Es una de las mejores películas de la historia y sigue causando sensación 40 años después. Puro espectáculo para descubrir a una banda y un director esenciales

Es una de las mejores películas de la historia y sigue causando sensación 40 años después. Puro espectáculo para descubrir a una banda y un director esenciales

Un increíble show de uno de los grupos más influyentes, dirigido con inmensa inteligencia

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Stop Making Sense 1984 David Byrne

Aunque tenga sus característicos primerísimos primero planos donde los personajes están mirando a cámara, Jonathan Demme ha sido un director cuyo estilo ha sido más complicado de trazar, más destacado por sus cualidades emocionales que por anclarse en una determinada corriente. Así, ha logrado tener películas destacadísimas en el thriller, en el terror, en el drama oscarizable, el drama menos convencional, en el cine romántico, etc. Un director de influencia quizá menos evidente, pero importante para gente como Paul Thomas Anderson.

Más fácil es ver la influencia de una banda como Talking Heads, tanto en su momento como especialmente ahora con un rock underground tomando muchas claves de su característico estilo (una nueva ola de post-punk y bastantes grupos de rock experimental en Reino Unido beben directamente de ellos).

Un sonido muy refinado y artístico, surgido al calor de la respuesta al punk inmediato que surgía en Nueva York, pero capaz de hacer canciones endiabladamente adictivas y hasta bailables. A pesar de sus excentricidades, eran accesibles, y es algo que Demme supo resaltar en su imprescindible colaboración.

Deja el sentido, abraza el baile

'Stop Making Sense' regresa esta semana a las salas de cine españolas, 40 años después de su estreno original, tras estas unos meses relanzado en los cines americanos por A24 y siendo objeto de culto por la prensa cultural y también aficionados. Incluso con la banda todavía separada, pero con su antiguo líder David Byrne convertido en una personalidad fascinante por un nuevo público más joven, la película ha regresado para confirmar su posición como mejor concierto filmado de la historia.

Los Talking Heads se encontraban preparando una de sus giras más ambiciosas para presentar su disco Speaking in Tongues, preparando un espectáculo visual que acentuase la vitalidad excéntrica de la música y conectase con la formación artística universitaria de la banda. Un concepto bien hilado, con proyecciones y más músicos de acompañamiento, y una intención de recogerlo todo en una película.

Un trabajo que recayó en Demme, por entonces intentando encontrar su espacio en Hollywood pero algo frustrado con el sistema de estudios (por aquel entonces su película 'Chicas en pie de guerra' estaba siendo rerodada y remontada sin su control creativo a pesar de que su versión estaba siendo aclamada).

La colaboración fue fantástica e idónea, ya que Demme es capaz también de presentar de manera elegante y accesible para el público una sensibilidad artística particular. Aquí desde la misma presentación, donde los créditos son mostrados en una imagen gris que termina siendo entrada al escenario en la que se presenta el carismático Byrne con su guitarra y una base pregrabada. Desde aquí la clase de decisiones interesantes que hacen una película concierto algo destacable en términos narrativos, construyendo sutilmente un increíble show marcado por la colaboración.

'Stop Making Sense', una vez en la vida

Stop Making Sense 1984 Talking Heads Jonathan Demme

La mayoría de películas de este estilo caen en una serie de decisiones arquetípicas, como presentar al músico/músicos protagonistas en charlas medianamente distendidas para hacerlo más humano o ir presentando las canciones en una coreografía bien marcada y remarcando las sensaciones con planos del público.

Lo fascinante de 'Stop Making Sense', una obra ya destacable en su momento, es cómo se revela contra todo eso. No hay descansos para mostrar la humanidad de los músicos, porque va en contra de la experiencia casi fantasiosa que se busca, y el público está casi ausente en el 95% del metraje (y sus reacciones no se ven hasta las últimas canciones).

A lo largo de tres noches, y cargado con 7 cámaras, Demme retrata a los Talking Heads en toda su frescura, a ratos bastante espontánea incluso aunque sea un show bastante bien medido. Las decisiones visuales van dirigidas a enfatizar las canciones, como esa ‘Psycho Killer’ inicial replanteada como un espectáculo callejero o hitazos destacados como ‘Heaven’ o ‘Once in a Lifetime’.

Hay vibrantes momentos de euforia como el combo ‘Burning Down the House’ y 'Life During Wartime', y también una serie de pretensiones artísticas que son presentadas de manera divertida y hasta tontorrona, como el icónico traje gigante de Byrne.

Todo esto consigue un espectáculo sensacional, tanto en lo visual como en lo sonoro, y no es ni siquiera necesario ser fan de los Talking Heads para disfrutarlo. Aunque existe la probabilidad de que te obsesiones con ellos tras ver 'Stop Making Sense', de igual modo que pueda llevarte a indagar en la filmografía de un Demme que siempre tuvo una particular habilidad para equilibrar lo artístico y lo emocional.

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