Estaba cantado, pero aún así uno no puede evitar sentir algo de tristeza ante un fracaso tan ruidoso y mediatizado como el de Quibi. Apenas seis meses después de su lanzamiento, la millonaria inversión de Jeffrey Katzenberg en forma de plataforma streaming echa el cierre. Es hora de que muchos se replanteen sus métodos de trabajo y tratar de que la próxima vez sea mejor.
Streaming de una muerte anunciada
Si ahora repasas ese vídeo de presentación, lleno de ganadores de premios de la Academia y personalidades imponentes de la industria norteamericana, es posible que intuyas sobre ellos un halo de tristeza, como si todos los implicados en esta campaña no estuvieran muy seguros de lo que estaban haciendo. Porque, seamos serios, es imposible que cineastas como Guillermo Del Toro o Antoine Fuqua vean películas en vertical en dispositivos móviles.
Si algo ha caracterizado a Quibi ha sido una mala gestión y el don de la inoportunidad desde el día de su nacimiento. El primero de los numerosos toques de atención ya lo recibió el día de salida: mal timing. Las cifras no cuadraban y nadie puso en duda que el confinamiento y la pandemia habían jugado a la contra. Personalmente, no me creo nada de esa teoría. ¿Acaso no necesitamos ahora más que nunca una variedad de ofertas en casa? Que me aspen si los que tenemos hijos no agradecemos episodios de apenas diez minutos que ver encerrados en el cuarto de baño.
El problema es que ella misma se condenó al ser vendida como "la plataforma con episodios que podrás ver mientras vas y vuelves del trabajo o viajas en transporte público". Como si fuera la única opción. La pandemia hizo desaparecer esa opción. Pero, insisto, he visto el más del 50% del contenido de la plataforma y lo he hecho en mi casa.
Iniciada por Katzenberg hace más de dos años y dirigida por la el ex-número uno de eBay Meg Whitman, la ambiciosa plataforma contó con una inversión de más de 1.700 millones de inversión privada, con nombres como Disney y NBCUniversal entre los inversores. Con la premisa de ofrecer programación original de formato corto a través de teléfonos móviles, la aplicación Quibi, muy publicitada y promocionada, salía a la luz en abril con unas cifras excelentes: casi dos millones de descargas en iOS y Android. Por entonces el periodo de prueba era de tres meses, y tras ese tiempo había dos opciones de suscripción: 4'99 dólares con publicidad y 7'99 libre de anuncios. Pero nadie se quedó a probar.
Con una pérdida del 90% de usuarios tras el periodo de prueba, la llegada de Disney+, el asentamiento paulatino de Amazon Prime y HBO, junto a la abrumadora presencia de Netflix liderando todo este asunto del streaming, Quibi empezó a intentar mover ficha. Lamentablemente, ni Apple, ni Facebook ni WarnerMedia se interesaron en hacerse con sus servicios... ni tampoco con unos contenidos que ahora están condenados a desaparecer o a pasar a formar parte de otros catálogos. Y lo harán a precios de saldo.
Quibi tiró de influencias. Las conexiones de Katzenberg, ex de Disney, cofundador de DreamWorks SKG y jefe de DreamWorks Animation, sedujo a estrellas y autores para ofrecer algo que pecó desde el primer momento de la carencia de un elemento clave en todo esto: el espectador. El cliente. Solamente producto, producto y producto. Y eso era algo que se notaba de lejos a la hora de comunicarse entre nosotros: no había comunicación alguna. De hecho, los clientes apenas nos enteramos de sus cambios. Con los meses la plataforma pasó de ser exclusiva de teléfonos a poder instalarse en tabletas o incluso enviar su señal vía AirPlay o Chromecast.
Es una verdadera lástima que el hogar de pequeñas joyas como 'Agua Donkeys', 'Royalties', '50 States of Fright', 'Reno 911!' o la reciente 'Wireless' haya besado la lona de una manera tan estruendosa, pero también demuestra que al público hay que tratarlo con respeto y un mínimo de cariño y complicidad. Por si fuera poco, actualmente Quibi también está librando una batalla legal con la compañía de videos interactivos Eko, que afirma que Quibi robó sus patentes. Esta pelea se centra en la función clave de la aplicación de Quibi, que reproduce los videos de distinta manera dependiendo de la posición del teléfono. Quibi ha negado haber infringido las patentes de Eko o haber robado secretos comerciales.
Quibi es la confirmación de que un modelo de negocio como este necesita de un departamento de comunicación a la altura de su contenido. Si estás en edad de riesgo puede que recuerdes el mastodonte que Canal Satélite Digital enviaba mensualmente a casa. Aquella guía de la tele era una bendición que nos permitía conocer de primera mano todo lo que estaba por suceder en nuestra tele durante las próximas cuatro semanas. Entre abril y mayo envié una serie de correos a Quibi, como profesional y como cliente. Dudo mucho que alguien los haya leído.
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