Más de 10 millones de espectadores estuvieron pendientes del cierre de la tercera temporada de 'Scandal', la ficción de ABC que se ha convertido en uno de los grandes éxitos de ficción de la parrilla estadounidense. Toda una revolución para una serie que empezó tibia una primera temporada reducida y que fue ganando seguidores a medida que las tramas fueron aumentando en continuidad y grandilocuencia. La fórmula actual de la serie queda hoy lejos de aquella que nos enseñaron en su primera tanda de episodios y ahora parece que avanza sin control hacia lo descabellado, buscando la manera de sorprender a la audiencia a cualquier precio.
Este avance en las tramas ha conseguido transformar 'Scandal' en una ficción que busca el recogijo de los espectadores a través de su exageración desmesurada, tanto en el desarrollo de sus tramas como en la puesta en escena de sus personajes, pasando por esas interpretaciones que no hacen más que completar un producto acostumbrado ya a evolucionar en el desmadre. Esta temporada, el objetivo ha sido ir más allá, añadiendo elementos cada vez más disparatados que ha provocado que la serie se mueva en un círculo ridículo y vicioso del que parece que no va a salir hasta que la audiencia quiera.
Porque, pese a todos los (des)calificativos que le podamos poner a la actual 'Scandal', la audiencia en Estados Unidos y la que tiene aquí en España demuestra la aparición de cierta dependencia hacia esa locura ficcionada de la que es difícil salir. La curiosidad por observar cuál será el nuevo giro o la mirada burlona del espectador ante la desfachatez de sus guiones son algunas de las causas por la que 'Scandal' ha conseguido mantener su enganche. Y, en realidad, su fórmula del éxito no es nueva. La hemos observado en todos esos seriales y telenovelas que han preferido olvidarse de lo creíble para centrarse en explotar el dramatismo en todas sus vertientes. Y, por un momento, es reconfortante pensar que también en Estados Unidos eso del éxito televisivo no siempre va ligado a la calidad del producto.
Olivia Pope y su amor imposible
Después de observar lo tortuosa que era la vida de Olivia Pope tras estar perdidamente enamorada del presidente de Estados Unidos mientras lidiaba con los problemas que salían de la Casa Blanca, esta temporada hemos conocido a sus progenitores, dos elementos que han aumentado la dosis de incredulidad que ya rodeaba a la serie. La férrea y manipuladora actitud de su padre al frente de esa organización secreta y la aparición de su madre como una escurridiza terrorista han puesto su grano de arena, demostrando los motivos que tiene la protagonista para estar constantemente con un vaso de vino en la mano.
Pero todas estas tramas rocambolescas no han conseguido apartar la historia de amor vivida entre Olivia y el presidente, un tira y afloja que ha llegado a cansar por las innumerables idas y venidas que hemos visto a lo largo de los episodios. En esta trama, al igual que en muchas otras, parecía como si los personajes no tuvieran memoria para recordar lo vivido episodios atrás, volviendo a caer en los mismos errores para poder explotar el recurso efectivo del amor imposible, cargado de un extra de morbo cuando uno de los componentes se trata de un casado presidente de Estados Unidos.
Llegados hasta el final de temporada, lo lógico hubiera sido pensar que ambos personajes llegaban a un punto en que hubiesen preferido dejarlo todo y marcharse juntos, debido a ese profundo amor que sienten y al constante sufrimiento que viven llevando a cabo una vida que ni quieren ni les otorga bienestar. Pero la memoria no es el fuerte de los personajes de 'Scandal', capaces de olvidarse rápidamente de lo vivido y encontrar en un nuevo escándalo un débil motivo para continuar tal y como están, y de paso no estropear la estructura de la ficción, esa en la que el presidente sigue siendo presidente y cada uno pueda seguir explotando su rol en el futuro.
Tampoco llega a entenderse la confianza que algunos personajes depositan en otros tras, por ejemplo, una intensa escena en la que el personaje de turno se encarga de soltar su sufrida parrafada. Estos arrebatos dialécticos tienen su efecto en los personajes, pero de cara a la audiencia no llegan a ser efectivos, quedándose dentro de ese círculo ridículo del que hablaba anteriormente. Los personajes de 'Scandal' no parece que actúen como consecuencia de los hechos que viven sino por lo que les diga el personaje que tengan al lado en cada momento, lo que provoca que su presencia en la historia quede desdibujada y sus actitudes resulten incoherentes.
Así, no importa que uno de los intereses amorosos de Olivia Pope haya asesinado a sangre fría a personas inocentes, ya que ella terminará la temporada marchándose con él sin que nada de esto le preocupe. Ni tampoco parece importante que Cyrus haya perdido al amor de su vida como consecuencia de los asuntos turbios de la Casa Blanca, ya que al final acabará celebrando la reelección del presidente como si de un niño con un caramelo se tratase. La mayoría de personajes están tan marcados que no sucumben ante los antecedentes que vemos en pantalla, aunque lo mostrado en algunos capítulos tenga la fuerza suficiente para transformar a un personaje por completo.
Olivia Pope y el B613
Uno de los arcos argumentales de la tercera temporada de 'Scandal' se ha movido en torno a esa organización secreta que vigilaba por los intereses de Estados Unidos, por encima incluso de las directrices marcadas en la Casa Blanca. Su aparición en el juego ha puesto en jaque a todos los personajes de la ficción, pese a que sus actuaciones, de nuevo, se movían bajo ese paraguas de la exageración en el que se ha cobijado toda la serie.
El desarrollo del B613 ha servido para que nos acercáramos un poco más hacia lo que ocurría con esos personajes que entraban a formar parte de la organización y cuyas vidas cambiaban para siempre. Pero, lo que hemos visto por el camino ha sido una de las tramas más flojas que ha ofrecido la serie, que ha llegado hasta el punto de mostrar esa extraña combinación entre erotismo y violencia que han vivido los personajes de Quinn y Huck, llevando a la ficción hacia otro de los extremos que tampoco ha querido pasarse por alto.
Lo peligroso de 'Scandal' se encuentra en el hecho de que esta temporada no ha podido sortear las situaciones absurdas que han provocado comicidad por sí solas. Y es que, pese a que hasta el momento la ficción se había tomado en serio a sí misma, este año hemos vivido escenas que se han salido del patrón, como aquella en la que la hija de los Grant descubría a su madre en plena infidelidad, o en las ocasiones en las que un secreto era revelado con tanta intensidad provocando una situación cómica no buscada, producto de una serie convertida en un desmadre pese a no importarle lo más mínimo.
La tercera temporada de 'Scandal' se ha visto reducida debido al embarazo de Kerry Washington, su actriz protagonista, motivo por el cual se decidió acortar el número de episodios que habitualmente tiene una ficción en Estados Unidos. Lo asombroso del caso es que no se decidiera aprovechar el tirón y utilizar dicho embarazo en el desarrollo de la historia, algo que habría sido lo normal para una serie que bebe de cualquier elemento que provoque la sorpresa del espectador. Lo lógico sería pensar que Shonda Rhimes se ha guardado ese as en la manga para el futuro, siendo uno de los bombazos que se mostrarán próximamente en la ficción. ¿Estaremos ahí para verlo o se pinchará la burbuja del escándalo?
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