La idea de producir un spin-off de ‘Chicago Fire’ puede que sonase absurda. Normalmente se exploran los personajes o el universo de una serie si esta tiene muchísimo éxito y, si bien los bomberos de la NBC rinden como es debido, tampoco tienen audiencias rimbombantes. Pero la existencia de ‘Chicago P.D.’ tenía sentido para aquellos que conozcan la trayectoria de Dick Wolf, autor de ‘Ley y Orden’ y todas las variables posibles, y que creó esta serie junto a Matt Olmstead, guionista de ‘Fire’. Quienes hayan visto alguna de sus series, saben que él las contempla como un universo que puede explotar. Algunas veces las nuevas heredan personajes introducidos en las series precedentes, pero lo importante en realidad es que el público conozca el tono.
Es esencial entender, por lo tanto, que ‘Chicago P.D.’ se puede ver independientemente de si se sigue ‘Chicago Fire’. ¿Es un spin-off? Sí. Tiene un personaje que se conoció en la serie madre, un policía que aparecía de vez en cuando y que chocaba con la forma de trabajar de los bomberos. Pero es otra historia, comienza de cero y, por lo tanto, no es ninguna barrera que la original no tuviese mucho público (aunque hubiese ayudado, claro).
El personaje conocido, de hecho, es el protagonista. Al sargento Hank Voight le encomiendan dirigir una unidad especial que, según él, debe ser más efectiva que ninguna otra e incluso su superior cuestiona su puesto por sus antecedentes dentro del cuerpo. Lo que viene a decir que, por reglas que haya roto, es el tipo indicado para hacer el trabajo: alguien que entiende la justicia como algo más que el cumplimiento de la ley, que no le importa mancharse de sangre con tal de conseguir una declaración o de entrar en un piso a pesar de no tener una orden judicial. Vamos, un tipo duro de los de toda la vida y cuyo pasado se irá desgranando más adelante, algo que encaja a la perfección con la rasgadísima voz de Jason Beghe.
Chicos jóvenes y el espíritu noventero
Aparte de universo común, este spin-off policíaco comparte con ‘Chicago Fire’ su colección de profesionales jóvenes y atractivos. Hay una guapa detective de pasado también turbio interpretada por Sophia Bush (‘One Tree Hill’), otro que se siente atraído por ella, un padre de familia, un novato que tendrá que aprender junto al público cómo funcionan las calles de Chicago y dos oficiales que hacen la parte menos estimulante del equipo. Un poquito de todo para una serie que busca ser un policíaco correcto pero sin recluirse en una estética (humana) feísta, ni que sea para no asustar al público joven, que suele huir despavorido cuando ve los tipos uniformados en televisión.
Pero ‘Chicago P.D.’, en el fondo, es televisión noventera en el buen sentido de la expresión. No es una serie sorprendente ni tampoco sobresaliente, pero la visión de Dick Wolf es válida todavía hoy en día y se agradece que existan series así, que ensalcen la labor de los héroes cotidianos como lo hacía ‘Ley y Orden’ (tanto en la variante policial como judicial), que muestren las limitaciones de la justicia y las autoridades, y que se centren en las relaciones en el trabajo, sobre todo cuando su profesión es tan absorbente como esta. Pero que nadie confunda desarrollar las relaciones de los protagonistas con convertir la serie en un culebrón: no va por ahí. Lo que quiere es humanizar a los personajes, mostrar como calan en ellos las investigaciones y así ser un entretenimiento digno de una hora de duración. Y lo es.
Un piloto que no sufre pilotitis
Bajo esta filosofía wolfiana de ser cotidiano, el episodio es un alivio. Acostumbrados a proyectos que sienten la necesidad de bombardearnos con información, clímaxes dramáticos y presupuestos que luego jamás volveremos a ver, la presentación de ‘Chicago P.D.’ es muy solvente y transmite a la perfección qué serie querrá ser, cuál será su ritmo y que grado de violencia mostrará. No es casualidad, por ejemplo, que salgan unas cuantas cabezadas decapitadas indicando que no será para toda la familia (por algo la emiten a las diez de la noche, la última hora del primetime). Pero nadie intenta vender que es el mayor caso que han visto en toda su vida como suele ocurrir, ni nos venden que es la primera investigación que realizan conjuntamente (están curtiéndose como unidad, sí, pero llevan unos días trabajando juntos y se conocen de antes).
Además, se permite el lujo de reservarse cinco minutos finales muy notables que sirven de declaración de intenciones y que dan paso a un segundo episodio muy correcto. No hay nada como tener motivaciones personales para explorar el lado oscuro de los personajes y en este sentido ‘Chicago P.D.’ es inteligente. En el primer episodio nos cuentan que Hank Voight es un tipo de métodos poco convencionales; en el segundo nos muestran la punta del iceberg; ahora la cuestión es ver hasta donde es capaz de llegar y si arrastrará al fondo del pozo a sus compañeros.
No obstante, algo me dice que no estamos ante un nuevo Vic MacKey sino ante un tipo que, a pesar de saltarse la ley a ratos, siempre tiene en mente el bien de Chicago (mientras que el protagonista de ‘The Shield’ se metía en el bolsillo drogas para ganarse un sobresueldo y era capaz de matar a un compañero si le seguía el rastro). La ve como un ente más complejo de lo que las leyes contemplan y, como se rueda allí, será interesante ver cómo se desarrolla la Windy City, que es como un personaje más.
En ¡Vaya Tele! | Estrenos midseason 2014
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