No puedo gritarlo más alto: 'Verónica' es una de las mejores películas de terror españolas de todos los tiempos, y, fácilmente, una de las más importantes del año entre sus congéneres a nivel mundial. Gran parte de culpa la tiene, cómo no, su director Paco Plaza: un realizador que, con los años, ha ido reafirmando su estilo, que ha culminado en su último largometraje después de esa genialidad titulada '[Rec]³: Génesis'.
Después de tomar un café y de intentar asimilar el punto de inflexión que supone 'Verónica' para nuestro cine, me siento con Paco a charlar y, lo primero que hago es felicitarle de corazón y agradecerle su trabajo. Como amante del género, el largometraje es un auténtico regalo. Después de responderme con una sonrisa enorme —este hombre es un encanto—, nos ponemos a hablar sobre los entresijos del filme.
- Como aficionado al mundo de la parapsicología, me sorprendió muchísimo encontrar una clara inspiración por el “Caso Vallecas” en la película. No me lo esperaba en absoluto. ¿Por qué decidiste contar la historia de Verónica adaptando este “expediente-x” español?
En realidad la película nace como un encargo de Enrique López Lavigne, el productor, que quería hacer una película del “Caso Vallecas”. Lo que pasó es que, poco a poco, nos fuimos alejando muchísimo, y al componer la historia de Verónica la cosa terminó cobrando vida propia. Lo que si hemos hecho es respetar algunos elementos iconográficos que puede detectar claramente el que conozca el caso.
- Me llamó mucho la atención la referencia al novio motorista fallecido de una de las chicas en la película y, sobre todo, el famoso informe policial…
Si, además de que esté ambientada en Vallecas, la existencia del informe policial en el que un inspector del policía testifica haber sido testigo con sus propios ojos de un fenómeno paranormal era el pie forzado para la película.
- Me alegra en cierto modo ver que esto nace de un encargo y no de alguna experiencia chunga con lo paranormal.
Siempre que hablamos de cosas inexplicables, lo que en realidad pasa es que no tenemos explicación, no es que sean inexplicables por ellas mismas. En la peli cuando hablan, por ejemplo, del eclipse y se mezcla la mitología con la parte científica… Creo que todo tiene una explicación, pero hay muchas cosas para las que no la tenemos, y en ese ámbito del misterio hay algo muy atractivo.
- El magnetismo de lo desconocido…
Al final todo forma parte de una sugestión propia. Por ejemplo, cuando en nuestro rodaje cuando pasaban cosas raras, al final, la gente se inquietaba. Yo siempre les decía “pues seguro que en rodaje de ‘Ocho apellidos vascos’ también pasaban cosas”, pero como no estás en esa onda, no estás sugestionado, nadie lo atribuye a nada sobrenatural.
- Por lo que dices, a nivel de atmósfera el rodaje fue muy inmersivo.
Mucho, mucho, mucho… También el hecho de trabajar con niños que tenían que meterse en situaciones complicadas generaba un ambiente poco festivo en algunas ocasiones.
- Ya que hablas de los niños: ¿cómo gestionaste el trabajo con ellos? Y, sobre todo, me tienes que decir de dónde sacásteis al chavalín que hace de Antoñíto, que hasta a mí que no me gustan los niños, me dejó enamorado.
Antoñito es que es muy, muy carismático (risas). Yo lo que tenía claro es que no quería niños que actuaran, no quería que tuvieran experiencia ni en publicidad, ni en series… Quería unos niños que fueran reales, que me los creyese, y eso condicionó el planteamiento de todo el rodaje con ellos, hasta el punto de rodar sus escenas como algo casi documental.
Lo que queríamos era generar situaciones que ellos vivieran realmente y minimizar los condicionantes técnicos al máximo posible. Iluminábamos desde fuera del decorado para que los niños no vieran focos, o rodábamos con teleobjetivos para estar muy lejos y conseguir que ellos olvidasen que estábamos rodando, y pensasen que simplemente estaban jugando y generando situaciones.
En este sentido nos ayudaba mucho Sandra [Escacena]. Sandra era nuestra cómplice, nuestra ayudante de dirección desde dentro de la escena. Manejaba muy bien a los niños. Y en todo el proceso de ensayos alimentamos la sensación de que Sandra era su hermana mayor.
- Eso se nota muchísimo en la película. Sobre todo lo que comentas de la naturalidad, de que no estaban actuando, y ahora que me explicas cómo rodásteis, lo entiendo aún más.
La idea es que no viesen nunca las cámaras. Cada toma la empezábamos con muchas colas de improvisación para que se fuesen relajando. Sandra les relajaba muy bien…
Hay algo especial en la verdad de un niño. Por ejemplo, en el momento en que Antoñito sale comiéndose unas albóndigas, es algo real; le dijimos, “¿Tienes hambre? Pues come”. Ves reacciones de él que te das cuenta de que son reales; queríamos provocar una realidad que pudiéramos rodar.
