El guionista Matthew Weiner es consciente de la repercusión que genera ‘Mad Men’ en los medios. Lo demostró durante la sexta temporada, cuando jugó con ese personaje llamado Bob Benson y las alusiones al clima de violencia de Nueva York, con camiseta de Sharon Tate incluida. Permitieron que la crítica observara con lupa la ficción, se divirtiese y planteara unas cuantas hipótesis. Por esto resultó hasta decepcionante el estreno de la séptima y última temporada. Un episodio extremadamente normal y poco interesante para lo que se supone que es uno de los acontecimientos televisivos del año. Weiner quiso salirse de la norma una vez más.
Este debate podríamos haberlo tenido hace tres semanas con el regreso de ‘Juego de Tronos’. También volvieron de su largo letargo invernal con un episodio bastante normal que sorprendía con una última escena que ponía al espectador en su sitio, desarrollando cierto personaje a base de violencia. Pero el arranque de ‘Mad Men’ no tuvo nada destacado. Situó a los personajes frente al espectador y no ofreció ninguna dosis de genialidad. ‘Mad Men’ no es la reina del dramatismo (sólo de vez en cuando) pero sí puede tener unos guiones y una dirección artística extremadamente elegantes.
El punto de partida era la situación profesional y matrimonial de Don Draper, que está exiliado del trabajo y tiene a su mujer Megan al otro lado del país, forjando su carrera como actriz en Hollywood. También nos dijeron que Roger Sterling está más perdido que nunca a base de sexo libertino y copas de más, Peggy apuesta toda su felicidad en la carta laboral (de aquí que se sienta tremendamente insatisfecha cuando no se sale con la suya) y confirmamos con el segundo episodio que tenemos una especie de villano en ciernes. Lou Avery tiene una especial facilidad por despreciar a sus trabajadores y en tan sólo dos episodios hemos visto como ponía a Peggy en su sitio, amenazaba el puesto de trabajo de Dawn y de forma indirecta lanzaba puñaladas a Don (no parece que vaya a ponérselo fácil para que vuelva).
Sally, siempre un triunfo
Pero luego llegó el segundo episodio y Weiner demostró de lo que es capaz. Ni que sea por efecto comparación, probó que el arranque había sido insípido. ¿Sería por la necesidad de Weiner de negarse a seguir las reglas de la industria, si bien sus cheques no pueden ser más cuantiosos? ¿Será que quería hacer el episodio más normal posible para demostrar que él juega en otra liga, lejos del ruido mediático? Sea como sea, hizo un episodio pobre y mi consecuente pregunta es la siguiente: ¿por qué la séptima temporada de ‘Mad Men’ no comenzó directamente con ‘A Men’s Work’ que es un episodio maravilloso?
No hay nada en él que sea transgresor. ‘Mad Men’, como he dicho antes, tampoco es este tipo de serie (lo más transgresor que tiene son sus reticencias a no ser dramática porque sí). Pero no existe episodio con Sally Draper que no sea interesante, ni que sea porque es un agente libre en el universo de la ficción como también lo es su madre. También es de las pocas personas que ven a Don por lo que es y no por lo que aparenta. A ella el talento de su padre se la trae al pairo, solamente le importa como figura paterna y conyugal y en estos aspectos es un referente fallido.
El momento en el que él tiene que escribir una nota para el internado y le pregunta a su hija qué quiere que ponga, es maravilloso. “Simplemente di la verdad”, un doble sentido con mucha clase y que expone a la perfección el conflicto evidente del episodio. Lo que todavía no sé encajar es la decisión de Don de no pagar la cuenta en el bar de carretera. Él y su necesidad de gustar a su hija, él y su incapacidad de ejercer de padre de forma positiva.
La mejor comedia
Pero el episodio tiene otros momentos inspirados. La comedia de Peggy, Shirley y las flores es brillante con el consecuente baile de secretarias que lleva a Joan al piso de arriba. ‘Mad Men’ y ‘The Good Wife’ demuestran que la mejor comedia está en los mejores dramas. También funciona a la perfección el retrato de Pete Campbell en Los Angeles, siempre sintiéndose personalmente ultrajado y considerando que nadie tiene nada mejor que hacer que complicarle la vida (crece, Pete, crece). Pero me quedo con la mejora del estatus de Dawn como personaje, más allá de su paradójico ascenso.Durante la promoción de la sexta temporada, no pudieron darle más relevancia a la nueva secretaria de Dawn. Estaba el factor racial, que era obvio que aportaría matices a su lugar en la empresa de publicidad, pero acabó siendo tan secundaria que casi parecía una extra con frase. Pero con un sólo episodio acabaron con este maltrato, aprovechando la sonrisa de Teyonah Parris, que le sabe dar profundidad al personaje aunque vaya a remolque de los demás (de Don, de Avery, como consejera de Shirley y de Joan).
Hice bien, por lo tanto, en esperarme dos episodios a escribir la crítica de ‘Mad Men’. Si hubiera tenido que juzgarla en base al estreno, hubiera escrito algo en la línea de “nada nuevo ni estimulante bajo el sol de Weiner” pero este segundo episodio es un ejemplo del talento de su pluma. ‘Mad Men’ puede ser (y es muy a menudo) elegante, dramática, divertida y buena, muy buena. Y esto, de por sí, ya es un acontecimiento para los amantes de la televisión, aunque no tenga los giros dramáticos que tanto entretienen y propios de otras series. Pero esas no son ‘Mad Men’ y ‘Mad Men’ se puede permitir el lujo de no parecerse a ellas.
En ¡Vaya Tele! | Cinco curiosidades sobre 'Mad Men'
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