Pensar en la saga 'Alien' suele estar relacionado con hacerlo con personas —y algún que otro sintético, claro está— huyendo despavoridos y enfrentándose como buenamente pueden a los xenomorfos y el resto de mutaciones que la criatura ha ido experimentando desde 1979. Pero hubo un momento en el que pudo haberse dado la vuelta a la tortilla debido a un consejo que, por suerte, terminó ignorándose por su receptor.
La bondad del xenomorfo
Para conocer esta historia, que Steven Spielberg recordó en un homenaje que le rindió la Directors Guild of America en 2011, nos tenemos que remontar a la década de los 80. Por aquél entonces, James Cameron sólo había firmado la primera 'Terminator' y una caótica 'Piraña II', y se encontraba inmerso en el proceso de desarrollo de la que terminaría siendo 'Aliens: El regreso', recibiendo alguna que otra nota del Rey Midas de Hollywood por el camino.
Spielberg, que aseguró "reconocer el talento" de Cameron, ofreció al realizador dirigir un episodio en la antología 'Cuentos asombrosos' para "intentar darle un empujón". Cameron rechazó la oferta, pero se llevó por el camino una idea para la segunda aventura de la teniente Ripley que el bueno de James explicó del siguiente modo:
"Nos conocimos, y yo estaba a punto de hacer Aliens, o la estaba escribiendo. Estábamos hablando sobre Cuentos asombrosos y tu dijiste, '¡Oh! ¡Ya sé lo que puedes hacer! ¡Sé lo que hacer! En la primera Alien, el alienígena era malo, así que en esta el alienígena sea incomprendido y que los humanos intenten matarle, que huya por la nave".
La única respuesta que pudo dar Spielberg entre risas al escuchar la anécdota fue un simple y llano "Menos mal que no lo hiciste".
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