George R. R. Martin debe ser un admirador de Antonio Machado porque sigue la máxima de su texto más popular, el de ‘Caminante no hay camino’. Desde la primera temporada, hemos podido decir que es una serie de gente que camina y no necesariamente debe tener connotaciones negativas. Los protagonistas de ‘Juego de Tronos’ se hacen camino al andar y poco a poco configuran el relato más épico de la televisión.
Sólo hace falta coger el personaje de Arya Stark. Sabemos que es noble porque así nos la presentaron en su primer año, pero su senda poco tiene que ver con los bailes, las bodas y otras celebraciones de gente de bien. Lleva apartada del resto de su familia desde hace tres temporadas, cuya tasa de mortalidad le ha dejado huella, y ya es otra persona. Ella no ha hecho otra cosa que andar pero, cuando toma cierta decisión, por fin comprendemos hasta qué punto es otra persona.
Este viaje particular ejemplifica muy bien la constante transformación del relato. Podemos conocer más o menos las fuerzas que las guían, podemos intuir hacia qué punto lo conducen (el título de la saga, ‘Canción de hielo y fuego’, es un spoiler en si mismo), pero no quita que pueda ser sorprendente. La dinámica de Arya y El Perro suscitó muchas bromas en internet, sobre todo de aquellos que defendían que debían ser los próximos protagonistas de ‘True Detective’, pero su química de colegas enterraba algo que Arya dejaba muy claro antes de ir a dormir: ella tenía sus prioridades, tenía un plan de venganza y su compañero tenía que ser una de sus víctimas.
La elección de la guerrera dama venía precedida de un retrato un tanto oscuro. En el arranque de la temporada demostró que ya no sólo jugaba con su daga y que también podía ser letal con ella. Pero que dejase sufrir a El Perro, que no mostrara ni una pizca de compasión hacia el hombre que claramente la apreciaba, fue probablemente la mejor idea que nos dejó la temporada. Podría decirlo como admirador de la serie porque Arya así tiene más probabilidades de sobrevivir (a los Stark les puede el honor y ella está en fase superviviente máxima), pero sobre todo lo menciono porque prueba una vez más que hay consecuencias a cada acto.
Cada personaje, un camino
Este principio se puede aplicar a todos los personajes de ‘Juego de Tronos’. Sansa, Meñique, Tyrion, Jamie, Cersei, Daenerys, Stannis o Jon Snow no son los mismos personajes al principio de la temporada que al final. Esta sensación deja muy buen sabor de boca porque poco a poco hemos podido percibir este cambio y, en caso de que resulte repentino, siempre hay una lógica detrás. Por ejemplo, Stannis y su aparición Más-Allá-del-Muro. ¿Esperaba que llegase en el momento más oportuno? Ni en broma. Pero si alguien debía acudir en la ayuda de la Guardia de la Noche era él. Nadie puede entender más los riesgos de la oscuridad que se cierne por esas tierras, nadie tiene más sentido del deber y nadie tiene más necesidad de legitimar su posición como Rey.
Esta cuarta temporada, además, ha servido para confirmar ‘Juego de Tronos’ como una de las series mejor escritas de la televisión. Siempre fui detractor de los primeros episodios de la serie, donde ciertas explicaciones se notaban metidas con calzador, y la segunda temporada arrancó tan lenta como aburrida, pero entendieron del todo sus deberes y posibilidades y la tercera temporada fue impecable de principio a fin. Ahora han repetido jugada y el éxito está en los guiones.
No siempre tienen los mismos recursos y deben contar muchas historias con una milésima parte del espacio de los libros, pero lo consiguen con unos diálogos y monólogos dignos de enmarcar. Cada escena, sea más llamativa o menos, tiene relevancia y está rodada con dedicación y seridad. Conversaciones supuestamente inofensivas en los jardines de Desembarco del Rey son joyas que ayudan a entender el universo, cada momento reiterativo de Arya nos guió hacia su decisión final y evidentemente todos recordarán instantes más rimbombantes como el juicio a Tyrion o el maravilloso interrogatorio de Sansa.
Pero, curiosamente, se me quedó grabada en la retina una escena mucho menos destacable, la de Gilly escondiéndose en el burdel cerca del Muro. Allí entraron unos cuantos guerreros para asesinar cualquier persona que se encontrasen por el camino y la imagen de la sangre cayendo por las brechas del techo, de las prostitutas del piso de arriba, ejemplificaba muy bien la capacidad de ‘Juego de Tronos’ de vender bien una idea. Esa violencia implícita funcionaba tan bien como una batalla entera y transmitía otra vez la crueldad de esos reinos donde la vida es un tesoro que puede peligrar cada día.
Por ponerle un pero
La única pega que me atrevería a ponerle a esta cuarta temporada es cómo apostaron por el juicio a Tyrion. Los giros de la trama tenían su gracia (ver morir a Joffrey es muy placentero, ese combate de vida o muerte dejaba ojiplático, o el asesinato de Tywin) pero no era un arco tan apasionante como para convertirlo en el pilar de la temporada. Tendrá sus consecuencias, como siempre ocurre en esta serie, pero no tenía el factor impredecible de las otras temporadas, ni era un clímax de la temporada en general.
Era un asunto personal de Tyrion y en ningún momento sentí que estuvieran redefiniendo el mapa como sí ocurrió con la Boda Roja, la muerte de Ned o la batalla de Aguasnegras. Es una trama muy válida, muy necesaria y muy bien escrita, pero también apunta que no sabían cómo entroncar una temporada llena de momentos álgidos pero donde las grandes líneas de la partida de ajedrez no han cambiado en especial. Una cosa son los personajes, otras las tramas estadistas.
Las casas que quieren adueñarse de los Siete Reinos (Targaryen, Baratheon, Lannister), con sus más y sus menos, están en la misma posición que al principio de la temporada y en este aspecto el juicio de Tyrion sirvió de excusa para dar una trama transversal para esta temporada que funcionase como centro. Era la trama que más personajes implicaba, tenía el personaje más carismático y por lo tanto también era la opción más inteligente y, como no conozco los libros más allá de la mitad de ‘Tormenta de Espadas’, tampoco sé si tenían otra elección. Puede que funcione como tomo de una gran saga pero como temporada televisiva le faltó mover las grandes piezas, algo que sí proporcionaron las pasadas primaveras.
En ¡Vaya Tele! | Seguimiento de la cuarta temporada de 'Juego de Tronos'
Ver 16 comentarios