Anoche La Sexta estrenó el docu-reality Una cámara en mi casa, un formato con tintes sociológicos que ya han explotado otras cadenas (Mi cámara y yo en Telemadrid o Efecte Mirall en TV3). A mí, además, la voz en off me recordaba a los programas de coaching que se han hecho populares en Cuatro pero la mezcla entre esto y la fiebre de los reporteros entronca perfectamente con Vidas anónimas, un programa que a La Sexta le ha funcionado bastante bien.
Sin duda las pretensiones más básicas de Una cámara en mi casa se cumplen al enseñar tres realidades bien distintas a través de las historias de tres niños, pero el hecho de que los protagonistas sean menores resta, desde mi punto de vista, posibilidades de evaluación y se echa en falta una crítica más profunda que no se puede llevar a cabo si se quiere mantener intacta la imagen de los niños. El programa está hecho con cuidado y eso se agradece. Le falta rotundidad y análisis, pero se puede asumir porque no es un coaching.
A pesar de esto, el programa invita a la reflexión sobre temas como la obesidad infantil, la violencia a través de la televisión, las relaciones familiares, los estudios o las aspiraciones de unos casi adolescentes. Quizá el punto más débil sea la parte de las intervenciones de los padres, que aportan poco a la visión de sus hijos ya que lógicamente su posición es complicada y no cabe una crítica propia. Si esto fuese Supernanny o SOS Adolescentes no saldrían tan bien parados.
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