A lo largo de nuestras vidas, y esto creo que le pasa a cualquier persona con un mínimo de estima por el medio, hay proyecciones de películas que permanecen guardadas como un tesoro en un rincón del cerebro dedicado expresamente a ellas. En mi caso, una de las que marcaron mi adolescencia temprana y que no olvidaré jamás es la de 'El proyecto de la bruja de Blair'.
Después de alucinar con lo que después comprendería que fue una campaña promocional brillante alojada en la lenta y mucho menos invasiva World Wide Web de los 56k, me adentré en una sala de cine para vivir una de las experiencias más inmersivas y aterradoras que había vivido en los, por aquél entonces, escasos doce añitos que cargaba en la mochila.
La fórmula mágica
Mucho tiempo después —tal vez demasiado— y unos cuantos revisionados más tarde entendí que buena parte del impacto que me causó el largometraje dirigido por Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, además de por su visceralidad, su sensación de realismo y su desasosegante atmósfera, estuvo estrechamente ligado a una combinación de formatos que dio lugar a un collage visual único en su especie.
Para la ocasión, el dúo de realizadores y el director de fotografía Neal Fredericks optaron por transportarnos a los bosques de Maryland a través de un cóctel de vídeo grabado en cintas Hi8 —con una calidad similar al S-VHS y una resolución de 560x480— y en película de 16mm en blanco y negro —concretamente, el stock Eastman Double-X 7222 de Kodak—. Pero, tristemente, jamás llegamos a apreciar las peculiaridades de ambos soportes de forma fidedigna.
Resulta que hemos estado viendo "mal" 'El proyecto de la bruja de Blair' durante los 25 años que han transcurrido desde su estreno, y todo se debe a los requisitos técnicos necesarios para poder proyectar el largometraje en las salas de cine de un ya lejano 1999 en el que estas instalaciones no contaban con proyectores de vídeo digital.
Cacao de transfers
Tal y como ha explicado el productor Mike Monello, tras montar la película en un sistema de edición no lineal Media 100XR, tuvieron que someter su master DigiBeta —abreviatura Digital Betacam— a un proceso de telecine en el que, básicamente, se captura el material en película de 35mm filmando su proyección sobre una superficie específica en un entorno controlado en términos de luminosidad. De este modo, podrían tener un soporte analógico, la película de toda la vida, para la proyección en cines.
Esto impidió que la textura y características propias del Hi8 y el 16mm se perdiesen, en buena parte, en su transferencia a 35mm. Pero tal y como señala Monello, el peor de los escenarios se dio cuando Artisan lanzó 'El proyecto de la bruja de Blair' al mercado doméstico en una edición en VHS y DVD que no utilizó el master en DigiBeta como referencia.
En lugar de ello, de forma incomprensible, se cogió el telecine en 35mm y se volvió a hacer un nuevo proceso de telecine inverso a vídeo. El resultado trajo bajo el brazo errores como la aparición de grano propio del fotoquímico en el material grabado en Hi8 y la generación de colores apagados con una dominante marrón y, lo que es aún peor, alteraciones en el montaje original que sustituyeron cortes por transiciones por fundido. Terrible.
Por suerte, un cuarto de siglo después al fin podremos disfrutar de la joya del terror moderno que revivió oficialmente el found footage, ya que la gente de Second Sight ha preparado una remasterización creada a partir de las cintas Hi8 y el fotoquímico en 16mm originales y que, además, estará cargada de extras, incluyendo hora y media de material inédito y un documental de dos horas y media sobre la creación del filme de culto.
Ahora sólo queda que paguen a los actores lo que les deben y ya estaremos todos contentos.
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