- Sandra, intuyo, fue algo más que una ayudante de dirección encubierta. Es el alma de la película, y esto impacta más sabiendo que no se había puesto antes frente a una cámara.
Ella es muy especial. Desde el primer casting que hizo ya nos cautivó. Es una niña que tiene ángel, tiene una madurez, una manera de mirar y una capacidad intelectual que están muy por encima de las de una niña de su edad. Y tiene magia; me recordaba mucho a Ana Torrent cuando era niña, y especialmente en ‘El nido’.
Tiene esa madurez que le venía muy bien al personaje, porque es una niña a la que han obligado a ser madre de sus hermanos. Sientes el peso que la vida le está imponiendo, y eso se ve nada más empezar cuando prepara todo para llevar al colegio a sus hermanos.
- Ahora que hablas de esta primera secuencia, me llamó mucho la atención que la utilizáseis como secuencia de créditos y no el momento musical que la sigue, que sería lo habitual. No es casualidad, ni tampoco creo que lo sea que suenen Héroes del Silencio en esa secuencia de montaje.
Yo no quería tratar ese momento de escuchar ‘Maldito duende’ como un simple momento de trámite. Para mí eso ya es la película. Fue una decisión muy consciente y quería que tuviese peso en sí misma. Héroes del Silencio en la película simboliza la pequeña parcela de privacidad que ella [Verónica] tiene.
Ella está con la carga de llevar a los hermanos al colegio, y su momento de paz está en escuchar la canción con los cascos, le ayuda a evadirse. Cada una de las noches se duerme oyendo Héroes del Silencio mirando las estrellas. Las canciones del grupo representan el anhelo de Verónica de escapar de su destino.
- Dejemos a los personajes por un momento y hablemos de los códigos del terror. Con ‘[Rec]’ Jaume y tú rompisteis con ellos, y ahora con ‘Verónica’, mediante una aproximación más clasicista, vuelves a conseguir asustar, y eso cada vez es más difícil, sobre todo a los que vemos cine de género habitualmente.
La película tiene una vocación clásica. Yo, como espectador que, como tú, veo todo lo que se estrena de terror, no soy partidario de las películas que basan todo en el susto y en el golpe de sonido; prefiero transmitir una sensación que te acompañe al salir de la película. Más que asustar, me gusta intentar que la película se vaya contigo a casa.
Hoy, como siempre, sigue habiendo grandes películas de terror, pero quizá está habiendo una deriva a que el cine de terror más interesante no es el más comercial o el más amparado por un estudio. Estoy pensando, por ejemplo en ‘La bruja’ o en ‘It Follows’, que coquetean con el cine de autor, entre comillas, o menos convencional.
Creo que son las películas que están marcando una nueva manera de hacer un terror más adulto. Por debajo de la capa de contar una película de terror, se intenta contar una historia más emotiva y con un personaje que te emocione.
- Totalmente de acuerdo. Además, en ‘Verónica’, más que una película de terror, pude ver un drama sobre una adolescente contada a través de una historia de terror.
Exacto, el terror sólo es el vehículo para explicar la historia.
- Junto esta vocación de contar una historia más allá de los sustos, hay una parte técnica muy importante. De los muchos momentos complejos a nivel logístico, ¿cuál recuerdas especialmente duro? Pablo Rosso tuvo que sudar bastante a juzgar por los resultados.
El momento de la ouija de “Centella”. Quería hacer un plano muy largo con un travelling circular de dos minutos y medio, con cuatro niños actuando simultáneamente y sin corte posible. Mantener el nivel de concentración de los niños y que reaccionasen como tienen que reaccionar en el momento preciso…
La escena se iba cargando de emoción poco a poco y puede que fuese el momento más tenso del rodaje. Teníamos música puesta, yo gritaba e iba contando cosas a los niño y teníamos que mantener los niveles de tensión constantemente.
- Era difícil respirar durante ese momento. Es bestial. Y, por cierto, ahora que mencionas la canción de “Centella”… Igual que en ‘[Rec: 3]’ tiraste de la boda típica, aquí tenemos una especie costumbrismo de terror con platos de albóndigas y bares de barrio… ¿qué peso tiene el marco histórico y la ambientación de ‘Verónica’?
Para mí era muy importante anclar la película en un momento concreto, el año 91. El año 92 marca el momento en que España se convierte, o se cree que se convierte en un país moderno a partir de los juegos de Barcelona sobre todo. España se abre al mundo de algún modo.
Me gustaba el 91 como una especie de “pubertad”, antes del despertar de la adolescencia. Por eso me interesaba que la representación fuese muy fidedigna y que fuera muy fácil, para alguien que hubiese vivido esa época, retrotraerse a sus propias vivencias.
- Dime que estás preparando algo nuevo.
Pues sí. Está previsto que en enero ruede mi siguiente peli, pero aún no puedo contar nada.
- Me dejas más tranquilo.
Estoy activo, y ahora no puedo parar.
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