y aunque sea Langella quien se lleva todos los elogios, el actor galés nos ofrece a un David Frost que no se escapa a esa visión pesimista de su oponente. Frost es otro ídolo caído, aun cuando esta entrevista fue el punto álgido de su carrera. Su inteligencia no es equiparable a la de Nixon, sus ansias de fama y reconocimiento se ponen de manifiesto en su lucha desesperada por lograr la entrevista del siglo. Su buena vida, sus zapatos italianos (detalle de guión sencillamente genial) no son más que tapaderas de una existencia mediocre.
El resto del reparto, aunque nada tienen que hacer al lado de los actores centrales, cumplen perfectamente con su cometido. Kevin Bacon como mano derecha de Nixon, Oliver Platt, Sam Rockwell y Matthew Macfayden, haciendo lo propio con Frost. Toby Jones demostrando de nuevo su camaleonismo; y una Rebecca Hall algo desaprovechada, siendo éste el punto más flojo del film. A veces el personaje de Hall parece un pegote sin sentido, no encajando en la historia que filma Howard. Una historia vibrante, con ritmo, emocionante y con un par de momentos que se quedarán para siempre en nuestra retina: el tramo final de la entrevista, y el posterior encuentro entre Frost y Nixon, que sirve al director para cerrar su visión sobre ese ser tan odiado que incluso no llegó a ser consciente de sus propios actos.
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