La temporada de 'Dallas' (2012) comenzaba con un evento ya fijado en el futuro: la muerte de J.R. Ewing. Los responsables de la serie lo anunciaron inmediatamente después de la muerte de su actor, Larry Hagman, y teniendo en cuenta la historia del personaje en los 80, el evento se presentaba como el "highlight" máximo de la temporada. Y así parece que lo entendió la gente, porque no fue hasta ese episodio cuando la audiencia empezó a reconciliarse con este culebrón.
Y es que 'Dallas' está encantadísima de haber llevado el culebrón a su máxima exponencia, hasta tal punto de que sólo su factura y la velocidad de la trama la separa de una telenovela mexicana. No han podido pasar más cosas en los quince episodios que ha durado; cada capítulo daba la vuelta a todo lo que se había presentado en el capítulo anterior, los aliados se convertían en enemigos con sólo dos frases, explosiones por todas partes, secuestros, muertes... ¡una orgía dramática absurda!
'Dallas', todo por la familia
Durante los primeros episodios, 'Dallas' quiso seguir con sus guerras internas, con esas rencillas iniciadas en la primera temporada entre Christopher y John Ross, y con sus respectivos padres por extensión, en la empresa familiar decidiendo cuál de las dos fuentes de energía es mejor: el petróleo o el gas. Lo cierto es que esta historia comenzaba a estar bastante trillada y se hacía bastante repetitiva, por lo que ese giro a mitad de temporada con toda la familia unida luchando contra el enemigo común le sentó de maravilla.
Dicen que nada une más a una familia que una tragedia... ¿ha habido algún disgusto que no hayan experimentado este año? Tuvimos un secuestro a gran escala, una explosión en una torre de extracción de gas, un padre maléfico al que no le importaba matar a su hija para salirse con la suya, unos gemelos muertos antes de nacer, y un patriarca asesinado en condiciones extrañas. Y ya lo tenemos todo para unir a una familia contra un objetivo común.
Adiós J.R. Ewing
La muerte de Harry Lagman se transformó en la de J.R. Ewing; quizá su muerte hubiera sido más más impactante si no nos hubieran bombardeado con ello desde meses antes, pero en tal caso habrían renunciado a un trozo del pastel de audiencias que les venía muy bien. En cualquier caso, han sabido aprovechar muy bien este hecho, haciendo que la segunda mitad de la temporada de 'Dallas' girara en torno a él aunque el personaje ni siquiera estuviera presente.
Las escenas más dramáticas se han producido a su alrededor, con ejemplos claros como la apertura de las cartas en el episodio de su muerte, que establecían los pilares de lo que estaba por venir, o la aclaración en el último episodio alrededor de su tumba sobre cuáles eran sus verdaderos planes y la revelación de quién mató verdaderamente a J.R. Ewing. No fue Cliff Barnes quien lo hizo, todo se trató de una estratagema.
I shot your father, John Ross.
Al final lo hizo una mano amiga, la de Bum. Si te vas a morir de cáncer, al menos que sirva para algo. No pude evitar un pellizquito en el estómago cuando John Ross estrechó la mano al asesino de su padre.
Y que siga el absurdo por mucho tiempo
'Dallas' me ha contagiado y me he puesto intenso, pero no nos engañemos: es una serie muy absurda. Tiene más agujeros en la trama que un queso "Gruyère", sus actores no han pisado nunca una clase de interpretación y algunas historias tienen menos sentido que María Jiménez en el Rocío. Pero forma parte de su encanto; cuando decidí entrar en el juego de 'Dallas' sabía que era esto lo que me iban a ofrecer, y lo disfruto como un enano.
Su renovación está aún en el aire, pero pinta bastante bien. TNT se flipó un poco queriendo adelantar los nuevos episodios para competir en temporada alta, pero enero no es lo mismo que julio y la serie no dio la talla. Tras la muerte de J.R. consiguió remontar un poco su maltrecha audiencia, manteniéndola de forma más o menos estable hasta el final de la temporada. Volverá, pero quizá con una temporada más corta (que quince episodios son muchos) y en una ubicación algo menos competitiva. Y ahí estaré yo para seguir deleitándome.
En ¡Vaya Tele! | 'Dallas' (2012), el paraíso de Ewing no era el petróleo
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